AGRESIONES SEXUALES A MUJERES Y A MENORES (2ª parte) La prevención.

Un artículo de José Luis García

En el anterior artículo (clica aquí si quieres leerlo) señalábamos algunas consideraciones generales sobre la asociación existente entre sexualidad y violencia, subrayando que no había ninguna justificación ética y científica que apoyara ese vínculo. Llevo muchos años en este empeño. Hoy proseguimos nuestra andadura señalando algunas reflexiones sobre la prevención de estas lacras, todo ello con el propósito de ofrecer contenidos formativos, a quien pueda interesarle, sobre algunos aspectos que tienen que ver con las películas sexuales y la violencia.

Una alternativa: educación en el mutuo acuerdo

Vivimos unos tiempos en los que hablar e informar sobre sexo es omnipresente. En ningún otro momento histórico se habló tanto de sexualidad como en la actualidad. Sin embargo, hay muchas formas de referirse al sexo, porque hacerlo desde una sexualidad respetuosa, saludable, placentera, del mutuo acuerdo, del deseo y del deseo libre y compartido a través de una adecuada educación sexual, parece que sigue siendo un tabú.

Las agresiones sexuales a mujeres y menores son una lacra inaceptable en una sociedad moderna que pretende ser civilizada. El castigo penal y la rehabilitación de los agresores son necesarios pero insuficientes. De ahí que apostemos con rotundidad por la prevención, para disminuir su incidencia.

Digo disminuir porque su erradicación será prácticamente imposible en las sociedades actuales. En mis publicaciones insisto repetidamente en este punto a través de la educación y de la capacitación específica, porque estoy seguro de que es una de las pocas medidas para prevenir las conductas sexuales violentas. Desde nuestros primeros libros de educación sexual para niños/as, a comienzos de los años 80, hemos tenido muy claro lo que significa el consentimiento en las relaciones sexuales, de ahí que deba ser incluido en los programas de educación sexual como objetivo prioritario. Porque cuando el sexo es consentido y de mutuo acuerdo, es maravilloso y saludable. Una experiencia emocionante, gratificante, placentera y ligeramente adictiva. Afortunadamente.

Esto hay que decírselo a los agresores potenciales cuantas veces sea preciso. Deben saber de la bondad de los afectos y de las relaciones sexuales, cuando son mutuamente deseadas. Y que nunca, en ninguna circunstancia, deben traspasar la línea roja de instrumentalizar, a una mujer o a un menor, para correrse durante unos segundos. El daño que se produce a la persona por ese placer efímero, es incalculable y no tiene sentido.

Este daño puede ser incalculable si esa agresión tiene lugar en entornos afectivos cercanos, como parece que ocurre en la mayoría de los casos.

Además, en el supuesto de las relaciones de adultos, está en las antípodas del placer que ambos sienten si es de mutuo acuerdo. Cuando estamos con chicos jóvenes les decimos que “si la deseas, cúrratelo y consigue, de otras maneras más adecuadas y respetuosas, que ella o él también lo quiera”.

Consiguientemente, cuando el sexo es impuesto y se usa al otro/a como un objeto, se convierte en algo intolerable e inaceptable. Una línea roja que nunca nadie tendría que traspasar y que se fundamenta, claramente, en el NO de uno de los implicados o implicadas. O, solo un SÍ es un SÍ, lema que nos parece muy acertado y que se ha convertido en un slogan histórico de las últimas manifestaciones promovidas por diferentes grupos de mujeres (y hombres) en nuestro país. Ese NO es un STOP inequívoco y rotundo, en cualquier momento del proceso sexual.

Desde esta perspectiva, forzar a alguien, a través de cualquier procedimiento, casi siempre deshonesto, es inaceptable. La libertad es un valor en sí mismo cuando se usa con responsabilidad. Es cierto que puede resultar difícil ejercer la libertad bajo los efectos de sustancias estimulantes. Por esta razón debemos conversar con los chicos y chicas acerca de no tomar determinadas decisiones habiendo consumido sustancias en los prolegómenos de una interacción sexual y de los riesgos que, para ambos, comporta hacerlo.

Con todo, es absolutamente repugnante que alguien abuse de otra persona que esté drogada o borracha. Incalificable el que se la drogue intencionadamente como parece que ocurre en determinadas agresiones divulgadas por los medios.

Poner el foco en los chicos

Dado que los hombres son, en su inmensa mayoría, los responsables de las agresiones sexuales a mujeres, es preciso subrayar el papel de los chicos y enfatizar su firme compromiso con el respeto escrupuloso hacia las chicas. Hay que decirles a los hijos, a los sobrinos, a los hijos de las/os amigos/as… desde muy pronto, y de manera repetitiva, con sólidos argumentos, la salvaguarda de ese respeto. Igualmente dialogar respecto de que determinados comentarios verbales en público son formas de acoso sexual. Así mismo reiterarles que nunca toquen a una chica si ella no lo desea. Que se lo pregunten primero y que se aseguren de que ella les dice que sí y que también le apetece. Que no se aprovechen sexualmente jamás de una mujer que no está en condiciones de consentir.

Que una mujer puede ir vestida como quiera por la calle y los hombres no tienen nada que hacer ni decir. Hablarles del consentimiento, del respeto y de la dignidad de las personas. Que, en la inmensa mayoría de las situaciones, los hombres saben perfectamente si pueden o no continuar y si ella está a gusto y cómoda en la relación. Y, si hay dudas, basta una simple pregunta: ¿quieres que siga? Que cuando no hay un sí explícito, se deduce que es un no. Y punto. Y dejar de insistir.

Niños y niñas, particularmente los primeros, además de saber que es un grave delito, tienen que ser educados en el valor del respeto por la otra persona y que, nunca, bajo ninguna circunstancia, deben imponer sus deseos sexuales a los demás. Ni en las situaciones más “suaves”, como las diferentes formas de acoso ni, mucho menos, en las más deleznables como una violación.

Un principio básico e indiscutible a incorporar en la educación familiar cotidiana, incluyendo el propio modelo de la relación del padre y de la madre, es el respeto escrupuloso a la libertad sexual de la otra persona y a su dignidad que está por encima de cualquier otra consideración. Y esto no solo hay que aplicarlo en relaciones esporádicas con desconocidos, sino tambien vale para los abusos a menores, las relaciones sexuales impuestas en la pareja o en las primeras relaciones en las que la chica, a menudo, “no quiere seguir adelante en determinadas prácticas sexuales”, por las razones que sean.

Cuando uno/a de los dos dice STOP, hay que parar. SÍ o SÍ. Somos dueños de nuestro cuerpo, de nuestros deseos y de nuestra intimidad. Nadie debe usar a otro/a sin que diga SÍ libremente, sin coacción alguna y haya mutuo acuerdo.

Tenemos que hacerles ver que vejar, insultar, violentar, humillar, provocar dolor o forzar a una mujer es inaceptable, incluyendo aquellos vídeos porno, en los que estas conductas son demasiado habituales, y que promueven la asociación entre violencia y excitación sexual. Esta asociación nefasta debemos hacérsela ver a nuestros menores y jóvenes, hablando de ello e introduciendo el valor ético de la empatía: ¿A ti te gustaría que, en un hermoso momento de comunicación sexual y placer, alguien te haga sentir mal agrediéndote? Nunca lo hagas entonces.

Mi marido no me pegaba, pero me dolía. Este comentario nos fué hecho en consulta por una mujer y nos sirve ahora para indicar que las agresiones sexuales y la violencia hacia las mujeres no siempre se constatan en una exploración física. Hay un conglomerado de conductas que suelen agruparse bajo la denominación de violencia psicológica que no hay que desdeñar en modo alguno. Hay palabras tan dolorosas como un empujón. Gestos y miradas que hacen tanto daño como una bofetada.

En consecuencia, si tienes hijos, sobrinos o nietos, dile, cuantas veces sea preciso, a la menor oportunidad, que nunca maltrate, viole o agreda sexualmente a una mujer. Que bajo ningún concepto se aproveche de ella sexualmente, aunque esté borracha o drogada. O comprando su libertad por unos cuantos euros, como es el caso de la prostitución. Díselo. Pregúntale cómo se sentiría si fuera su madre, hermana o novia.

Sabemos que la intervención preventiva sobre quienes podrían ser abusadores es eficiente. Por esa razón incluimos en el volumen II de nuestra propuesta educativa TUS HIJOS VEN PORNO, (clica en este enlace si quieres conocer nuestra propuesta) un capítulo importante donde se analiza el consentimiento y se proponen diferentes actividades encaminadas a la prevención de las agresiones sexuales y de los abusos sexuales a menores, sugiriendo diferentes ejercicios para saber identificar las violencias sexuales y sus tipos. Particular interés tiene para nosotros hablar sobre los procesos de seducción previos a la relación y la dificultad de identificar los mensajes que se intercambian entre chicos y chicas.

Todo ello es posible tanto en la familia como en la escuela. Basta proponérselo y llevarlo a cabo. No vale solo quejarse cuando los medios de comunicación informan de agresiones sexuales casi a diario.

Es conocido que el consumo abusivo de películas sexuales pornoviolentas puede ser un factor destacado, junto a otros, en la etiología de las agresiones sexuales, razón por la que llevamos muchos años tratando de sensibilizar a las familias ya los docentes interesados en este extremo así como en la necesidad de llevar a cabo programas de educacion sexual profesionales y científicos, pero también valientes y decididos.

La sexualidad es una dimensión positiva e importante en todos los seres humanos. La entendemos como la manera en que cada uno de nosotros experimentamos y nos expresamos como los seres sexuados que somos. Su complejidad deriva de la implicación que comporta la interacción de los factores biofisiológicos, psicológicos y socioculturales que determinan una vivencia genuina en cada persona.

La sexualidad tiene que ver con el placer, el bienestar, la salud y las emociones humanas positivas. Por ello es incompatible con la violencia. Si la violencia nunca está justificada en la educación, mucho menos en las relaciones amorosas. Háblales cada vez que tengas oportunidad, aunque te llamen pesado/a.

En definitiva, la sexualidad no tiene NINGUNA VINCULACIÓN con la agresividad y la violencia que están implicadas en las agresiones sexuales, la prostitución o las películas sexuales pornoviolentas.

Para entender esa complejidad en un mundo cambiante, es preciso una educación sexual científica, profesional, que promueva una adecuada salud sexual y que prevenga diferentes riesgos reproductivos y sexuales. Tanto para las familias como para docentes y profesionales de la salud, de modo que, luego, la impartan a los chicos y chicas desde muy pronto. Esa es una prioridad si realmente queremos contribuir a la disminución significativa de estas lacras. Una de las pocas alternativas que tenemos. ¿A qué esperamos?

Muchos padres y madres no son conscientes de la necesidad de hablar con sus hijos e hijas de sexualidad y de pornografía, agobiándose por preguntas de este tipo: ¿Qué decirles? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De qué hablarles? ¿Cuántas veces? ¿Y si no preguntan?  lo que conlleva a abandonar el diálogo y dejar que otros las respondan, como les pasó a ellos. En mi programa TUS HIJOS VEN PORNO, explico todas y cada una de estas cuestiones con amplitud y rigor profesional y subrayo las consecuencias de repetir el bucle del silencio de generación tras generación, animándolos a formarse y actualizar sus conocimientos.

Si quieres saber más, te invito a leer otros artículos míos en este mismo blog, como por ejemplo este u otros 7 más en los que hablo de las agresiones sexuales.

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