HOY, TAMPOCO TENGO “GANAS”.

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PornEducation para el finde, ¿te atreves? (*)                   #PornEducationParaElFinde

Un nuevo artículo de José Luis García para leer y reflexionar el fin de semana.

La falta de deseo sexual, probablemente sea uno de los trastornos sexuales más frecuentes en las consultas de Psicología-Sexología tanto individual como en pareja. Se trata de un problema de salud, a nuestro juicio muy relevante, que se manifiesta como situacional o generalizado y que, en la mayoría de los casos, puede tener efectos negativos en la persona que la sufre, en su relación de pareja y, por tanto, puede afectar a su vida cotidiana. Esta afectación personal y relacional es determinante.

Hay personas que tienen episodios más o menos duraderos, otras lo arrastran desde hace tiempo y también hay quienes lo asocian a determinadas circunstancias pasadas o presentes. Me atrevo decir que la inmensa mayoría de las personas en algún momento de su vida presentaran algún episodio vinculado a esta disfunción con una duración e intensidad muy variable. También existen algunos individuos que manifiestan ser asexuales, que no tienen ningún tipo de deseo ni práctica, sublimándolo o no en otras actividades artísticas o de otra naturaleza, circunstancia que hay que respetar, aunque la definición de actividad sexual presenta también ciertas complejidades. ?Qué entienden por esa actividad y durante cuánto tiempo?

En cualquier caso, el cultivo de las relaciones afectivas y sexuales en la pareja supone un factor de bienestar y salud como he señalado en otros artículos, siempre que ambos así lo deseen. Probablemente habrá pocas experiencias humanas tan maravillosas y gratificantes cuando se produce en un contexto de entrega, respeto y mutuo acuerdo.

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Con todo, es difícil salir indemne, a modo de bloque de hielo en una campana de cristal, en una sociedad hipersexual que utiliza el sexo hasta la saciedad en todos los ámbitos inimaginables, estímulos que son recibidos por nuestros sentidos y que el cerebro, desde hace millones de años, interpreta como sexuales y activa (previo permiso del córtex) el mecanismo de Respuesta Sexual Humana(RSH), descargando grandes cantidades de dopamina, excitándose y obteniendo placer. Pero la diversidad de hombres y mujeres en el ámbito de la sexualidad es extraordinariamente rica.

En la revisión del DSM V (que es un sistema de clasificación profesional de los trastornos mentales) esta disfunción (Hypoactive sexual desire disorder HSDD), así como la disfunción de la excitación femenina, se fusionaron en un solo síndrome llamado Trastorno del interés sexual/de la excitación, cambiando algunas consideraciones como la duración (6 meses) y la frecuencia (75-100%). El diagnóstico debe cumplir determinados criterios que habrán de ser convenientemente evaluados por profesionales cualificados, como es el caso de los/as psicólogos/as especialistas en Sexología.

Aunque ha habido cambios importantes, creo que todavía estamos muy lejos de una completa normalización de la atención a esta disfunción en los servicios públicos de salud, ora porque no hay suficientes profesionales motivados, capacitados, o con tiempo para atenderlas, ora porque ni las mujeres, mucho menos los hombres, no se atreven a plantear esta demanda o, inclusive, no son conscientes de que es un problema de salud. Los centros y consultas privados asumen en buena medida esta demanda, también por razones de intimidad.

No obstante, hay que decirlo claramente: los varones también pueden tener falta de deseo y eso no tiene por qué menoscabar su identidad como hombres y su autoestima. Los superhombres, siempre con ganas, siempre dispuestos, siempre con una erección persistente en cualquier situación, a cualquier edad…están en proceso de extinción. Son tan vulnerables como cualquiera y considero que es muy bienhechor para los propios hombres asumir y aceptar esta fragilidad. La semana pasada dedicamos en este mismo blog un artículo para hablar del “machismo en los San Fermines”.

Hay también quienes, desde ciertos movimientos sociales, ponen en cuestión estas consideraciones científicas sobre el deseo femenino, culpando al patriarcado de este tipo de problemas sexuales de la mujer, insultando y descalificando a quienes plantean un enfoque profesional. Confiemos en que sean casos excepcionales, porque la ignorancia es atrevida.

Importancia de la disfunción sexual masculina

Con todo, el estudio de esta disfunción sexual ha sido más usual en la mujer. Hasta hace muy poco se pensaba que los hombres no tenían este problema, pero sí, repitámoslo, un hombre también puede tener poco o nulo deseo sexual.

Por ejemplo una encuesta realizada por la Sociedad para la Investigación de la Salud de la Mujer constató que las mujeres consultadas, estaban 7 veces más familiarizadas con la disfunción eréctil en los hombres, que con el trastorno del deseo sexual hipoactivo de las féminas. El 66% de las mujeres encuestadas, sabían acerca de la disfunción masculina, pero sólo el 9% sabía acerca del trastorno sexual femenino.

Un estudio clásico en esta área, señalaba una disminución del deseo sexual en las mujeres y no en su pareja heterosexual y que la actividad sexual y la satisfacción sexual disminuyen en mujeres y hombres a medida que aumenta la duración de la relación de pareja.

Determinados expertos como José Bustamante, señalan que, de las mujeres que acuden a consulta por disfunciones sexuales, el 44% lo hacen por deseo sexual hipoactivo. Otros expertos indican así mismo una importante prevalencia de esta disfunción sexual, incluso algunos hablan de un 10% referido a la población femenina.

Podríamos decir, por tanto, que episodios de bajo deseo sexual se dan en la inmensa mayoría de las parejas a lo largo de su vida, (en torno a los 60-70 años de duración) bien lo manifiesten ellas (más frecuente) o ellos. En ocasiones una buena comunicación podría resolver el problema, en la medida en que la rutina y la monotonía pueden acabar con el deseo sexual. La introducción de algunos cambios en la relación erótica, suele dar buenos resultados, incluso el lugar y la hora donde habitualmente se hace, puede tener su interés. Como hemos dicho en otro artículo, hay que “echarle leña al fuego” porque, de lo contrario, este se apaga.

El uso de recursos eróticos, la lectura de relatos o de libros de esa índole, fantasías sexuales, películas eróticas (las que denomino PSE) sin ningún tipo de violencia y que contemplen la sexualidad como una dimensión amorosa, saludable, divertida, tierna y placentera que tiene todo el sentido cuando se da en un entorno de deseo y acuerdo mutuo, afecto, respeto, libertad y corresponsabilidad en el placer con la otra persona, que me concierne y con la que empatizo y me genera compasión, pueden ser útiles cuando el consumo es racional y controlado.

En otras circunstancias, habrá necesidad de consultar a un especialista en la materia como ya he advertido.

El estudio de la etiología de esta disfunción, se ha revelado extraordinariamente complejo. Ya en la consulta, en la anamnesis, habrán de valorarse, causas fisiológicas, consumo de fármacos, trastornos o cambios hormonales, drogas, alcohol o diversas enfermedades, pero, en particular habrá que prestar atención a diferentes variables psicológicas y educacionales, siempre en mi opinión. Existen numerosas creencias erróneas a este respecto que convendría disipar. La calidad de la relación de la pareja es, a mi juicio, muy relevante en este ámbito.

Teniendo en cuenta los cambios que acontecen a lo largo de la vida en pareja puede que esa vivencia sea muy intensa y conflictiva. Por ejemplo, el estrés, el trabajo, la atención de las tareas domésticas pueden ser variables relevantes. La comunicación sobre este hecho, en sus inicios, es un aspecto de gran pertinencia. Si él o ella, acaban “reventados” de la dura jornada laboral, dentro o fuera de casa, no es fácil que aflore el deseo. Por otra parte, este trastorno favorece que los pensamientos sexuales, las fantasías y el deseo de actividad sexual disminuyan con lo cual se retroalimenta la situación y tiende a empeorar.

Considero que la capacidad sexual puede mantenerse con diferentes grados de intensidad, siempre que haya una estimulación más o menos constante, un cuidado específico de ese área durante todo el proceso vital, que haya pareja activa y que no existan enfermedades relevantes.

Parece razonable pensar que, en la vejez, será posible la actividad sexual, entre otras razones, si previamente ha habido prácticas sexuales satisfactorias. Sobre este particular hemos escrito un artículo en este mismo blog, en su apartado 1, titulado “Una nueva manera de entender la sexualidad en la vejez.”

A nuestro modesto entender, habrá de valorarse en primer lugar una perspectiva psicológica y emocional que evaluaría, entre otras cuestiones, cuadros depresivos y trastornos del ánimo, baja autoestima, historias de abuso sexual, conflictos de pareja, problemas de comunicación en la relación o actitudes negativas hacia el sexo.

El estrés laboral o el éxito social parecen ser factores a considerar en particular en los varones. El ritmo frenético de trabajo y las horas que se dedican al mundo profesional, pueden acabar con las ganas, incluso en gente joven, como ya he señalado, porque me parece una cuestión muy relevante en la sociedad actual con horarios de trabajo casi inhumanos.

La autoestima sexual, corporal y la calidad de su relación de pareja, a nosotros nos parece muy pertinente. Las expectativas ante la relación sexual incluso la ansiedad asociada a su desempeño y la reacción del compañero/a, también pueden ser variables a tener en consideración. Una vez realizada esta anamnesis, si se considera preciso aunque suele ser excepcional, se requerirá la opinión de un ginecólogo/a experto en Sexología, o de un andrólogo en el caso del varón, dado que el enfoque multidisciplinar es pertinente.

Desde la experiencia profesional nos encontramos ante una disfunción sexual enrevesada, de honda complejidad, que tanto hombres como mujeres suelen resumir en términos similares a “Me resulta casi imposible meter deseo donde no hay deseo” o “Es como una losa que se me impone” Esta idea, es vivida por ambos como de enorme dificultad.

En ocasiones, esta vivencia dificulta la propia motivación y se siente como una pesada carga por la persona afectada que se ve incapaz de cambiar su realidad, resignándose a tener esa actividad vital sin resolver. Si la persona vive con una pareja que le demanda relaciones sexuales, cosa frecuente por otra parte, la situación, como se podrá comprender puede resultar insoportable. Si los periodos sin actividad sexual son cada vez más frecuentes y duraderos, puede comprometer la propia capacidad de respuesta sexual.

Si no hay comunicación, los pensamientos distorsionados y ansiógenos acerca de ese hecho pueden dispararse: ya no le gusto, no soy importante, se ha cansado de mí, habrá otra persona…

A nuestro entender, a menudo, cuesta reconocer este problema, no conversarlo, poniéndose en marcha estrategias poco adecuadas: fingir deseo y orgasmo, comenzar sin apetencia porque a veces surge después, demorar al máximo las relaciones hasta que la tensión es notoria, negarse sin más…etc. Nuestra propuesta es que, antes de que se deteriore el clima, la actitud adecuada sería comunicarse, expresando como se siente cada cual y esto hacerlo cuanto antes y, entre ambos, buscar una solución.

Tratamientos

Seguramente habrá pocas áreas del comportamiento humano que tengan tantos “productos milagrosos” como los que existen para los diferentes problemas sexuales: remedios caseros, hierbas de todo tipo y pócimas de efectos inmediatos… que más bien son milongas, sacadineros o engañabobos. No es baladí, ya que algunas personas son capaces de tomar lo que sea con tal de volver a su estado anterior de comportamiento sexual y de eso se aprovechan muchos negocios legales e ilegales. Las píldoras de colores son un claro ejemplo.

 En cualquier caso, en el tratamiento de esta disfunción a pesar de su complejidad, se han obtenido resultados que podemos calificar, en términos genéricos, como satisfactorios, con diferentes modelos psicológicos de terapia sexual. En la actualidad no hay tratamientos farmacológicos eficaces, aunque los laboratorios -con un excesivo protagonismo en el área de las terapias sexuales- a tenor de la prevalencia mundial de esta disfunción, buscan incesantemente un medicamento que estimule el deseo, sobre todo en la mujer, porque anticipan un pelotazo económico mayor aún que en el de los fármacos pro-erección que hay en los hombres, a tenor del nicho de mercado que sospechan existe.

 Ya hay en el mercado algunas moléculas que las publicitan, incomprensiblemente, como “milagrosas”. Hay algunas clínicas privadas que invierten generosas cantidades de dinero en marketing encaminado al tratamiento, con un enfoque orgánico y farmacológico, de las disfunciones de manera destacada y exclusiva. Es el mercado, amigo, dicen.

Incluso los fármacos pro-erección en el varón son utilizados por algunas mujeres con una finalidad recreativa.

Ya hay varias moléculas pro-erección en el mercado y seguramente saldrán más.

Junto a los medicamentos diseñados para el hombre, extraordinariamente costosos para el usuario, y de comercializarse los correspondientes a la mujer, podríamos encontrarnos ante un novedoso paradigma de relación afectiva y sexual mecanizada, en la que podrían estar ausente los procesos de seducción. Como nos comentaba irónicamente un paciente, “el sábado por la noche cada uno se toma su píldora y pim, pam pum”. Un escenario que a nosotros se nos antoja, triste y deshumanizado.

Paradójicamente si nos retrotraemos unas cuantas décadas atrás, en nuestra sociedad occidental, y en nuestro país en la primera mitad del siglo XX, la ausencia de deseo sexual en la mujer era considerada como un hecho absolutamente normal. Basta que le preguntemos a nuestras abuelas a este respecto para que tengamos una idea de cómo han vivido su sexualidad las mujeres que nacieron en esa época.  Es más, manifestar deseo y experimentar placer, no estaba bien visto en una mujer tildándola de epítetos nada gratos.

Justamente lo contrario de lo que se esperaba en el varón: siempre con ganas y siempre dispuesto a tener relaciones en cualquier circunstancia, descargar la tensión, porque se suponía que tenía una mayor capacidad y necesidad sexual. Estas creencias , tan erróneas como generalizadas, han perjudicado a no pocos varones, que han sentido esa presión cultural atávica y han acabado sucumbiendo con una disfunción eréctil, por ejemplo.

Tradicionalmente el deseo sexual en la mujer, fuera de lo estrictamente reproductivo, se ha asociado al vicio, la prostitución o la enfermedad. No hemos de olvidar por su trascendencia cultural, que en la mitología religiosa católica el icono de Eva y su deseo en forma de ingenua manzana – el famoso pecado original- provocó la ira de Dios y los posteriores desastres fuera del paraíso. ¡Menuda carga que ha tenido la mujer – y consiguientemente su deseo sexual- desde entonces!

La reciente historia está caracterizada por la ausencia absoluta de una educación sexual científica y la proliferación de creencias sin fundamento sobre la sexualidad femenina. Como botón de muestra, un Rector universitario y Catedrático de Ginecología español, Botella Llusiá, por cuyas clases han pasado cientos de ginecólogos/as, decía en un libro -que ha llegado a 14 ediciones- que “Yo he llegado a pensar alguna vez que la mujer es fisiológicamente frígida, y hasta la excitación de la libido en la mujer es un carácter masculinoide [sic], y que no son las mujeres femeninas las que tienen por el sexo opuesto una atracción mayor, sino al contrario”.

Por aquella época, otro libro  (Las españolas en secreto) que se convirtió en best-seller, decía lo siguiente: “de cada cien españolas con actividad sexual, generalmente dentro del matrimonio, setenta y seis no encuentran satisfacción, no alcanzan el orgasmo y, en muchas ocasiones, ni lo han conocido”.

Por fortuna los avances científicos, el conocimiento racional y los cambios sociales acontecidos en el último siglo han permitido abordar este problema desde una perspectiva de salud integral.

En próximos artículos seguiremos aproximándonos a este problema de salud y analizaremos algunos aspectos de interés en la terapia sexual y el papel de las fantasías eróticas.

(*) PornEducation para el finde, ¿te atreves?es una nueva propuesta, una más, a modo de campaña de sensibilización, que quiere ofrecer contenidos formativos por medio de artículos de divulgación, sobre sexualidad, educación sexual y pornografía, que se publicaran en este blog cada viernes, para leerlos y comentarlos el fin de semana con tranquilidad, con el hashtag:  #PornEducationParaElFinde

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