Hace unos meses fui invitado por parte de la Federación de Pensionistas y Jubilados CCOO Navarra, a un taller para hablar en torno a la vida sexual y afectiva de las personas mayores. Me propuse reflexionar sobre ello, y poner en cuestión diferentes mitos y creencias arcaicas en un taller denominado La erótica del otoño, del que la prensa dió cumplida cuenta.
Esta conferencia la hemos impartido en otros muchos lugares de toda España. La última, hace un par de meses, en la Asociación Irazarra de Lumbier (Navarra), una asociación rural muy activa en la organización de actividades culturales,

Mitos y estereotipos culturales
Probablemente uno de los mitos más extendidos en nuestra cultura, en lo que se refiere a la dimensión afectivo-sexual de las personas, sea que la capacidad de amar y de disfrutar de los afectos y de la sexualidad tiene unos límites más o menos arbitrarios, bien sea por la edad, por cambios fisiológicos específicos u otras razones más socioculturales, límites que se han solido situar en torno a la menopausia femenina y a la andropausia masculina. Sabemos que tal cosa es inaceptable a la luz de los conocimientos científicos.
Es sabido que la sexualidad, entendida ahora como una dimensión humana importante en el desarrollo evolutivo, en las relaciones interpersonales o en la salud de las personas, ha sido escasamente valorada en la cultura occidental, circunstancia que ha afectado más a ciertos grupos de población. Por ejemplo, la sexualidad ha sido más estigmatizada en la infancia, en la tercera edad y en otros sectores tales como las discapacidades intelectuales o la enfermedad mental.
En las personas mayores se ha creído no solo que no tenían necesidades de esta naturaleza, sino que se ha llegado a pensar que su expresión era inadecuada, de mal gusto e incluso evidenciar una sintomatología patológica o, cuando menos, aplicar aquello de viejo verde para él, y de vieja loca para ella, términos que tenemos que rechazar y que, ya de por sí, serían motivo de análisis.
Por contra, la sociedad hipersexual actual promueve hasta la saciedad un modelo sexual juvenil que impone sin pudor, fisiológico, centrado en el coito, modelo que se observa con claridad en los vídeos sexuales de carácter pornográfico, las más de las veces con diferentes dosis de violencia contra la mujer.
Un nuevo modelo de sexualidad
Frente a la prohibición y a la banalización, es preciso un nuevo modelo de sexualidad en la vejez, más respetuoso con las necesidades y derechos de las personas mayores, fundamentado en los avances científicos y menos en creencias atávicas. Porque, a decir verdad, hay ciertas condiciones propias de la sexualidad de esta etapa que pueden enriquecer aún más si cabe la experiencia sexual.
Pensamos que una vida sexual activa y satisfactoria en la vejez puede ser un buen síntoma de salud y bienestar, siempre que la personas o personas implicadas así lo quieran. El impedir o coartar esta capacidad no hace sino aumentar el sufrimiento y la soledad a las que ya de por sí, nuestra sociedad competitiva tiende a condenar a las personas mayores, acelerando el proceso de envejecimiento y acercándoles a la muerte.
En este taller nos planteamos, entre otros, los siguientes objetivos:
- Suscitar la necesidad de que las personas mayores puedan valorar positivamente, tener una vida sexual y afectiva gratificante, si así lo desean, como un asunto de salud.
- Tengan un mayor conocimiento de la realidad psicofisiológica que comporta el envejecimiento.
- Conozcan los cambios afectivos y sexuales que tienen lugar a lo largo del proceso.
El hilo central de las exposiciones se asienta en conocer algunos aspectos relevantes de los cambios biopsicológicos que implica el envejecimiento, destacando las modificaciones afectivas y sexuales.
Hay pocas dudas de que las personas mayores tienen necesidades afectivas y sexuales, tienen deseos sexuales, practican sexo y tal cosa es considerada a los ojos de la ciencia deseable y saludable, aunque ponerlo encima de la mesa todavía chirríe en determinados ámbitos.
No hemos de olvidar que todos/as seremos mayores y que nos gustará que nos traten con respeto y consideración, incluyendo todo aquello que tenga relación con los afectos y los placeres sexuales y eróticos, se vivencien o no, porque es una cuestión de libertad que es preciso respetar.
En consecuencia, los abundantes mitos y creencias erróneas referidos a que el envejecimiento conlleva una inevitable pérdida del interés sexual y de la capacidad sexual, hasta acabar agotándose no son aceptables. Es probable que esas ideas antiguas tengan que ver, además de la actitud social atávica y represiva sobre la sexualidad, con la contumaz tendencia de negar el envejecimiento, valorar negativamente la vejez o, también, seguir manteniendo el tabú sobre la muerte, de la que nuestra cultura le cuesta no solo hablar sino reconocer y aceptar.
Otra idea extendida podría ser la de considerar a la vejez como un proceso irreversible, asociándolo a menudo con un deterioro físico y psicológico irrecuperable. Por el contrario, esa misma sociedad, con inusitada energía, promueve y refuerza un modelo juvenil de salud y lozanía.
Si quieres saber más te proponemos la lectura de otros artículos que hemos escrito sobre este tema:
Para quienes tengan un mayor interés en profundizar, les sugiero la lectura de este trabajo mío, publicado hace algunos años por el IMSERSO del antiguo Ministerio de Asuntos Sociales:

http://www.acpgerontologia.com/documentacion/sexualidadgarcia.pdf
Ni que decir tiene que estos talleres son extraordinariamente gratificantes, por cuanto el interés y la consideración de sus asistentes para con este área de su vida y de sus relaciones es para destacar. Las personas mayores suelen ser tolerantes, comprensivas y agradecidas, rasgos inherentes a la sabiduría.