PornEducation para el finde, ¿te atreves? (*) #PornEducationParaElFinde Un nuevo artículo para leer y reflexionar el fin de semana.
Nota previa
Dada la excelente respuesta de la primera edición y de la valoración positiva de los/as participantes que la han realizado, tengo el gusto de comunicarte que la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, ha vuelto a convocar este curso universitario, destinado a postgraduados/as, denominado Experto/a en Prevención de los Efectos de la Pornografía en la Salud Afectivo-sexual , para el curso 2023-2024, informando que ya está abierta la matrícula.
“Mami, el porno ¿es bueno o malo?”
T., 8 años.
Esta pregunta es una de las que, con mayor frecuencia, me formulan los jóvenes con los que suelo llevar a cabo Talleres de educación sexual y pornografía. También acontece en muchos grupos de formación que realizo con adultos (mis conocidos Talleres para madres y padres vergonzosos) y es uno de los debates más recurrentes entre detractores y partidarios del porno en todas las Redes Sociales como Twitter, que es la red madre de todas las broncas, porno, odio y violencia. Y, ya ven, Elon Musk la ha comprado por 44 mil millones de dólares, viendo una oportunidad de negocio, para que crezca hasta el infinito, constituyendo un modelo altamente inapropiado para los menores que no deberían estar en ella. Tampoco en Instagram, pero es el mercado, amigo.
Anotación previa
Antes de responderles a la pregunta, considero pertinente situar el contexto, siquiera sea citando un par de aspectos controvertidos vinculados a esos debates sobre el porno.
Porque, les digo a mis chavales y chavalas, esa pregunta que me hacéis, provoca reacciones de toda índole, particularmente en las RRSS en donde te “puede caer la del pulpo”, digas lo que digas. Creo que es positivo que los jóvenes sepan de qué va esto y conozcan algunas de las implicaciones más relevantes que tiene la pornografía. No hay problema por contarles experiencias concretas para analizar conjuntamente, porque tengo anécdotas para dar y regalar.
Debates muchas veces insoportables por su carácter “barriobajero”, pleno de demagogia, dogmatismo e inquisición. Un botón de muestra: ese mismo título Taller sobre educación sexual y pornografía, provocó las iras de un grupúsculo de mujeres en una red social. Sin saber de qué iba la iniciativa formativa, sin conocer los contenidos, la metodología o de quien lo impartía. Hablar por hablar, es decir lo que en mi tierra viene a ser un/a bocazas. Tirar a degüello para obtener un par de segundos de supuesta gloria, desde un nick anónimo, claro, caldo de cultivo de los/as cobardes y de los terroristas verbales, que sueltan su bomba sin importarle las consecuencias.
Da la impresión de que no soportan que un hombre hable de pornografía, prostitucion, abusos y agresiones sexuales o la IVE, sin pedirles autorización. Yo ya lo hacía a finales de los años 70 y, muchas de ellas, seguramente no habían nacido. Consecuentemente lo voy a seguir haciendo, faltaría más.
El debate envenenado
Que el sexo ha polarizado y polariza las diferentes ideologías a favor o en contra no es nada nuevo en los últimos cien años. Cuestiones como el aborto, la pornografía, la prostitución o la ley trans española han elevado el asunto a la categoría de contienda feroz. Más en concreto la guerra que enfrenta a partidarios y detractores de la pornografía que se inició en EE UU, allá por los años 70-80, presenta un escenario cuando menos sorprendente, con alianzas imposibles de entender, las feministas tradicionales en contra radicalmente de la pornografía, no dudaron en aliarse con los grupos ultraconservadoras de la política y de la religión.
Es cierto que cada grupo y facción lo defendía con argumentos distintos: el pecado, la lujuria y la destrucción de la familia, con la industria insensible, misógina, machista y patriarcal que promueve la cultura de la violación.
En el otro extremo, en frente y a degüello, las feministas liberales y el movimiento queer, con un lenguaje y unos modos muy agresivos, apoyando a la industria y defendiendo una nueva moral sexual radicalmente distinta a la dominante hasta entonces y nuevos paradigmas en torno a los hechos sexuales.
En nuestro país, pasas tres cuartos de lo mismo. Por ejemplo, hace unos meses en el debate del Congreso de los Diputados sobre la prostitución ocurrió algo similar: Vox, PP, PSOE y un sector de Unidas Podemos votaron a favor. Amplios sectores de la izquierda más radical en contra. Debate del que, intencionadamente y supongo con negociaciones inconfesables, se hurtó lo referido a la pornografía y la educación sexual. Tal vez el empeño de sacar adelante la ley trans, fuera como fuera, tuvo mucho que ver.
Las dos manifestaciones del 8 de marzo, evidenciaron con absoluta rotundidad esa guerra que no tiene visos de resolverse, muy al contrario irá enconándose hasta límites extraordinarios.
¿Es de derechas o de izquierdas ver porno? ¿Moderno o tradicional? Preguntas imposibles de responder mientras no se defina con claridad que entendemos por pornografía. Termino plagado de intereses, desconocimientos, ideología, emociones…Yo he tratado de proponer una nueva conceptualización y he sido una diana a la que se han lanzado dardos envenenados, cuando no descalificaciones a modo de vómitos con un hedor insoportable.
Sorprende que algunos/as progresistas defiendan la pornografía como algo liberador y moderno. Es cierto que, en la reciente historia de España, en la época de la transición, tuvo ese carácter en un país ansioso de conocer los hechos sexuales, vedados y pecaminosos todos ellos por el nacionalcatolicismo dominante. De aquellos polvos, estos lodos.
Sin embargo, es inaceptable que, en la sociedad actual, se trate de vender el porno como educación sexual. Claro, pero si entendemos la educación sexual como una manera de influir en las actitudes y conductas, la pornografía en particular lo que denomino, películas sexuales pornoviolentas (PSP) lo es, pero con resultados profundamente negativos y nada saludables.
Por tanto, hay demasiada polarización ideológica e intereses enfrentados como ya explicamos en su momento aquí, en una serie de 8 artículos de divulgación. Las ansias de poder subyacen a estas controversias falaces. Aunque en menor medida, sucedió lo mismo con el lobby de las tabacaleras, las alcoholeras, los cárteles de la droga o los vídeojuegos, perfectamente integradas en las sociedades modernas, en forma de negocios megamultimillonarios a costa de otras tantas personas adictas. Al igual que acontece en todas las RRSS y plataformas de Internet, que tienen la misma finalidad de promover sujetos pletóricos de adicciones.
Las opiniones sobre la pornografía están tan radicalizadas que se produce la clásica exigencia dicotómica: O conmigo o contra mí. Y si no comulgas, ya sabes la que te espera, zancadillas de toda índole, boicoteos a diestro y siniestro, porque el poder ya sea grande o pequeño, solo está interesado en sus pupilos y no soporta las disidencias de quienes no son sus súbditos, que pongan en riesgo sus prebendas, aunque sean imaginarias. Eso se llama conducta sectaria. No espero que me inviten a una conferencia o que compren mis libros. Ni siquiera que citen mis publicaciones, que no lo hacen.
Hace meses suspendieron mi cuenta en Twitter con 18K seguidores, una cuenta bien currada, con cientos de tuits de amplias repercusiones, algunos de ellos con 2M de impresiones. Las circunstancias puedes conocerlas aquí. Amazon me prohibió la venta de un libro sobre pornografía, editado por ellos mismos. Instagram hizo lo propio con una cuenta de 5000 seguidores. LinkedIn no me ha permitido publicar ciertos post. Estoy seguro de algunos de esos grupúsculos religiosos, políticos e ideológicos organizaron una campaña contra mi y Twitter y el resto de RRSS les llevó bajo palio.
Pero lo cierto es que, tal situación, no coadyuva en nada a mejorar la salud de nuestros menores y su salud sexual, afectiva y relacional futura, que es lo que a mí me atrae -razón por la que estoy implicado con pasión y entusiasmo- mientras que, sospecho, muy al contrario, lo referente a la salud de nuestros chicos y chicas no les concierne en absoluto a esos/as fanáticos/as de la bronca y del panfleto propagandístico.
En consecuencia, no suelo entrar en ese tipo de debates respecto de si el porno es malo o bueno, si tiene o no tiene efectos en las conductas sexuales violentas o en los comportamientos adictivos. Doy mi opinión en otros foros, como aquí en mi blog o en mis libros, o en los talleres y conferencias que imparto, pero no entro al trapo, a tenor de que me cansan y, a mi edad, me aburren. Una pérdida de tiempo.
Porque, en buena parte, ya no se trata tanto de una cuestión de opinión como, más bien, de disponer de una mínima información rigurosa basada en la evidencia científica. Todo el mundo puede opinar sobre cualquier tema, sin embargo, en asuntos de salud convendría exigir un mínimo de rigor so pena de no hacer el ridículo. Si quien lo hace tiene alguna relevancia pública, además, es inaceptable que se comporte como un cantamañanas. En el ámbito político, tenemos algunos ejemplos de cantamañanas de libro, cuando se adentran en terrenos de sexualidad y educación sexual. En las últimas campañas electorales, hemos tenido perlas sin igual.
Búsqueda de autorización
Pero, bueno, soy consciente de que con esa pregunta los chavales y chavalas están tratando de indagar que yo, como “profesional experto” que me suponen, porque para eso me han invitado a hablar con ellos/as, sus padres/madres o docentes, ofrezca una posición inequívoca que autorice o no su decisión para consumirlo. Vano empeño.
Además les digo que yo no soy ni su padre, ni su profesor, ni el cura de la parroquia o su entrenador de futbol. Soy un profesional de la salud que viene a compartir con ellos/as sus reflexiones, experiencia y conocimientos. Nada más. No les diré que no fumen, no beban o no consumen porno, si no me lo preguntan directa y explícitamente. Les hablaré de los conocimientos científicos que, a ese respecto, sabemos en lo concerniente al consumo.
Porque en estos talleres, a esa pregunta inicial, mi respuesta es devolverles otra interrogación: ¿Y el tabaco, el alcohol, la cocaína, los porros o los videojuegos?, no sin antes advertirles que la perspectiva moral que subyace a esa cuestión que me formulan con alborozo , así como los términos en los que se expone, prefiero sustituirlos por otro de carácter sanitario, porque el sexo es, así mismo y fundamentalmente, una cuestión de salud, es decir: ¿El porno es o no es saludable?
Vale, entonces me dicen: ¿El porno es o no es saludable?
Y les digo: Depende…
Y me inquieren: ¿De qué?
Factores a considerar
Pues, continúo, depende de muchos factores: No es igual tomarse una cerveza 0,0 que un tequila de 45º o un aguardiente de más de 60º. Tampoco es lo mismo beberlo una vez por semana que todos los días, ni tomarlo a los 12 años o a los 30. Incluso hay diferencias de quién toma ese producto, sus rasgos de personalidad, por qué lo toma, qué información tiene del mismo, de los riesgos de su consumo, si ha recibido una adecuada educación o cómo son sus relaciones familiares y el grado de exposición en ese hogar al alcohol.
¿Y los mayores? interpelan inmediatamente. Claro aquí tienes que comerte con patatas toda la cultura milenaria occidental de fomento del alcohol y de las fortísimas presiones de los lobbies. De todas maneras, lo que hagan los adultos/as es una cuestión de ellos porque son mayorcitos/as. Prefiero trabajar con gente menuda para tratar de prevenir algunos riesgos de salud. Solo tratar, porque la realidad es, a decir verdad, poco grata y esperanzadora.
A veces pongo un ejemplo con el que suelen reírse: no es igual la mortadela sin aceitunas al por mayor, que el jamón que lleva un precinto negro, que garantiza que provienen de cerdos 100% ibéricos, criados en total libertad y alimentados con pastos naturales y bellotas. Aunque los dos productos son del cerdo, no tienen nada que ver el uno con el otro.
Y aprovecho la ocasión para plantearles una de las ideas que a mí me parece muy relevante y que aporto en mi trabajo: la necesidad de cambiar el término pornografía por el de películas sexuales y hacer una primera distinción: las Películas Sexuales Eróticas (PSE) que serían el jamón etiqueta negra y las Películas Sexuales Pornoviolentas (PSP) que serían la mortadela. Volveremos sobre ello.
Estos son solo algunos ejemplos a la hora de considerar los efectos de ingerir alcohol que es un tóxico indiscutiblemente, como lo es el tabaco o las sustancias estimulantes, desde el porro a la heroína. También las películas sexuales pueden ser tóxicas, aunque no sean una sustancia.
No os voy a decir, les advierto, si tenéis que tomar o no estas sustancias o consumir qué tipo de películas sexuales, ya que es una decisión que tomaréis en algún momento. Sí me permito sugeriros que, antes de hacerlo, sea una opción decidida exclusivamente por vosotros, sin presión alguna y que, previamente, os informéis muy bien de qué producto se trata y cuáles son los riesgos que comporta, sugiriéndoles que el cuidado del cuerpo es un valor importante que suele valorarse de mayor, a veces tarde, porque tiene memoria.
Tenéis que saber que el patrón neurofisiológico y comportamental de la conducta adictiva a todas estas sustancias y no sustancias, es similar, o dicho de otra manera: la persona adicta a cualquier sustancia o no sustancia, se comporta de una manera parecida, sugiriéndoles dos de mis artículos, de una serie de 6, sobre la adicción al porno y sus efectos en menores, este:
Consumo de porno en la infancia y sus efectos en el cerebro (V): la adicción a las películas sexuales.
O este:
Consumo de porno en la infancia y sus efectos en el cerebro (y VI): ¿Soy adicto/a al porno?
Todas ellas, sigo indicándoles, al igual que la pornografía o los videojuegos, tienen un elevado poder adictivo, es decir pueden crear dependencia y podría convertirse en un grave problema de salud más adelante.
Creo que las películas sexuales tienen un poder adictivo superior al resto, debido a sus particularidades, ya que además de tener esa misma pauta conductual, poseen otras características que les diferencian, entre las que destaco las siguientes: son gratis, están en el smartphone pegado a la palma de tu mano la mayor parte del día, no hay que "meterse" o ingerir ningún producto físico en el cuerpo, ni salir de casa a adquirirlo, yendo por sitios poco seguros, que te den gato por liebre, con la preocupación de que te pille la policía y, especialmente, porque estas películas sexuales, excitan y dan placer. Ahí está la gran diferencia: DAN PLACER SEXUAL, acompañado de generosas dosis de dopamina en nuestro cerebro y en todo el cuerpo, reforzando la experiencia y ansiando la siguiente.
Otra gran diferencia son los valores que promueven en las relaciones heterosexuales -que es de lo que van mis artículos, lo digo para que no me acusen de homófobo o de transfobia por no citarles- que, en este caso, si va asociado a la violencia, particularmente contra mujeres niñas y niños, el asunto se complica sobremanera, porque esa capacidad adictiva se puede incrementar y las consecuencias del aprendizaje pueden ser peligrosas para otras personas, ya que se acaba erotizando la violencia. He repetido hasta la saciedad que la violencia y la sexualidad son incompatibles y no hay ninguna justificación para que vayan de la mano. La violencia sexual es violencia, no sexo.

En cualquier caso, todo chaval o chavala que tenga un móvil (Tablet, PC, Consola…) con acceso a Internet en su mano, de cualquier edad, solo en su habitación, sin ningún límite ni control, tiene a su disposición millones de vídeos y de estímulos sexuales novedosos, ilimitados, subyugantes, que penetran directamente en su cerebro más primario a través, sobre todo, de los sentidos de la vista y del oído, provocándole una descarga de dopamina sin igual. Excitante y placentera como ninguna otra. El chute más prodigioso, porque no hay nada parecido. Anda, mejorármelo, les incito a que me digan los/as participantes
Con un cerebro inmaduro y en proceso de desarrollo, difícilmente podrá afrontar exitosamente esa experiencia, comprender su sentido y significación y poder tomar una decisión racional, ante esa avalancha de estímulos fascinantes -superestímulos que denominan los expertos- y, tal vez, pueda ser para algunos/as traumatizantes, circunstancia que puede empeorar más que nada, porque lo ocultan y lo viven con culpabilidad.
Puede que convivan la sensación de rechazo y, a la vez, de fascinación y de atracción. ¿Quién vencerá? Difícil saberlo, pero el placer sexual es muy atractivo y, por ende, poderoso. ¿Quién discute con un orgasmo?
Sabemos que algunos niños acceden a estas representaciones audiovisuales a los 5 o 6 años y que, a los 8, con el regalo del móvil en la primera comunión, ya se sientan las bases para una fácil exposición, de manera que a los 12 un grupo muy importante de chicos ya ha visto porno y a los 16 más de la mitad. Antes de la mayoría de edad, es difícil encontrar un joven que nos diga: Nunca he visto porno. Y cada vez el dintel de inicio es más precoz.
Este es un hecho que, lamentablemente, muy pocos adultos con responsabilidades educativas reconocen. Por otra parte, como no lo va a comentar con nadie, las consecuencias de todo ello son imprevisibles, aunque no auguran nada positivo. De esto hemos hablado en varios artículos como este:
Consumo de porno en la infancia y sus efectos en el cerebro (IV): Sexo, drogas y dopamina
Esa fácil y rápida capacidad de provocar tal reacción de excitación sexual – que es un mecanismo denominado Respuesta Sexual Humana (RSH) presente en todos los seres humanos desde los orígenes de nuestra especie– puede contribuir a explicar el por qué las películas sexuales tienen tanto éxito. De ahí que pueda generar, muy fácilmente, una extraordinaria adicción. Aunque la persona no lo reconozca, ni hable de ello. Pocas personas adictas a la pornografía son capaces de reconocerlo y de comunicarlo.
No ha de olvidarse que el sexo es la primera adicción de la especie humana, hecho que también habremos de considerar si, en realidad, queremos entender la adicción a las películas sexuales o al cibersexo.
No todas las películas sexuales son iguales
Y aquí aprovecho para decirles que a mí me gusta hablar de películas sexuales en lugar de pornografía, distinguiendo varios tipos, pero ahora basta con una sencilla clasificación: Películas Sexuales Eróticas (PSE) y Películas Sexuales Pornoviolentas (PSP).
Lo que es un despropósito es que, en muchos debates, al hablar de la pornografía, se mezcla todo, a modo de totum revolutum. En mi opinión, no se puede meter en el mismo saco las películas sexuales pornoviolentas, con las que no lo son. Por ejemplo, no se pueden poner al mismo nivel y, por ende, blanquear las películas de tortura sexual a menores, que las hay, con otras que son representaciones simples de relaciones sexuales más o menos estéticas, pero sin ningún tipo de violencia.
Enviar este mensaje, de que todo es igual, a nuestros menores y adolescentes –que la inmensa mayoría va a utilizarlos sin ninguna duda- es una autentica irresponsabilidad, porque se le está diciendo que da igual la tortura sexual y la violencia extrema que ofrecen muchas de ellas, que otras representaciones en las que no hay ningún indicio de tal cosa. Esos mensajes en forma de mantras pudieron tener sentido a final del siglo pasado, sobre todo en EEUU, donde alcanzaron una importante repercusión social, pero han pasado 50 años y las sociedades y la propia industria de las películas sexuales, han cambiado espectacularmente debido en buena parte a la omnipresencia de Internet.
Ha de quedar claro, por ende, que entre unas y otras, hay notables diferencias. La más importante es que, desde la perspectiva de la salud sexual, la violencia sea del tipo que sea, es la línea roja que separa el erotismo de la pornoviolencia. De lo saludable o lo que provoca sufrimiento. De una relación sexual maravillosa a otra inaceptable. Por tal razón afirmamos que las PSP pueden ser no solo adictivas, sino que pueden provocar daño a la persona y a sus parejas.
Y les informo que, de necesitar ese tipo de estimulación, sería razonable considerar que un consumo controlado, racional, de Películas Sexuales Eróticas, porque también pueden generar adicción, no tendría que suponer ningún problema con un conocimiento sexual previo básico.
¿Y cuáles son esas películas? demandan inmediatamente. Como he señalado en otras ocasiones, serían saludables aquellas que transmiten una perspectiva de la sexualidad como una dimensión amorosa, saludable, divertida, apasionada, tierna y placentera que tiene todo el sentido cuando se da en un entorno de deseo y acuerdo mutuo, afecto, respeto, libertad y corresponsabilidad en el placer del otro/a, que me concierte y con el/la que empatizo, que puede vivirse, si así se quiere, de manera individual o en compañía, configurando una parte de la salud sexual. Cualquier tipo de violencia es incompatible con la sexualidad y, por tanto, inaceptable.
Si no las hay, habría que hacerlas, porque los menores y jóvenes (también los adultos) las utilizaran en cualquier caso. Pero instaurar la Santa Inquisición en el S. XXI, es lo más descabellado que puede hacerse, aparte de ineficiente, como hemos señalado aquí. Porque puestos a prohibir, podríamos decir lo propio respecto de ciertos libros, cómics u otros materiales escritos y fotográficos, que se utilizan para la excitación sexual. O infinidad de películas comerciales que incorporan el sexo en su realización.
En mis libros TUS HIJOS VEN PORNO 1 Y 2 analizamos ampliamente estos aspectos en la familia, proponiendo una intervención concreta para hacerle la competencia a las películas sexuales pornoviolentas.
En el próximo artículo, en la segunda parte de este tema, seguiremos hablando y contándole cosas a los jóvenes de nuestro taller.
Hasta el próximo viernes, entonces.
(*) PornEducation para el finde, ¿te atreves?, es una nueva propuesta, una más, a modo de campaña de sensibilización, que quiere ofrecer contenidos formativos por medio de artículos de divulgación, sobre sexualidad, educación sexual y pornografía, que se publicaran en este blog cada viernes, para leerlos y comentarlos el fin de semana con tranquilidad, con el hashtag: #PornEducationParaElFinde