¿EL PORNO ES FICCIÓN O REALIDAD (II): Sé que no es cierto, pero siento que sí lo es.

En nuestro afán por ofrecer contenidos formativos a familias y docentes sobre el fenómeno de las películas sexuales y su dimensión educativa, tratamos de aproximamos a la controversia entre la ficción versus realidad de la pornografía. En un artículo anterior (clica aquí si quieres leerlo) abordamos el valor de la imagen como elemento de influencia en los conocimientos, actitudes y conductas de las personas y hacíamos referencia a su pretensión de dirigirse particularmente a los aspectos emocionales.

¿Todas las imágenes son iguales? ¿Hay algunas más persuasivas que otras? Hoy me gustaría incidir más en concreto en la influencia de las imágenes sexuales, que a menudo son utilizadas maquiavélicamente en los medios, siempre refiriéndonos al porno heterosexual.

El influjo de las películas sexuales

No me cabe ninguna duda de que las representaciones sexuales filmadas son diferentes a cualesquiera otras. Tienen un impacto mayor. De una parte, gozan de ese poder de influencia de la imagen, pero tambien por sus particularidades: van directamente a las zonas cerebrales encargadas de gestionar esos estímulos eróticos – que vienen haciéndolo desde los orígenes de los seres humanos ya que están implicados en la continuidad de la especie- en donde el sentido del olfato ha sucumbido a la evolución en favor del de la vista.

El placer sexual es un premio de primer orden, uno de los primeros, sino el primero y el más atávico sin duda. La adicción sexual también es la más antigua. Además, es la evidencia de que la vida merece la pena ser vivida y que tiene sentido. Este placer está implicado en nuestro bienestar, contribuyendo a dar sentido a nuestra existencia. El placer nos hace sentir bien y nos conecta con aspectos esenciales del ser humano, como el amor, que de igual modo nos vincula con ese sentimiento de bienestar vital. O el altruismo. O la ternura. O la empatía y la compasión. Son sentimientos que nos protegen de conductas destructivas y violentas, favoreciendo la supervivencia de la especie.

De manera que el placer sexual es un gran motivador de la conducta, de la creatividad y de nuestra salud. Somos más receptivos a aquellos estímulos que nos provocan placer y bienestar. Nuestro cerebro, por mandato de la naturaleza desde hace millones de años, es más receptivo a todo lo que tenga que ver con el deseo sexual, por razones de supervivencia de la especie. Cualquier estímulo sexual provoca una señal de alerta cerebral: ¡Atención eso es importante!

Por el contrario, el sufrimiento vital y el dolor emocional tienen que ver, a menudo, con la ausencia de amor y de placer. Y ya hemos dicho repetidas veces que la violencia y la sexualidad están en las antípodas, por mucho que algunos se empeñen en que vayan de la mano por motivos pecuniarios. Ciertos trastornos mentales están asociados con esta dificultad para disfrutar del amor y de las gratificaciones que nos ofrece la existencia.

¿Ficción o realidad?

Pero vayamos al meollo de la cuestión. Dejando al margen de que el argumento del porno como ficción, ha sido vendido por la industria, exitosamente todo hay que decirlo, porque muchos/as se lo han comprado, mi opinión es que, de ficción, nada de nada. Además el término de ficción, en este caso, tiende a asociarse a mentira o triquiñuela. Algo así como que es una tontería que no tiene trascendencia alguna. “Cosas de niños”, “no hay que darle más importancia”, nos han comentado algunos padres tolerantes con el consumo de pornografía de sus hijos.

Estamos de acuerdo en que es una película y que la acción no se da en tiempo real, bien, pero deducir que, por eso, es inocua dista mucho de la realidad.

Estos días he visto un anuncio de una bebida de cola muy conocida mundialmente, que utiliza hábilmente los videojuegos y los jóvenes como excusa para publicitarse, subrayando la importancia de las emociones y afirmando: SI PUEDES SENTIRLO, ES REAL. y añade el eslogan: Real Magic. Esa es la clave: sentirlo. ¡Qué listos los creadores del spot! Y viendo porno se excita se masturba, sintiendo un intenso y exclusivo placer: el sexual que acompaña a la especie humana desde sus orígenes e insertado en nuestro ADN.

Por tanto, lo más relevante de todo este asunto es que muchos menores lo viven como real, creen que es real. Sienten que es real porque su cuerpo reacciona con una inusitada excitación sexual. Vete tú a decirle que toda esa experiencia es ficción, que es mentira. Ya.

Si un anuncio de 20 segundos de publicidad, como ya vimos en la anterior entrega, influye en las actitudes y conductas de los telespectadores, y las empresas invierten cantidades estratosféricas en ello, que sirven para financiar todos los medios de comunicación y otros muchos negocios como Internet, es evidente que lo hacen porque funciona. Condicionan las decisiones a la hora de consumir.

Entonces, ¿Qué efectos puede tener en el cerebro inmaduro de un niño/a, un vídeo con imágenes novedosas, atractivas, significativas, que conecta con impulsos de supervivencia, con diferentes dosis de violencia y que provoca emociones intensas lo que genera elevadas dosis de dopamina y de cortisol, durante gran parte de su tiempo en la pubertad y adolescencia? Además, durante cientos de horas, incluso algunos miles desde los 6 años que comienza su exposición a las películas sexuales.

El menor se da cuenta que en el vídeo sexual, está viendo a dos personas reales, haciendo prácticas reales -porque el azote deja la marca o la felación dura provoca arcadas- con las que, a todas luces, se excitan y disfrutan enormemente los actores y que, a su vez, esas imágenes provocan una poderosa excitación y placer en quien lo visiona. Lo siente realmente. Tan cierto como la vida misma. No insistimos en este extremo porque ya vimos el carácter de refuerzo natural del placer sexual. (clica aquí si quieres repasarlo)

Un adolescente nos describía magistralmente esto que trato de decir: “Sí, ya sé que no es cierto, pero yo siento que sí lo es”. La pornografía va directamente a provocar emociones a través de la estimulación de las zonas más primarias de nuestro cerebro. Y lo consigue, no hay duda de que lo consigue: excita sobremanera y produce placer a través de la masturbación y del sopor bienhechor subsiguiente a la misma. Y por eso, entre otras razones, tiene tanto éxito. Lo tiene muy fácil porque, por otra parte, es un mecanismo que a pesar de los millones años de evolución, sigue indemne: el deseo sexual vinculado a la conservación de la especie humana, está anclado en lo más profundo de nuestro cerebro que reacciona de inmediato ante él.

En este sentido comparar una película sexual con otras películas, por ejemplo, las típicas de héroes, está fuera de lugar, porque solo las películas de contenidos sexuales, excitan sexualmente. Tienen esa finalidad en exclusiva y los productores lo saben de sobra y van a saco.

Por otra parte, numerosas investigaciones han señalado que los menores y jóvenes tienden a considerar que lo que ven es lo normal, real, que se lo creen y que les gustaría llevarlo a cabo en sus prácticas sexuales.  No estaría de más que a lo largo del vídeo se insertará el siguiente slogan, al igual que en determinados anuncios de coches: “Este vídeo ha sido rodado por especialistas, nunca trate de hacerlo usted”. Porque, en efecto, de eso se trata, de que esas imágenes violentas NUNCA LAS LLEVE A LA PRÁCTICA. Sobre este punto pivota gran parte de nuestra propuesta educativa TUS HIJOS VEN PORNO.

Por tanto, tenemos que decir, alto y claro, que estas representaciones sexuales se viven como reales influyendo en las creencias, actitudes y conductas de quienes lo ven, si bien el grado de persuasión va a depender del tipo de película, de la edad, del grado de consumo o de la personalidad del espectador/a, entre otros factores de interés.

Negar la influencia del porno, es negar, no solo los mecanismos de aprendizaje basados en las investigaciones psicológicas sobre el modelado y la imitación, los diferentes estudios e investigaciones realizados al respecto, la evidencia clínica de los trastornos y disfunciones sexuales, sino todo lo referido a la cultura de la imagen, como vimos, basada en la influencia de los modelos audiovisuales que adquiere otra dimensión cuando de sexualidad se trata. En todo caso recordamos que:

1.- A la edad en la que los chicos y chicas se inician en el porno, una buena parte lo hacen antes de los 12-13 años, algunos a los 6-8, no parece que tengan muchos recursos para discriminar entre realidad o irrealidad, máxime en una sociedad donde se les niega una mínima educación sexual científica y profesional.

En el estudio de Save The Children que hemos citado otras veces veces, se advierte que 54,1% de los adolescentes, cree que la pornografía da ideas para sus experiencias sexuales y al 54,9% le gustaría ponerlo en práctica. Además constata que el 30%  de los adolescentes españoles usan la pornografía como el único recurso para aprender sobre sexualidad.

2.- En los videojuegos, los protagonistas son personajes de ficción, representados en dibujos animados. En las películas sexuales -aunque hay un subgénero muy amplio de películas sexuales de dibujos animados- son personas reales, que hacen prácticas sexuales reales: los penes, el semen o los pechos lo son. También las penetraciones anales o las eyaculaciones en boca. Incluso los vómitos y las arcadas ante una felación “hard” son reales. Los azotes dejan marca en los glúteos y moratones en el cuello a fuerza de apretarlo o los tirones de pelo también dejan huella. Y estas son las manifestaciones “suaves”, porque hay vídeos donde se observa con claridad prácticas de tortura y violencia gratuita.

3.- Las películas sexuales se realizan y se visionan con la única finalidad de excitarse para luego masturbarse o tener relaciones sexuales. Por tanto, hay una asociación clara con el placer sexual, antes, durante y después de ver la película. Esto no ocurre en otro tipo de contenidos ni de películas no sexuales.

4.- Los actores y actrices se excitan y disfrutan sexualmente (aunque en algunos casos sea fingido) al igual que los espectadores. Tal cosa únicamente acontece en estos vídeos.

5.- El placer sexual es un poderoso reforzador de la conducta (un premio de primer orden) que se está visionando, de ahí el riesgo, suficientemente documentado en el conocimiento científico, de asociar violencia y sexualidad de forma reiterada. Según algunos expertos como el profesor Lluis Ballester, habría un 25% de chavales que antes de los 20 años ya habrían visto películas de esta naturaleza, que son las que más abundan en Internet, en una horquilla que oscilaría entre 1000 y 5000 horas.

6.- Estos estímulos sexuales pueden acabar convirtiéndose en unos precursores de la excitación sexual. Con frecuencia, los primeros estímulos que provocan excitación pueden continuar teniendo ese carácter a lo largo del tiempo. La violencia que excita parece “quedar fijada” a esas imágenes. de ahí la importancia de las primeras experiencias sexuales, primeras fantasías eróticas…

 7.- Es de interés señalar su influencia como modelo de comportamiento: se promueve el sometimiento, la vejación y la degradación de la mujer como elemento especialmente excitante para el actor y los espectadores/as. Y esto es inaceptable desde cualquier punto de vista.

Además de los efectos de un consumo precoz y abusivo, de los que hemos escrito otros artículos, quisiera destacar por último un hecho que me parece muy importante: la alteración de la capacidad de empatía y de compasión, tanto viendo los vídeos de brutalidad sexual, como probablemente después, ya que podría trasladarse a la vida cotidiana. Este tema ha sido abordado aquí.

Me refiero a una especie de ocultación temporal de la conciencia, algo así como si la tapáramos con un paño, que permite ver contenidos de violencia sexual sin que pueda ponerlos en cuestión éticamente. Desde esta perspectiva, argumentar como ficción, supone “blanquear” la conciencia, oculta durante el visionado.  Como es ficción, no pasa nada.

Creo que este hecho es muy fácil de aprender, pero difícil de cambiar. El sujeto puede engañarse así mismo y tolerarse ciertas actitudes y conductas, inaceptables desde una ética humanista, porque es ficción.

Por ello cuando, desde la industria del porno y sus acólitos, se compara una peli porno a una de Superman, la comparación se nos antoja ridícula y falaz. Que yo sepa -excepto alguna parafilia inusual- ese tipo de films no provocan los mismos cambios neurofisiológicos asociados al placer, expectativa que se espera de todas las películas sexuales, es decir que excite. Por otra parte, en una película de guerra cuando le arrancan de cuajo un brazo a un soldado, el soldado no grita de placer y el espectador no se excita.

En conclusión, el porno no es ficción, en el sentido que aquí se ha señalado, pese a quienes insisten en este punto. Con todo, ese debate es estéril porque lo realmente relevante: es que los chavales y chavalas se lo creen. El porno violento es el tutorial, el manual de instrucciones 3.0, de las primeras relaciones sexuales de nuestros menores.

Y lo que tenemos que decirle es que esas relaciones violentas, NUNCA deben darse en la vida real y que por tanto las rechacen y, en su lugar, si lo necesitan, utilicen aquellas en las que no hay ningún tipo de violencia y que nosotros denominamos películas sexuales eróticas (PSE) Y si no las hay, realidad lamentable, habrá que hacerlas. Con todo, debemos transmitirles buenas y solidas razones para que en cualquier caso las rechacen y nunca consuman estas películas sexuales pornoviolentas (PSP).

Y de los efectos de las películas sexuales, descritos en numerosas investigaciones, ya hemos hablado en otros artículos, cuyo impacto y gravedad nos ha llevado a proponer otro nuevo concepto: una generación de #niñosyniñaspornograficos, generación de la que hemos hablado en un artículo anterior. Dada la normalización de este consumo, hemos de intervenir cuanto antes para competir con esa poderosa influencia de las películas sexuales pornoviolentas, porque su futuro emocional, sexual y afectivo puede estar comprometido. No hay ninguna justificación científica ni ética para verlas. Y sí pruebas sobradas de sus perniciosos efectos.

Hasta pronto.

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