Amable lector/a, quiero compartir contigo el hecho de que, después de 45 años de trabajo, intenso y apasionado, se ha cumplido unos de mis sueños profesionales más deseados: QUE UNA UNIVERSIDAD PÚBLICA, como la Rey Juan Carlos de Madrid, ofrezca un curso de formación con título propio: “Experto/a en Prevención de los Efectos de la Pornografía en la Salud Afectivo-Sexual”.
Como co-director del curso, te ruego compartas esta excelente e histórica noticia con tus contactos, particularmente con aquellos profesionales de la salud, ciencias humanas y sociales, a los que les pudiera interesar la posibilidad de formarse, con un título propio universitario, en un área de extraordinario y apasionante futuro de trabajo. Ya hemos comenzado la primera convocatoria, pero haremos más.
“Mire usted, si no la trato con fuerza, la llamo puta y le aprieto el cuello, no me excito. Necesito hacerlo para correrme. A ella no le gusta, pero no puedo evitarlo.” R. 17 años
“Si me prestas los apuntes de ayer, te hago una mamada”. M. 16 años
La niña de Badalona
Me cuentan que la niña de 11 años, violada en manada a punta de cuchillo en los lavabos de un centro comercial de Badalona, no dijo nada a nadie después de ser salvajemente agredida. A nadie. Se lo calló durante meses. Fue su hermano el que, al ver los vídeos grabados de la agresión, compartidos indiscriminadamente en Internet que le pasaron sus colegas, dio la voz de alarma y ella lo acabo reconociendo y denunciando. Hermano al que los agresores matones, amenazaron de muerte por haberlos denunciado.
Nadie de los que vieron el vídeo, puso en manos de la justicia esa violación en manada a una niña de 11 años. Lo siguieron compartiendo. Me revuelve el estómago la ausencia más absoluta de empatía y de compasión no solo de los protagonistas, sino también de los que aplauden y se excitan con esas imágenes.
La menor se lo calló, como se lo callan y han callado millones de mujeres y de niñas (también niños) violentadas a lo largo de la historia. Y jamás lo comunicarán, ni menos denunciarán. Lo regurgitaran cada noche, en su cabeza durante años, a lo largo de toda su vida, en silencio, culpabilizándose por lo sucedido. Mientras, los agresores siguen su vida con normalidad, orgullosos por lo ocurrido. Hasta la siguiente víctima.
En la consulta clínica psicológica es frecuente encontrar casos, ya de adultos, que recuerdan esas experiencias, conmovidos y aún con la voz temblorosa. Es una cicatriz que nunca se cierra y que puede condicionar toda su existencia posterior.
Bueno, en realidad si lo hizo. La niña se lo comunicó al guarda de seguridad del centro comercial, pero este no le hizo ni caso. Razón de más para no volver a decirlo a nadie, excepto cuando tu propio hermano y tu familia te muestran la prueba inequívoca de la tragedia, el vídeo, no quedando más remedio que reconocerlo. Y ese guarda, seguramente, se fue para su casa ese día, con la conciencia bien tranquila.

No voy a detenerme en el drama humano de esa niña y del calvario que habrá recorrido ella y su familia desde entonces y del estigma social que tendrán desde ese preciso momento. Según parece, la familia tuvo que abandonar la ciudad por la presión y las amenazas. Terrible, violada y apaleada.
Lamentablemente la alarma social dura lo que dura la noticia… hasta la siguiente. Este es el verdadero drama: la insensibilidad social y la ausencia de empatía y compasión.
El destrozo de la empatía y de la compasión
Por tanto, estamos hablando de la alteración de dos capacidades humanas como son la compasión y empatía, tanto de los agresores como de aquellos/as que compartieron el vídeo. Estas dos capacidades son inherentes a nuestra especie, porque son necesidades asociadas a su propia supervivencia.
Una fractura ósea entablillada, de un esqueleto primitivo, indica que alguien había dedicado su tiempo a ayudar a la persona que había tenido algún percance y le habría socorrido generosamente o, por lo menos, en razón del trueque más primario: hoy por ti y mañana por mí. Es pues algo ancestral y fue señalado por la antropóloga Margaret Mead, como un hecho primigenio de la civilización.
No hay ninguna duda, respecto de que los bebes humanos necesitan el vínculo afectivo con sus progenitores para poder sobrevivir los primeros dos años de vida, siendo cuidado diligente y amorosamente por ellos. Y es en ese contexto familiar, donde aprendemos a ser empáticos y compasivos, siendo nuestro modelo de comportamiento. No solo en ese ámbito, pero es un contexto muy relevante.
Mucho me temo que esas dos capacidades esencialmente humanas, están siendo comprometidas en las sociedades llamadas civilizadas y modernas y el consumo de las representaciones pornoviolentas juega un papel destacado en mi opinión. Desde un punto de vista psicológico, podríamos entender este fenómeno de la siguiente forma: De una parte, sabemos que un numero significativo de estos vídeos promueve el sometimiento, la vejación y la degradación de la mujer como elemento especialmente excitante para el actor y los espectadores/as. Hay algunos de ellos absolutamente repugnantes e hirientes por su violencia extrema hacia las mujeres y los/as menores. Y esto es inaceptable desde cualquier punto de vista. De otra, tal y como hemos señalado en otras entregas, no pocos de estos vídeos son un interminable listado de trastornos de la conducta sexual o parafilias.
Pues bien, este visionado, sobre todo si es precoz y abusivo, puede conllevar la alteración de la capacidad de empatía y de compasión, tanto viendo los vídeos de brutalidad sexual, como probablemente después, ya que podría trasladarse a la vida cotidiana.
El pensar que ese vídeo es ficción, es una excusa, una coartada moral para justificar esa brutalidad, mientras se excita y se masturba con ellos. Curioso mecanismo psicológico de tolerancia con la violencia sexual, que es capaz de alterar la capacidad de empatía y compasión de la especie humana.
La brutal violación de la niña de Badalona
Quiero hablar de la ausencia absoluta de empatía y compasión de esos pequeños psicópatas que a punta de chuchillo violan a una niña por turnos, graban la fechoría, la suben a Internet y dejan a la pequeña como si fuera un trapo. Un despojo. Un trozo de carne. Una cosa. Probablemente, para no pocas personas, ellos son los héroes, los populares, los que han tratado de emular al actor porno de turno y se han empeñado en mejorar su actuación, para recibir los parabienes de sus colegas y planificar la próxima cacería que, a buen seguro, tendrá que ser más impactante, como he señalado aquí. Hay que superarse, todo sea por obtener más likes y seguidores.
También esos que comparten y se excitan con dichos vídeos, quizá tienen esas capacidades alteradas.
Ya sé que la violencia sexual siempre ha existido y que los hombres poderosos han usado su poder para imponer la satisfacción egoísta de su deseo sexual con quien le apetecía. La prostitución es un ejemplo bien evidente de esto que digo.
No me vengan con la cantinela del consentimiento cuando hay una situación de desigualdad, en la que la más débil cede al propósito del más fuerte. Eso se llama abuso y aprovechamiento de toda la vida.
Y también que vivimos en una sociedad hipersexual y violenta donde muchas canciones y videojuegos, por poner solo dos ejemplos conocidos, son un canto a la violencia y a la violencia sexual. La hipersexualización de las niñas es otro hecho a considerar muy seriamente del que hemos hablado aquí.
Pero aceptaran conmigo que los casos de agresiones sexuales a menores por parte de menores, es un fenómeno novedoso y propio de nuestras sociedades modernas y civilizadas y de los cambios que han experimentado en las últimas décadas: el consumo abusivo y precoz de este tipo de vídeos es también un hecho reciente.
¿Han aumentado o se denuncian más?
Algunos/as responsables políticos nos dicen que ahora no hay más violencia sexual, sino que se conocen más. Creo que es una manera de quitarle importancia al problema. Es cierto que ahora hay más denuncias, pero también lo es el que la mayoría parece que sigue sin denunciarse y ni siquiera comunicarse. Los especialistas en este tema saben que se conocen solo un pequeño porcentaje, refiriéndose a ello como la punta del iceberg.
Según algunos datos, el incremento de las agresiones sexuales es cercano al 40% desde 2019. Y, lo que es más preocupante, es la edad de los agresores y de las víctimas: También cerca del 40% son menores de 18 años.
Las agresiones sexuales en grupo en España se multiplicaron casi por cuatro entre 2016 y 2019. El 29,2% en 2021 respecto al año anterior. Datos recientes del Hospital Clínic de Barcelona indican que en el año 2022 se atendieron en su servicio de urgencias un 41% más de agresiones sexuales que el año precedente y que el 42,2% de las mujeres atendidas eran menores de 25 años.
Con todo, sorprende la contradicción de la mayoría social: parece estar más sensible a las agresiones sexuales de las que se hacen eco los medios de comunicación, empero ni se inmuta por incidir en una de las causas que probablemente está asociada a este hecho: el consumo masivo de Películas Sexuales Pornoviolentas (PSP). Mientras no me afecte a mí, no hay problema. No se abordan las causas estructurales de este fenómeno social vergonzante.
Violencia sexual en el porno
En verdad, la violencia sexual no la ha inventado el porno. Esta poderosa industria, no ha hecho más que recoger los valores culturales atávicos dominantes, erotizarlos, potenciarlos y distribuirlos por todo el mundo, legitimando la violencia sexual extrema contra mujeres y menores. Ahora ya no hay ningún límite: cualquier forma de violencia sexual por rara que pueda parecer, está grabada. Cualquier conducta parafílica, también. En realidad algunas webs de esta naturaleza no son sino un catálogo de trastornos de la conducta sexual.
Pero, desde la perspectiva del boyante negocio, en buena lógica, hay que ampliar la oferta puesto que los/as adictos a las películas sexuales van a demandarlas. Cuanto más duras, mejor. Ese mecanismo se llama tolerancia y es muy común en todas las adicciones a sustancias y no sustancias. Sobre el negocio del porno hemos escrito otro artículo.
Es preciso destacar este hecho: el logro de las PSP ha sido legitimar y normalizar la violencia sexual, erotizar su ejercicio y aplicación para el varón y el sometimiento para la mujer, vendiéndolo como una forma normalizada y aceptable de vivencia sexual. Es más, en un ejercicio de perversión y máxima obscenidad, propone que a la mujer, le gusta ser forzada y vejada porque eso le excita. La conclusión y el mensaje que lanzan es obvio y a la vez inquietante: a la mujer le gusta ser violada.
O, también, que es muy fácil tener relaciones sexuales con cualquier mujer, grande o pequeña, solo basta proponérselo, ya que al final siempre se consigue ¿Conocéis algún vídeo porno en el que el hombre no haya conseguido su propósito de penetrar a la mujer por todas sus oquedades y eyacular en su cuerpo, sin condón? Yo no, quizá excepcionalmente en alguno cutre, el preservativo aparece de refilón.
Esta cosificación de la mujer y de las mucosas de cuerpo, es la justificación y la consecuencia de lo que estoy tratando de señalar en la medida en que se retroalimentan.
Porque, cómo si no, entender una agresión sexual de un grupo de menores a una menor. O más aún, un grupo de alumnos que viola a su compañera de clase. Creo que es un hecho novedoso en nuestra sociedad y que difícilmente se ha podido dar en la historia con anterioridad, con esta prevalencia y violencia extrema con la que se producen estas circunstancias tan terribles y deleznables. Es cierto que no tenemos datos que lo corroboren, pero así lo creo por una razón, que es una característica única de este momento histórico: el consumo generalizado y abusivo de pornografía violenta extrema.
Generación de #niñosyniñaspornográficos
He escrito muchas veces, que este consumo -que afecta prácticamente a la totalidad de nuestros jóvenes antes de los 18 años, de los que una parte importante se expone a diario- es el manual de instrucciones 3.0 de sus relaciones sexuales, de ahí que haya propuesto la denominación de generación de #niñosyniñaspornográficos en este artículo o en este, del blog que estás leyendo.
Es decir, niños (más que niñas) que han tenido el porno violento como referente educativo, en ausencia de una educación sexual científica y profesional que pudiera hacer de contrapeso y que podrían tener un futuro sexual, afectivo y emocional cuando menos complicado, ellos y sus familias. Según algunos estudios, una cuarta parte habría consumido antes de los 20 años, entre 1000 y 5000 horas de este tipo de contenidos sexuales particularmente agresivos. Excitados, masturbándose y sintiendo un gran placer con esas imágenes, a las que el cerebro cataloga de prioritarias y le presta la máxima atención, por razones supervivenciales, desde hace millones de años. No hay refuerzo natural más importante que un orgasmo, por eso la naturaleza lo ha puesto como premio a la actividad sexual.
Las niñas, aunque vean mucho menos porno, al final se comerán el marrón de que aquellos si lo hagan, porque acabaran enamoradas en los brazos de un Superman del porno que le va a imponer sus preferencias sexuales, las que le excitan a él como ninguna otra. Para luego, con toda probabilidad, alardear ante sus colegas de que el objetivo de “romperle el culo” ha sido logrado. Una muesca más en su pistola, como hemos escrito en otro artículo. O visitaran una casa de mujeres prostituidas tal y como hemos analizado aquí.
Es sabido que los vídeos más exitosos son aquellos en los que la violencia sexual pura y dura, es la esencia de la relación sexual que se exhibe. Así mismo se conoce que la violación, sea grupal o individual, a chicas borrachas, drogadas o dormidas, o aquellos géneros incestuosos, son los que mayor éxito tienen de público consumidor. Me cuentan que uno de los que más circula entre nuestros jóvenes, es la violación en manada a una chica amputada de pies y manos y con lesiones de arma blanca en el cuello.
Y esto les excita y les hace gracia a algunos de nuestros jóvenes. Hace unos meses la policía detuvo a 34 menores que se dedicaban, con total desconocimiento de sus padres y madres, a compartir vídeos de violaciones a bebés y a niñas de dos años. Y aquí quiero llegar.
Pero además de que les excite, se masturben con ellos, les haga gracia… lo relevante es que influye en la construcción de su sexualidad y de sus conductas sexuales, como he señalado en estos dos artículos que han tenido una excelente acogida. Los dos testimonios que abren estas páginas son un ejemplo significativo:
Medidas urgentes
Es preciso que la sociedad tome conciencia de este problema y ofrezca soluciones eficientes al mismo. Llevo advirtiendo desde hace más de 4 décadas, acerca del poder de la pornografía consciente de sus efectos, particularmente a edades tempranas.

Como un ejemplo más, baste señalar que, recientemente, en la presentación de un documental de Atresmedia sobre este problema, su director advertía que “un gestor de un portal pornográfico “estaba muy satisfecho” de haber conseguido que los niños entraran por primera vez en su portal a los 11 años, en vez de a los 12 que conseguía hasta ese momento. “Ahí me di cuenta de que van deliberadamente a por ellos“, explica. “Y los niños no tienen recursos personales ni herramientas para sobreponerse a estímulos diseñados específicamente para captarles”.
Más adelante, advierte que son empresas que “tienen recursos ilimitados” con los que “contratan a los mejores neurocientíficos, que saben perfectamente cómo hacernos usuarios compulsivos, llegando en algunos casos a adictos“.
Un tsunami que nos acabará engullendo
Al principio los niños se topan inevitablemente con las películas sexuales pornoviolentas, porque está previsto que así sea. Pero luego a partir de los 12 años, van a demandar ese tipo de contenidos, a tenor de que una de las características más conocidas de las PSP es la adicción y su correlato neurológico: las alteraciones cerebrales que tienen relación con la sensibilidad, en la medida en que va a necesitar cada vez más tiempo viendo porno y cada vez más violento. Sobre los efectos adictivos de estos vídeos, hemos escrito varios artículos.
Las PSP son una droga dura que engancha con suma facilidad. He dicho que tiene un poder adictivo superior a la cocaína, además es gratis y lo puedes consumir en tu casa, sin necesidad de ir a un barrio chungo o meterte productos adulterados en el cuerpo. Y, sobre todo, excita y da placer sexual ilimitado y potente como ninguna otra cosa. Gratis también. Todo son facilidades. Anda, mejóramelo.
Y ahí tenemos el verdadero problema, un tsunami que acabará engulléndonos, a tenor de que no hay el más mínimo atisbo de buscar soluciones reales a este verdadero drama.
En consecuencia, el porno nos gana por goleada y va a años luz delante de nosotros, imponiendo un nuevo paradigma de la sexualidad y de las relaciones sexuales.
Niños y niñas van conformando en su cerebro inmaduro su idea de lo que es el deseo sexual, del papel de un hombre, del de una mujer y de la relación sexual y afectiva entre ambos. Este proceso se está adelantando cada vez más y, desde mi punto de vista, es determinante la exposición e influencia de la pornografía violenta.
Muchos menores están normalizando la violencia sexual extrema creyendo que eso es una relación sexual normal. Es justamente la propuesta que hacen las Películas sexuales Pornoviolentas (PSP). El porno lo ha conseguido. Ha triunfado. La violencia sexual desplaza y sustituye a la relación sexual “normal” que no llega, ni por asomo, al dintel excitatorio de los superestímulos pornográficos violentos.

El porno violento destroza la empatía y la compasión de los seres humanos, particularmente en menores a unas edades en las que, su cerebro inmaduro y en desarrollo, está construyendo, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir el dolor ajeno conmoviéndote y ofreciéndole tu mano y tu ayuda.
Un logro evolutivo, como es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona y conmoverse por su dolor y sufrimiento, que ayuda y da cohesión a los grupos sociales humanos, está saltando por los aires.
Por ello, seguimos insistiendo en la necesidad de capacitar, cuanto antes, a nuestros menores con programas sistemáticos de educación sexual científica y profesional, desde primaria a la universidad. Previamente familias y profesionales habrán de hacer lo propio, para poder llevarlo a cabo con éxito. En este sentido he propuesto diferentes recursos educativos de ayuda para la formación de las familias en mi programa TUS HIJOS VEN PORNO.
Lo que es inadmisible es que familias y profesionales deleguen, en este tipo de representaciones violentas, el privilegio de educar el futuro sexual y afectivo de los/as más pequeños/as. Porque eso, y no otra cosa, es lo que estamos dirimiendo.