Habitualmente imparto conferencias y TALLERES PARA MADRES Y PADRES VERGONZOSOS y, como en casi todos ellos, aparecen diferentes preocupaciones comunes entre los progenitores y el profesorado que participan en los mismos, es una buena razón por la que me permito hacértelas llegar. En mi familia tengo 5 docentes que, muy a menudo, coinciden en el diagnóstico y en algunas de estas preocupaciones.
Como ya señalé en el primer artículo, esta serie de ellos, pretenden aproximarse a algunos de los temores que manifiestan en torno al novedoso mundo de Internet y de las pantallas. Me parece oportuno compartirlos con los/as lectores/as de este blog, ya que es una parte de la realidad de diferentes padres, madres, profesionales y jóvenes, que acuden a mis talleres para saber más sobre el consumo de porno violento y otros riegos sexuales de Internet. Si quieres conocer donde se han hecho, visita el apartado de formación de mi web. Si deseas saber en qué consisten estos talleres clica aquí

Te adelanto que se trata de intervenciones dirigidas a aquellos progenitores que les da corte (vergüenza o simplemente no saben cómo hacerlo) hablar de sexualidad, porno, conductas sexuales y otras muchas temáticas que, en cambio, les interesan sobremanera a sus hijos/as.
Por esa razón estas iniciativas pretenden animarlos a que lo hagan, no solo que conversen largo y tendido, sino sobre todo, sugiriéndole criterios, orientaciones y materiales educativos concretos, es decir capacitándoles para esa actividad, bajo la premisa de que, si ellos no lo hacen, otros lo harán en su lugar, como les pasó “en carne propia” cuando eran como sus hijos/as.
Esos otros son también agentes educativos, o lo que es lo mismo: tienen un espacio e influyen en la educación y en los aprendizajes de nuestros niños, niñas y jóvenes. En educación nada es neutro, todo suma…o resta.
Nos estamos refiriendo claro está, a las Películas Sexuales Pornoviolentas (P.S.P), según la denominación que he propuesto en otras publicaciones, y que son protagonistas de una serie de influencias variopintas en nuestra sociedad hipesexualizada, compartiendo la característica común de representar elevados niveles de violencia sexual con otros agentes: canciones de rap y reguetón (clica aquí para leer un artículo sobre este tema, que ha tenido una maravillosa acogida y ha sido leído por miles de personas) videoclips o videojuegos. Los casos de acoso se multiplican y la violencia en los jóvenes ya es portada en los telediarios, fenómeno del que dan cuenta los informes de la fiscalía española.
Es de destacar, que los progenitores participantes, mayoritariamente madres, hecho que ya nos da una pista sobre la realidad del problema, han decidido dedicar entre 2 y 8 horas de su tiempo libre, a profundizar en un tema que les preocupa, lo que evidencia que ya están sensibilizados, circunstancia que es de agradecer. Se les da la oportunidad de preguntar antes del comienzo del taller, en el debate ulterior y con posterioridad al mismo, siendo la participación un objetivo prioritario de estos eventos.
Incluimos en el paquete aquellos que nos han formulado preguntas y consideraciones sobre el particular en las muy diversas conferencias presenciales y online realizadas tanto para España como para Latinoamérica (clica aquí si quieres saber más).
Efectos de las pantallas.
Hay una temática que reconozco les preocupa extraordinariamente y que hoy quiero suscitar a modo de reflexión sobre los efectos de las pantallas que, según nos dicen, parece que tienen abducidos a sus hijos, como si tuvieran ese superpoder, de “comerles el coco”, como suelen decirme.
“Decirle a mi hijo que deje YA la Tablet, se ha convertido en una situación insoportable. Bronca permanente. A diario. No puedo más”. Nos decía una madre de 35 años.
Lo cierto es que, también en los largos meses de pandemia, han sido un escape a la tensión, soledad y a la frustración que la ha acompañado, toda vez que han sustituido a los aprendizajes de los centros escolares. Pero esa circunstancia ha tenido sus costes inevitables. Por ejemplo sabemos que el consumo de pornografía, se ha disparado en adultos y en menores.
En este caso, nuestra contribución fundamentalmente consiste en plantear preguntas porque no tenemos respuestas suficientemente contrastadas, a sabiendas de que, en este tema, como en otros muchos que tienen que ver con el acceso a Internet, la cuestión en buena medida estriba entre el uso y el abuso.
Nos encontramos un debate muy polarizado entre quienes defienden a capa y espada el uso de las pantallas, minimizando sus riesgos y quienes advierten de los graves riegos que supone dárselas antes de tiempo (14-16 años).
De manera que no pretendo en modo alguno demonizar los increíbles y extraordinarios avances digitales, pero sí llamar la atención para que reflexionemos sobre la necesidad de regular los tiempos y los contenidos que ese es el núcleo de la cuestión, más que la pantalla física.
¿Cómo lo hacemos?
Padres y madres expresan previamente o en el grupo sus preocupaciones. Les propongo algunas consideraciones al respecto, basándonos en las opiniones de diferentes especialistas y les planteamos algunos casos concretos, cuya solución se aborda con diferentes alternativas que deberán ser analizadas con sus pros y sus contras. Todo ello se debate y, finalmente, si es posible, se seleccionan las actuaciones más adecuadas.
¿Cuáles son las preocupaciones más frecuentes?
Preciso es reconocer un hecho indiscutible: la conocida brecha digital que existe entre las dos generaciones de progenitores e infantes, que dificulta tomar conciencia de la realidad: el poder adictivo de las pantallas y la necesidad de regular rigurosamente los tiempos y los contenidos. No puede ser que la Tablet o el móvil se convierta en “el agente educativo” más importante de los/as pequeños/as.
No quiero entrar en el debate de pantallas sí o pantallas no, si bien convendría retrasar el mayor tiempo posible, el uso recreativo de las mismas, controlando el tiempo dedicado a la obtención de información académica. La tecnología tiene diferentes usos: aprendizaje, entretenimiento, ocio o desarrollo de habilidades. Uno de los que más preocupan es el entretenimiento. Es pertinente conocer cuál es el uso real para decidir qué hacer.
Bien es cierto que el tiempo es limitado y si lo dedicas a determinadas actividades, dejas de hacer otras. Tenemos que tomar conciencia del grado de atractivo de las pantallas, de la enorme presión existente para que se usen y de los riesgos que comporta un uso abusivo e inadecuado. HAY VIDA DESPUES DE INTERNET.
Es sabido que los creadores de las plataformas y aplicaciones más importantes de Internet, regulan escrupulosamente el uso de estos dispositivos en sus hijos/as, incluso los prohíben en los centros educativos a donde acuden. Ellos conocen el poder adictivo y los efectos de sus propias creaciones.

En cualquier caso, si una familia ha decidido aguantar contra viento y marea esa presión externa encaminada a comprar un smartphone –como la mayoría, para no sentirse raro o excluído no ha de olvidarse que es un negocio impresionante- habrá de respetarse, al igual que aquella que ha decidido comprárselo. Ahora bien, una vez comprado, es preciso una capacitación previa de los padres/madres y del usuario/a de ese nuevo accesorio, que marcará su vida a partir de ese momento, razón por la que es imprescindible establecer límites.
Por ejemplo, hay que acompañar ese proceso sirviendo los propios padres como modelo, teniendo una cuenta conjunta en las RRSS, para así aprender a publicar de manera adecuada o conocer los riesgos de interactuar con desconocidos o quedar con ellos.
Pues bien, las seis preocupaciones más generales de los padres, madres y educadores que nos han hecho llegar, respecto de los comportamientos de sus hijos que sospechan tienen que ver con la exposición a las pantallas, son:
Tienen problemas para conciliar el sueño.
Dificultades de atención y concentración.
Su lenguaje es reducido y presenta limitaciones.
Discusiones familiares y conflictos diversos relacionados con el uso de las pantallas.
Manifiestan alteraciones emocionales como irritabilidad, agresividad e hiperactividad.
¿Qué síntomas nos tienen que poner en guardia?
¿Qué les sugiero yo?
A mis “padres y madres vergonzosos” les sugiero el siguiente decálogo:
- Que retrasen en la medida de lo posible la compra de un móvil con acceso a Internet.
- Que, de comprárselo, antes les capaciten sobre un uso adecuado del mismo, así como de los riesgos que implica utilizarlo.
- Que deben acompañarlos en esa andadura de los primeros años, estableciendo incluso un contrato de uso. HAY QUE LIMITAR EL TIEMPO DE USO RECREATIVO.
- Que establezcan los controles digitales que consideren pertinentes para filtrar los contenidos y las horas de dedicación, advirtiéndoles que, esta medida, tiene que ir acompañada necesariamente de una capacitación amplia. Fuera de la familia no hay los mismos controles.
- Desactivar las notificaciones.
- Que no se lo lleven a dormir y que nunca lo usen en las comidas.
- Que demos ejemplo, ya que somos un modelo de gran influencia.
- Saber que las pantallas son muy atractivas (y adictivas) para niños y niñas, tambien para los adultos.
- Cuidar los premios/castigos vinculados al uso o no de las pantallas. A menudo hablamos de este tipo de refuerzos psicológicos refiriéndonos a aquellas actividades que son atractivas para los hijos y que las valoran positivamente. El riesgo de conferir el valor de premio/castigo al uso de estos u otros TICs, puede provocar que valoren aun más el tiempo dedicado a las mismas, dificultando el que les cueste priorizar otras actividades, así mismo muy interesantes (salidas, deporte, interacción con los grupos de pares…
- Ha de quedar claro que la pantalla (incluyendo la TV o el PC)en sí misma no es nociva, al igual que considerar que antes de los 15-16 años no es imprescindible, dependiendo de cada caso. La clave está en la calidad de los contenidos, con quien interactúa, cual es su reacción y los resultados. Conversa con tus hijos/as y averigua qué tipo de expectativas tiene, qué respuesta/reacción les provoca lo que están haciendo y cuál es la finalidad de esa actividad.
Finalmente reitero la idea de que hay vida después de Internet y que, consiguientemente, no escatimen en organizar actividades lúdicas, en contacto con la naturaleza, de tiempo libre de toda índole, donde puedan interactuar con sus iguales.

Estas sugerencias son debatidas en el grupo (o grupos dependiendo del tamaño), donde un secretario/a recoge las aportaciones, con la pretensión de llegar a algunos puntos en común, tarea esta nada fácil por cuanto cada familia es un mundo.
Opiniones de especialistas.
Para complementar estas sugerencias mías y las congojas parentales, las contrastamos con diferentes puntos de vista por parte de especialistas. De la abundante documentación disponible tan solo destacamos, por ejemplo, las opiniones de algunos de ellos/as:
Para situarnos en el problema, citamos a Michel Desmurget, especialista en neurociencia que nos dice que “Los niños menores de dos años pasan diariamente casi tres horas delante de una pantalla, entre los ocho y los 12 años están casi cinco horas al día, de los 13 a los 18 años su consumo roza las siete horas diarias… solo por motivos recreativos” . Él ha hecho la suma y advierte:

Y es rotundo cuando afirma que “tienen un efecto devastador. La inteligencia se basa en la capacidad de poder memorizar, y todo eso se ve gravemente afectado por el uso de dispositivos digitales. Las pantallas afectan a todo lo que nos hace humanos: al lenguaje, a la capacidad de pensar, de razonar, de memorizar…”.
- Respecto de las repercusiones genéricas.
Lo primero que tenemos que considerar, es que las pantallas han venido para quedarse definitivamente y que aquellos padres y madres que luchan denodadamente contra su empuje y su presencia lo tienen cada día más difícil, porque las aplicaciones están diseñadas para crear adictos. Empeño loable sin duda.
¿Por qué es tan difícil educar en un uso racional y responsable de las pantallas de los menores? se pregunta Meghan Owenz, sugiriendo que padres e hijos están luchando contra un “ejército invisible de especialistas en diseño de comportamiento que hacen que sea tan difícil alejarse de las experiencias tecnológicas”.
Dicho de otra manera: las empresas que diseñan y fabrican las aplicaciones y juegos, dudo que tengan motivaciones altruistas exclusivas encaminadas a ofrecer productos que mejoren la educación, la salud o las relaciones de nuestros hijos e hijas. No. Creo que también hay otras razones a considerar: “ingenieros maquiavélicos del comportamiento” que basándose en los avances y conocimientos científicos que ofrece la Psicología, por ejemplo el llamado el “diseño persuasivo”, crean productos que enganchen y que sea casi imposible de dejar. Los avances de la Psicología en condicionamiento operante, aprendizaje intermitente y aprendizaje por imitación son, por ejemplo, utilizados de manera obscena por los diseñadores de las plataformas y RRSS.
Veamos solo tres ejemplos.
Una de las divulgadoras más tenaces en su lucha contra las pantallas es Carolina Pérez Stephens, que considera, desde su atalaya en Instagram (@carolina_perez_stephens), que el hecho de que los pre-escolares estén expuestos a todo tipo de pantallas desde que son pequeños es el peor error que estamos cometiendo actualmente. En su opinión: “las investigaciones en neurociencias exponen que las pantallas interactivas producen una cantidad anormal de dopamina, lo que finalmente provoca fallas en el cerebro de los niños”.
“Es por esa razón que los niños no se concentran, tienen cambios bruscos de humor, se vuelven agresivos y desafiantes, y sufren preocupantes cambios en la presión sanguínea y en el nivel de azúcar en la sangre. Nuestros niños tendrán serias dificultades de comprensión en el futuro y además, esta sobredosis de dopamina daña la ínsula, esa pequeña zona del cerebro que desarrolla la empatía y la compasión”.
En este mismo sentido, Marc Masip, uno de los psicólogos más conocidos en la divulgación de los riesgos de las pantallas, afirma que el móvil no hay que dárselo a un niño antes de los 16 años.

Otro psicólogo, Joan Amorós, especialista en tecnología, insiste en la idea de desconexión digital y disfrutar de la naturaleza, proponiendo a los progenitores, entre otras medidas, que se aseguren de que estos pasen una hora al aire libre por cada hora que pasen conectados.
La Dr. Cecily Dvorak Havert, que es citada en el informe Qustodio que veremos más abajo, médica especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, aconseja a las familias que «para proteger la salud física y mental de los niños, es fundamental que realicen como mínimo 60 minutos de actividad física diaria.
Son conocidas las recomendaciones de la la Asociación Americana de Pediatría, destacando, entre otros:
Seguir la regla 20-20-20. Es decir hay que asegurarse de mirar objetos situados a unos unos 6 metros, cada 20 minutos y durante, al menos, 20 segundos. En el caso de niños pequeños hay que asegurarse de ello.
Evitar el uso de pantallas digitales en niños/as menores de 18 a 24 meses
Para niños/as entre 18 y 24 meses, en el caso de usar pantallas, elegir sólo aplicaciones de alta calidad educativa, interactuando siempre con un adulto. Menos tiempo es siempre mejor.
Este organismo también advierte de lo inadecuado de usarla como estrategia, o medida para calmar al niño/a, tenerlo tranquilo y que no moleste.
En términos generales, muchos expertos/as consideran que los aprendizajes parecen más consistentes y adecuados cuando se llevan a cabo a través del contacto directo con sus iguales, más que con los que provienen de la interacción con las pantallas.
2. Respecto de los efectos negativos
Un uso inapropiado va a tener efectos negativos. Cuatro ejemplos:
a). Hay suficiente evidencia científica de los riesgos de un excesivo uso de las pantallas. Ya en 2013, según un estudio del ensselaer Polythenic Institute de Nueva York “El uso prolongado de pantallas de ordenadores, libros electrónicos y móviles causan cambios en la melatonina, que es la hormona encargada de regular los ciclos de nuestro sueño”.
El neurocientífico Michel Desmurget, citado con anterioridad, advierte que los datos de estudios científicos muestran que “el uso de las pantallas tiene un enorme efecto negativo en la inteligencia y el desarrollo. Sólo por cómo las pantallas afectan al sueño estaría justificado que se tomaran acciones públicas, porque el sueño es la piedra angular de nuestra capacidad de aprendizaje y desarrollo“.
Además de las alteraciones del sueño que preocupan a nuestros padres y madres, citar al menos otros problemas tales como una mayor obesidad y riesgo cardiovascular. O los trastornos oculares que puede provocar un uso continuado de las pantallas, por ejemplo, el ojo seco, irritación, lagrimeo, dolor, miopía, visión borrosa, picor, que de persistir, deberán ser vistos por un especialista.
b). Un gran estudio, el primero de su tipo, del Boston Children’s Hospital, mostraba que un sueño demasiado bajo o de mala calidad puede evitar que el cerebro desarrolle conexiones fuertes y eficientes, especialmente en menores y jóvenes ya que “Los circuitos cerebrales de los preadolescentes están madurando rápidamente, especialmente aquellos involucrados en procesos de pensamiento de nivel superior como la toma de decisiones, la resolución de problemas y la función ejecutiva: la capacidad de planificar, coordinar y controlar acciones y comportamientos”.
El estudio destaca que “el sueño poco saludable en la adolescencia temprana puede afectar el procesamiento y la integración de la información neuronal a través de redes incompletamente desarrolladas, lo que podría conducir a déficits en sus correlatos cognitivos, incluida la atención, la recompensa, el procesamiento y la regulación de las emociones, la memoria y el control ejecutivo”
c). La influencia en el cortex prefrontal es considerada por diferentes expertos. Parece que los cerebros se vuelven más perezosos, más vagos. Una de las psiquiatras españolas más activas en su labor divulgadora, Marian Rojas, advierte que el uso de pantallas está afectando negativamente a nuestros cerebros y que los llamados “nativos digitales” son ya menos inteligentes que generaciones anteriores.
En una entrevista, esta experta señala que La corteza prefrontal “es la zona del cerebro que está en la parte de delante y tiene 4 funciones fundamentales: la atención, la concentración, la resolución de problemas y el control de impulsos. Es la zona que nos hace seres superiores; no hay animal que tenga una corteza prefrontal tan desarrollada como la nuestra. Cuando nosotros nacemos, nuestra corteza prefrontal es profundamente inmadura y solo se estimula con tres cosas: luz, sonido y movimiento…cuando un bebé ve una luz, oye una música, oye pasar a alguien, entonces presta atención y su corteza prefrontal se activa”.
En su opinión, cuanta más pantalla, menos corteza prefrontal, se va haciendo más fina y por tanto a su juicio, “eres menos inteligente, tendrás menos capacidad para discernir, para filtrar lo accesorio de lo fundamental, o para la capacidad de retener información y usarla de manera creativa y positiva”.
Para corroborar estas propuestas, otros estudios relacionan el ejercicio físico y el deporte con un desarrollo cerebral más adecuado.
En concreto este, considera los efectos positivos significativos de la actividad física regular sobre el cerebro, en particular: la conectividad de red, la eficiencia, la robustez y la estabilidad, sobre las topologías locales de atención, redes somatomotoras, frontoparietales, límbicas y de modo predeterminado, que soportan procesos extensos, desde la memoria y el control ejecutivo hasta el procesamiento emocional.
Y abundando en ello, en el estudio se constata “efectos beneficiosos sobre los circuitos cerebrales en múltiples áreas esenciales para el aprendizaje y el razonamiento. Estos incluyeron atención, procesamiento sensorial y motor, memoria, toma de decisiones y control ejecutivo (la capacidad de planificar, coordinar y controlar acciones y comportamientos)”
d). Un estudio de Kaiser Family Fundation, señalaba que casi la mitad (47 %) de los padres cuyos hijos asistieron a la escuela virtualmente o una combinación de presencial y virtual durante el último año escolar, afirmaron que se quedaron atrás académicamente, en comparación con una cuarta parte (26 %) de los padres cuyos hijos asistieron todo o a la mayoría en persona.
Además, el 46% de los padres dicen que sus hijos, prácticamente se quedaron atrás en su desarrollo social y emocional, en comparación con el 31% de los niños que fueron a la escuela.
Uno de cada cinco (22 %) padres de niños que fueron a la escuela, señalan que sus hijos experimentaron problemas de salud mental o de comportamiento debido a la COVID-19, pero el número aumentó al 39 % para los niños cuya experiencia escolar fue, principalmente, a través de una pantalla.
3. Respecto de los conflictos en el hogar
Según un reciente estudio de Empantallados llevado a cabo durante la pandemia, el 25% cree que la tecnología ha aumentado los conflictos con los hijos. Y cuatro de cada diez padres opinan que necesitan crear hábitos de desconexión.
No hay que olvidar que la pantalla nos sirve para evadirnos de los problemas y preocupaciones cotidianos con suma facilidad, transportándonos a otro mundo novedoso, sorprendente, con sonidos, musica, colores, movimientos… que genera chutes de dopamina en nuestro cerebro, como ya hablábamos aquí.
De ahí su poder adictivo. En el caso de la juventud y adolescencia puede ser un refugio del que cuesta salir, especialmente quienes tienen determinados rasgos de personalidad o su entorno familiar o social no es satisfactorio.
4. Respecto de otras consecuencias.
El informe anual de Qustodio sobre los hábitos digitales de los niños, plantea algunas preguntas interesantes. Como botón de muestra: ¿Qué efecto tendrá el exceso de tiempo que dedican los jóvenes a las pantallas sobre su salud física y mental tanto a corto como largo plazo teniendo en cuenta que el 25% lo hace en las plataformas de vídeo, el 76% en el de las redes sociales, el 23% en el de los videojuegos, el 54% en el de las aplicaciones educativas y el 49% en el caso de las de comunicación.

En el informe se advierte que la mayoría no son conscientes de los riesgos que puede suponer para su seguridad, su privacidad, su salud e incluso su reputación digital futura. Por ello propone que los padres hablen con sus hijos sobre las ciberamenazas. Que se informen sobre las aplicaciones que forman parte de su vida cotidiana o que, por ejemplo, jueguen juntos a Roblox, disfruten de una sesión de YouTube familiar, o sigan a los mismos influencers que ellos en TikTok.
Hay muchos más riesgos como por ejemplo el consumo de pornografía o la hipersexalización de las niñas a edades tempranas, que RRSS como IG o TikTok, promueven hasta decir basta. Por ejemplo riesgos para su salud sexual, afectiva y relacional. Es probable que sea más precoz en las relaciones sexuales (y los riegos consiguientes de embarazos no deseados, ITS, agresiones sexuales, citas inapropiadas, abusos de pedófilos…) o que inicie sus relaciones de pareja sin la debida madurez y preparación, por querer ser mayor, ser más popular o conseguir más likes… lo que le puede llevar a ser candidata a ser víctima de violencia.
La autoestima corporal
La autoestima y la autoestima corporal son aspectos de singular importancia en la adolescencia. El cuerpo y el espejo, que se visita a diario, genera no poca inseguridad como hemos escrito en varios artículos. Los malestares corporales son experiencias comunes y generalizadas. Considerar esto como un conflicto de identidad sexual es una temeridad. Muchas chicas y chicos parecen necesitar el reconocimiento de su grupo de pares e Instagram es el escaparate perfecto donde se buscan ansiosamente likes y popularidad mostrando el cuerpo. Es, por tanto, el producto que se somete a subasta y, en función del escote, el culo, pechos o las transparencias, las apuestas suben y bajan.
En ese contexto quienes se sienten o son valorados como feos/as y, por tanto, no se parecen a las chicas o chicos que “triunfan” en Instagram o Tiktok, sufren. En los centros de enseñanza, por ejemplo, suelen ser objeto de burlas y acosos y vivir experiencias profundamente desagradables que marcan esa etapa vital, oscureciendo el descubrimiento de nuevas experiencias y aprendizajes, en un cerebro en construcción.
No pocas niñas, con el fin de llamar la atención en Instagram y TikTok y conseguir likes y popularidad, han aprendido que mostrando su cuerpo lo consiguen, por lo que se empeñan con tesón en tratar de sortear las burdas censuras del pezón. Justo al lado de esto, está Onlyfans que, haciendo lo mismo y un poco más, ganas dinero. La nueva pornografía y la prostitución unidas nuevamente. No debería haber ningún menor en Instagram, una red con múltiples riesgos para la autoestima corporal de las niñas, hecho reconocido por la matriz de esta corporación.
Las RRSS han sustituido las necesidades reales de sentirse valorados y queridos, así como la de tener amigos/as, por unas supuestas satisfacciones momentáneas y virtuales, que no generan sino frustración, soledad y sufrimiento. No es descabellado pensar que estas circunstancias pudieran contribuir a explicar que el suicidio sea ya una de las causas de muertes en población juvenil ¿Has hablado con tus hijos/as sobre todo este asunto?
¿Qué síntomas nos deben poner en guardia?
Hay varios indicadores que los padres y madres avezados tendrían que considerar para valorar la importancia de esa conducta. Entre otros destaco:
a)Se pierde la noción del tiempo conectado. Le cuesta (pone excusas) desconectar el ordenador.
b) Descuido por la imagen y el cuidado físico/higiénico.
c) Cambios del humor, irritabilidad, ansiedad… Problemas con el sueño o la comida.
d) Hay que considerar que pueda ser una manera de no afrontar otros problemas que tenga.
e) Se quita importancia al tiempo de conexión. Se niegan (engaños) las horas en las que está navegando o a qué hora se conectó.
f) Volver a conectarse se vive con gran intensidad y nerviosismo.
g) Suele haber un conjunto de conductas asociadas: Se dejan de haber otras cosas. Baja autoestima. El foco de sus intereses lo pone en la pantalla. Puede haber problemas académicos, bajo rendimiento… Sentimientos de culpabilidad.
Los padres habrán de valorar esta sintomatología para tratar de resolver este problema y, en su caso, buscar ayuda profesional.
Una reflexión final:
No hay ninguna duda de que las pantallas pueden crear adicción. Es más, considero que están diseñadas para eso, tal y como hemos advertido en otros artículos. (Clica aquí si quieres saber más). Sabemos los efectos que tienen las conductas adictivas en nuestro cerebro. Las diferentes aplicaciones y plataformas tienen como objetivo retener la atención del usuario el mayor tiempo posible, a través de la atractiva pantalla, pletórica de movimiento, luces, colores y sonidos de singular atractivo.
En la actualidad hay mucha información científica, documentales en las plataformas de TV digitales como Netflix e innumerables vídeos en You Tube.
Padres y madres harían bien en reconocer la realidad y los riesgos que comporta el uso abusivo de estas tecnologías. Como se ha señalado más atrás, los grandes CEOs de las multinacionales más importantes a nivel planetario, no quieren que en las escuelas de sus hijos estén las pantallas, sabedores de que los aprendizajes parecen más significativos y eficientes cuando se producen en un entorno en el que destaca el contacto personal y real con sus pares.
Además, hay muchos intereses en consumir noticias en determinadas en formatos, perfectamente diseñados, cuyos algoritmos saben que contenidos nos pueden facilitar. Hechos a todas luces que se basan en “influir/manipular” para consumir lo que a esas grandes corporaciones les interesa.
Primero, todos tendremos un grado mayor o menor de dependencia de las pantallas, razón por la que primero deberíamos tomar conciencia de la realidad en la que estamos inmersos, así como de esos intereses e influencias que tratan de hacernos sujetos abducidos por las pantallas.
Segundo, estar atentos y controlar el tiempo y los contenidos, es decir un adecuado USO para no caer en el ABUSO
Tercero, considerar muy seriamente que los padres son el mejor modelo para sus hijos.
Como colofón señalar que esa adicción a las pantallas no es solo un problema de los menores y jóvenes, ya que es transversal y generalizada, por tanto también es de los mayores.
En concreto una queja frecuente en las parejas es haber sentido phubbing: sentirse ignorada por su compañero/a, más pendiente de la pantalla que de él o ella, circunstancia que puede provocar serios conflictos en la relación… porque parece que estamos ante un trio difícil de llevar y puede llevar a plantear la disyuntiva: O la pantalla o yo.
Lo que es evidente, es el desafío que muchos padres y madres tienen por delante, a los que reiteramos que hay vida después de Internet, en consecuencia, TANTO ADULTOS COMO MENORES tienen que aprender a distribuir el tiempo de manera adecuada y evitar, por todos los medios, que el tiempo libre de hijos/as se reduzca a estar frente a una pantalla sea del móvil, la Tablet o la consola. Tiene demasiados riesgos.
En nuestro programa TUS HIJOS VEN PORNO, analizamos con amplitud los diferentes riesgos de Internet, ofreciendo criterios educativos concretos y específicos.
Mas tarde o temprano tus hijos verán porno con violencia y tratarán de llevarlo a la menor oportunidad, con una chica que, a menudo, no ha visto tanto como él. Hay que capacitar a ambos, antes de que eso suceda y tengan otra mirada radicalmente diferente. Pero ¿qué decirles? ¿cómo? ¿cuándo? Para que conozcas mejor el problema e intervenir adecuadamente cuanto antes, te regalo un capítulo de mi último libro: https://cutt.ly/LAMUJaL Un manual de casi 500 páginas, valorado muy positivamente por profesionales, padres y madres. Lo tienes por lo que cuesta un café. ¿Me invitas a un café por los ratos buenos que hemos pasado? Gracias.
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