REGALO A MIS SEGUIDORES/AS POR LA DEVOLUCIÓN DE MI CUENTA EN TWITTER

Como una manera de celebrar la recuperación de mi cuenta en Twitter, suspendida injustamente, te regalo un capítulo muy importante de uno de mis libros (de la serie de 4 sobre Educación sexual y pornografía clica aquí si quieres conocerla) : TUS HIJOS VEN PORNO 1. ¿Qué vas a hacer? ( con un total de 540 páginas) sobre el modelo que ofrecen una buena parte de las películas sexuales que se visionan en Internet, en diferentes webs pornográficas consultadas.

Este es el Índice general del libro. El capítulo de regalo lo tienes desde la página 225 a 243.

CAPITULO VI.

LAS PELÍCULAS SEXUALES COMO MODELO IDEOLÓGICO

Las representaciones sexuales ofrecen ideas, actitudes y conductas a quienes las presencian, a través de diferentes procedimientos no siempre nítidos. En una sociedad digital, basada en los contenidos audiovisuales, las películas sexuales tienen un gran poder porque inciden en una motivación de la conducta humana muy poderosa: el deseo sexual. De ahí su éxito y trascendencia.  Este capítulo trata de aproximarse a los modelos de hombre, de mujer y de relaciones sexuales que nos sugieren.

Llegué al set de rodaje con la idea de hacer una escena de sexo vaginal hombre-mujer. Pero durante el rodaje con el actor porno, él me violó por el ano y no paró. Le grité que parase y chillé “no” incontables veces, pero no paró. El dolor se volvió insoportable, yo estaba en schok y me desfallecí.

Corina Taylor

Los modelos sexuales

La mayoría de las películas comerciales o de internet no son neutras, tienen su ideología. El escritor, guionista y director tratan de ofrecer una serie de mensajes con la finalidad de influir de alguna manera en los espectadores/as, tratando de ofertar un modelo creíble, al objeto de que quienes la ven se sientan identificados con algún personaje, bien sea hombre o mujer. En cualquier spot televisivo, quienes los realizan pretenden persuadir a los espectadores en unos cuantos segundos de las bondades del producto para que lo consuma. De que se identifiquen con él, y lo hagan suyo. Las fotos publicitarias hacen lo propio en una sola imagen.

Consiguientemente, y desde nuestra perspectiva, los modelos audiovisuales, en particular los de carácter sexual, se convierten para los menores y jóvenes, en prescriptores relevantes de valores, creencias y actitudes, indicándoles además cómo hay comportarse. Este principio es válido para cualquier producción audiovisual o un anuncio publicitario de TV, incluso en un spot de radio, donde el peso está en las características de la voz.

Por ello, muchas películas -y programas de TV, radio, libros, etc., tratan de “tocar la tecla emocional” y arman la realización del producto audiovisual con el objetivo de provocar diferentes sentimientos y emociones. No solo las de carácter sexual. Pero el sexo está presente en muchas de ellas. Y todo ello contribuye cuando menos a reforzar determinados estereotipos dominantes.

Nos parece importante dedicar un capítulo a los valores y modelos que transmite el porno, por cuanto refuerza y mantienen numerosas creencias sociales y actitudes imperceptibles aparentemente, pero que atraviesan la sociedad de manera transversal y están generalizados por doquier. Esto lo vemos cuando trabajamos con la juventud y se aprecia con claridad o en los testimonios que recibimos.

En un interesante informe[1] sobre la violencia juvenil, se constata que “el proceso de socialización de la sexualidad se da en un marco de tabú donde prevalece la falta de información y la difusión de mitos que asocian la feminidad a la pasividad, y la masculinidad a la actividad sexual irrefrenable”. El porno no hace más que trasladar, y dar altavoz privilegiado sin duda, a una realidad social.

Creo que el amor romántico sigue siendo un modelo de relación al que aspiran muchos chicos y chicas y que sigue estando presente en películas comerciales, canciones, en series, novelas… que tiene ese punto de posesión, celos y control. Como veremos al hablar de violencia, el dicho de “quien bien te quiere, te hará llorar”, sigue estando presente en el imaginario cultural de muchos chicos y chicas, cuando en realidad una relación saludable se fundamentaría en lo contrario: “Quien bien te quiere te cuidará, te hará reír y evitará que sufras por su comportamiento”.

Los chicos anhelan un cierto tipo de chicas para emparejarse: guapas, rubias, con buenas tetas, cuerpo Instagram: culo, caderas y cintura de top model y luego que sea fiel, que esté loca por ellos, pero también que sea generosa, cariñosa, que le cuide y sea sumisa. El perfil característico que nos ofrecen muchas películas sexuales.

Las chicas desean que su chico ideal sea guapísimo, moreno de ojazos aceitunados, con cuerpo escultural de espaldas anchas y culo prieto. Que la haga reír, la contemple, dulce, tierno… pero también que sea atrevido, experimentado y fuerte: que la proteja y le de seguridad. No importa que sea un pelín “canalla”, porque ella se encargará de reconducirlo por la buena senda.

Algo así como el chico y la chica que protagonizan el anuncio de una colonia de Dolce & Gabanna, en cuyo videoclip, él se tira de un alto y peligroso acantilado, aun a riesgo de partirse la crisma, mientras que ella le está esperando, solícita, deseosa, tumbada en una barquita coqueta, con una cierta desazón, que solo calma su presencia segura.

Influencia y credibilidad de las películas sexuales

En consecuencia, no hay nada baladí en la pornografía. En buena parte las películas sexuales, desde una perspectiva sexológica, se minimiza y pervierte el sentido de la sexualidad, reduciéndola a un mete-saca sin solución de continuidad de un pene en las tres mucosas femeninas alternativamente, sin las más mínimas exigencias de higiene, sin condón, y respeto por la salud de los/as participantes, con el fin de visualizar la eyaculación, preferiblemente en la cara de la chica, todo ello acompañado de azotes, presiones en el cuello, amordazamiento, tirones del pelo o arcadas en la felación.

Pero esas mismas prácticas que el actor impone a la actriz, y que ella corresponde solícita, ¿obtendrían el mismo grado de sometimiento si fuera al revés, es decir, que el hombre se dejara penetrar analmente y tuviera que hacer el cunnilingus de manera dura? ¿Hay alguna película porno en la que el hombre haga cosas que no quiere hacer?

Desde el plano ético, muchas de las prácticas que nos propone son inaceptables. La pornografía exhibe sin ningún pudor que a la mujer se le puede y se le debe hacer todo tipo de marrullerías y que eso le satisface tanto como a quien se las hace. Certifica que cualquier mujer que esté en cualquier situación es objetivo sexual. Si se niega, es que se hace la remolona, circunstancia que un poco de dinero o la fuerza directamente pueden modificar inmediatamente, porque eso, forzarla, también le gusta a ella.

En un artículo sobre el porno japones[2], la autora describe muy bien el proceso “seductor” del actor en una película porno. En la misma se ve, claramente, como un profesor de ballet “enseña” a su alumna sus artes sexuales, con sugerencias, imposiciones y agresiones encubiertas bajo una supuesta creación artística pero que pretenden en última instancia el sometimiento de ella, que inicialmente no quería, verbalizando expresamente su oposición y que al final acaba encantada.

Y hay que decir alto y claro que el porno más popular, el que más se ve, exhibe altos niveles de violencia y degradación de la mujer, que son inaceptables desde un punto de vista ético. Es demasiado, sin contar con los miles de webs donde predominan las agresiones y humillaciones extremas y, aquellas que son más conocidas, tienen géneros y subgéneros especializados en esa materia.

Y esto no es trivial.  Muy al contrario, y a nuestro juicio, es una cuestión relevante. Un estudio[3] ya comentado, con universitarios españoles revelaba que el 90% de los chicos pensaban que lo que ven es lo normal, de tal modo que luego tratan de emular ciertas escenas que han visto en la película. De hecho, un numero nada desdeñable de mujeres a haber sido víctima de violencia por parte de alguna pareja sexual.

        En este documento se indica que la mayoría de los jóvenes ya han consumido pornografía antes de los 15 años y que uno de cada tres chicos y una de cada seis chicas la usan diariamente.

       Particular interés tiene la consideración de los propios jóvenes (2 de cada 3) de que esta exposición al porno no tiene ningún efecto negativo, a pesar de que un 70% reconoce haber visto violencia en los vídeos vistos. Únicamente el 16 % piensa que puede generar violencia contra las mujeres.

       A este respecto, uno de los autores del estudio, Lluís Ballester, habla de la “desconexión empática”, es decir una suerte de apagado de la conciencia que permite ver contenidos vejatorios sin que la persona se los cuestione desde el plano moral.  El hecho de verlo como ficción, les permite “blanquear” su conciencia, desconectada tanto emocional como cognitivamente. “Lo toman como una ficción y eso les permite proteger su conciencia”.

Este mecanismo psicológico nos parece de gran interés, ya que nos llevaría a plantear lo siguiente: si se excitan con imágenes vejatorias y agresivas contra las mujeres. ¿Cuál será su comportamiento con sus parejas? ¿Es capaz de separar esa realidad que ve y le excita con la que mantiene con su mujer/novia? ¿Podemos decir que la doble moral sexual, omnipresente en generaciones anteriores, se mantiene vigente en las actuales? ¿Se mantiene la distinción tradicional entre los dos tipos de mujeres, las de mi familia y el resto?

Este profesor señala la dificultad de cambiar este hábito en la medida en que un programa posterior de sensibilización, con una duración de un mes, no logró modificar sustancialmente la percepción previa ni tampoco los hábitos de consumo.

Por tanto, conviene tener en cuenta que un importante grupo de jóvenes universitarios, ven porno con una frecuencia diaria, creen que lo que visionan es real, tratan de llevarlo a cabo en sus prácticas aun cuando estamos hablando de prácticas violentas, porque consideran que eso no es un problema.

Sin embargo, se aprecia una contradicción evidente: a efectos de su conciencia moral, consideran que es ficción, un sutil mecanismo para blanquear el porno y sortear la culpabilidad que pudiera devenir de su consumo. Parece claro que las mujeres con las que se masturba, tienen una consideración diferente a la de su novia u otras mujeres de su familia, manteniendo esa doble moral sexual característica de la cultura española en el último siglo.

Incluso el modelo de mujer que nos ofrecen algunas de las películas de ficción[4] es, a menudo, “profundamente ingenua” en “el cuerpo de una mujer altamente sexualizada y adulta” que “no son conscientes de su elevado atractivo sexual”, bien sea un androide, una sirena, un alien o un ser mágico. Este modelo femenino se repite, en alguna medida, en determinados géneros de las películas sexuales.

Pero es que la propia publicidad de las películas sexuales es un vivo ejemplo de ello. Un artículo[5] analiza 366 mensajes de correo electrónico no solicitado (spam) que publicitan sitios web pornográficos, considerando la descripción del contenido, la terminología, las imágenes, los elementos narrativos entre otros aspectos de esta la publicidad comercial de pornografía heterosexual, constatando “muestras excesivas de diferencias de género”.

Por supuesto que también en películas infantiles y en canales para público infantil sucede. Y también existen películas infantiles pirateadas o dobladas a contenidos pornográficos, prostitución o gestación subrogada. Baste un ejemplo. En el canal Disney Channel, hay un reality show con una familia homoparental (Le Fab trois)[6], formada por dos padres y una pequeña obtenida mediante la gestación subrogada, cuestión esta tremendamente ideológica y política y que en ese canal se blanquea. Es decir, se normaliza la compra venta de bebes gestados por mujeres pobres contratadas a tal efecto.

Debe quedar claro, a pesar de las argumentaciones de los pornógrafos, que las películas sexuales que ven los jóvenes transmiten todo un arsenal de mensajes profundamente significativos no solo sobre el sexo, la sexualidad y el placer de los cuerpos desnudos. Así mismo, pretenden influir en cuestiones de poder, género, etnia, violencia o en el consentimiento, por señalar algunos elementos relevantes.

Es tal el poder de influencia del porno en los jóvenes, que nosotros consideramos generará algunos cambios en los patrones de belleza corporales: las mujeres que “molan” no solo tienen un pubis impoluto e infantil, sino también generosos pechos de silicona, cejas tatuadas, labios rellenos, tatuajes en diferentes partes del cuerpo, piercings en pezones o incluso en el clítoris o pestañas postizas. Los hombres una ausencia total de vello, todo muy acorde con los modelos corporales de los actores/actrices.

La influencia también es patente en el cambio de las prácticas sexuales, e incorpora la penetración anal, alternativamente con la bucal y vaginal sin la más mínima consideración higiénica, o ciertas felaciones violentas como normalidad. Pero es que, además, esta influencia no solo afecta a la morfología corporal, no, va más allá, ya que acaban convirtiéndose en influencers. Imponen tendencias porque son líderes de opinión en las redes, y son entrevistados como héroes en programas de prime time, como la Resistencia, Late Motiv u otros. Además, ofrecen un “trabajo empoderante” y con mucho dinero que ganar. Pan comido.

Algunas actrices porno, como Ella Hughes, que dejó su carrera de derecho para convertirse en protagonista de películas sexuales, participan en series famosas como Juego de Tronos, o Sex Map of Britain[7].

Creencias y valores dominantes

Veamos más en detalle estas propuestas que “nos vende” la industria pornográfica. De todas maneras, hay que aclarar que existen muchos géneros y subgéneros, modalidades y variantes, razón por la que no pretendemos en modo alguno hacer un análisis exhaustivo, porque nos parece un trabajo extraordinario dada la complejidad del asunto y que escapa a los modestos objetivos de este ensayo. Sin embargo, queremos hacer un pequeño resumen acerca de aquellos aspectos que, más frecuentemente y siempre a nuestro entender, subyacen en una parte importante de muchas de estas películas, no solo en las más violentas sino también en las llamadas convencionales.

  1. Gran parte de la pornografía, pone de relieve, entre otras muchas cosas, una cuestión ideológica y política: El poder que tienen, y ejercen, los hombres sobre las mujeres. Ya vimos en nuestro libro Sexo, poder, religión y política el ejercicio del poder a través de la sexualidad a lo largo de la historia reciente en España.
  2. La mujer es presentada como un sujeto que, aparentemente y de una u otra manera, le gusta lo que hace, es decir, aquello que se observa en la pantalla, aunque al comienzo pueda parecer que no le apetece gran cosa o incluso nada. Es cuestión de presionar, de obligarla un poco, porque luego, de ese modo, va sacar su lado más sexual y salvaje. Por tanto, a las mujeres, en el fondo, les gusta el sexo duro, les gusta cualquier práctica sexual. Solo hace falta forzarlas, obligarlas. Las técnicas de persuasión pueden ser más o menos violentas si bien, en cualquier caso, el mensaje que nos ofrecen no pocas películas pornoviolentas es que, a la mujer, le gusta ser forzada. La perversión resultante es que no existen las agresiones sexuales, porque a ellas les gusta.
  3. Es importante destacar este mensaje y contraponerlo con la generalización de comportamientos violentos de muchos hombres respecto de las mujeres en todo el mundo, más si cabe en países pobres. Cuando menos la pornografía, si bien no ha generado esas conductas agresivas, ya existían antes de ella, sí parece que puede reforzar este tipo de actitudes en un sector de la población masculina.
  4. En segundo lugar, el mensaje subliminal que pretende la pornoviolencia es que, si la mujer dice que no, en realidad lo que está diciendo es que pide un poco más de fuerza, que se la obligue a hacerlo con más energía. Por eso, a determinados hombres les resulta muy difícil entender ese NO y no creen a las mujeres cuando dicen NO.
  5. En muchos vídeos hay un trato desigual del actor y de la actriz. Con demasiada frecuencia la mujer está subordinada al varón y al servicio de sus deseos y apetencias. Es pasiva y esta pasividad y subordinación está erotizada, razón por la cual este hecho es letal para la imagen de la mujer, demoledor de su dignidad, ya que nos viene a decir que, tanto el hombre como la mujer, disfrutan comportándose de ese modo.

En una buena parte de las películas sexuales que nosotros hemos visto, los deseos del hombre prevalecen sobre los de la mujer. Es más, las apetencias masculinas acaban siendo satisfechas de una u otra forma, al margen de que la mujer lo desee o no.

  • En estas películas no solo se trata de normalizar la relación sexual violenta, sino que las imágenes están permanentemente diciendo al espectador que la mujer es una cosa, un objeto para obtener placer, deshumanizándola por completo. Considerar a la mujer como un objeto sexual, como es presentada por muchos de estos vídeos, puede contribuir a que, en la vida real, cierto tipo de hombres puedan desarrollar una suerte de insensibilidad hacia ella, falta de respeto y, en consecuencia, puedan tratarla como tal, instrumentalizándola.
  • Transmite un modelo de mujer sexual que podría generalizarse a la vida cotidiana: La mujer es así, es lo que ella quiere y esto es lo que puede hacer y cómo tiene que comportarse. Es la conducta que se espera de ella. La pornografía enseña cómo hay que tratar a las mujeres, como objetos sexuales, subordinadas al hombre no solo en la cama, sino también en relación de pareja y en la sociedad. Este aprendizaje, que deviene de la exposición frecuente a la pornoviolencia, puede facilitar el reforzamiento de las desigualdades de género en la sociedad.
    • Lo dramático de los géneros de películas especialmente violentos es que transmiten el mensaje de que violar a una mujer (aunque también hay vídeos agresivos sexualmente para con hombres) es sexualmente excitante. La pornoviolencia erotiza la agresión sexual, el dolor y la fuerza física que se ejerce contra ellas para conseguir ese fin, así como las emociones asociadas a ese acto: miedo, paralización, angustia, etc.

El que un menor crezca y aprenda en estos filmes este modelo de relaciones sexuales nos parece especialmente grave para su desarrollo emocional y afectivo.

  • La pornografía, a juicio de Irving Kristol[8], erosiona y pervierte valores éticos imprescindibles en la convivencia democrática entre hombres y mujeres, basadas en el afecto y en el respeto mutuo y en la evitación de instrumentalizar al otro de una manera egoísta, de reducir a la persona a un cuerpo fisiológico, únicamente destinado al placer físico, sin emociones, sentimientos ni vínculos afectivos.
  • El modelo de conducta que estas películas nos ofrecen en su inmensa mayoría es un modelo de coito. De meter y sacar el pene por vagina, ano y boca alternativamente y sin solución de continuidad. Algo puramente fisiológico. Una descarga eyaculatoria del varón y punto. Esta excesiva y casi exclusiva focalización en los genitales (a veces ni siquiera los pechos femeninos son una parte corporal estimulada), con la correspondiente desatención del resto de zonas erógenas corporales, crea una visión reduccionista del placer sexual y obvia todo un rico conjunto de elementos sensuales, emocionales y eróticos

Este modelo es relatado por diferentes chicos y chicas jóvenes como ejemplo de lo que les pasó la primera vez, razón por la que lo hemos descrito reiteradamente en otras publicaciones, particularmente en los libros destinados a jóvenes: en muchos casos, las primeras relaciones no resultan satisfactorias, no solo por el contexto, el lugar, el consumo de alcohol y drogas asociado, etc., sino sobre todo por ese modelo previo fijado en su cerebro.

  • Estas películas nos ofrecen cuerpos cuasi perfectos. Aunque, también es verdad que hay muchos géneros con la modalidad de amateur y otros en lo que prima justamente lo contrario, porque, como se ha dicho, tiene que atender la infinita demanda en lo que respecta a las fantasías sexuales. No obstante, tal característica es una de los claves que justifique los grandes éxitos de las cintas pornográficas.

Con todo, el cuerpo está rasurado, particularmente la zona genital, como si estuviera pulido, se asemeja a un cuerpo preadolescente, casi infantil; con penes y pechos desproporcionados, con mucosas dilatadas y forzadas.

  • Todo está exagerado: los cuerpos, las prácticas los orgasmos. Como ha señalado la actriz porno Lindsey Leigh[9], “definitivamente, los orgasmos muy fuertes están exagerados. Nadie hace tanto ruido ni le pone tanto drama”. De ahí que haya que insistir a los menores y jóvenes en que esas prácticas no se producen en las relaciones sexuales cotidianas de la inmensa mayoría de las personas y que, por consiguiente, no hay que emularlas ni considerarlas reales.
  • Más en concreto, y desde la perspectiva sexológica, hay algunos estereotipos sin fundamento científico que proponen que:
  • Es muy fácil tener sexo con cualquiera y en cualquier circunstancia. En caso contrario, se engaña o se ofrece dinero y asunto resuelto.
  • Se promueve un sexo casual sin ninguna prevención de riesgos de salud reproductiva.
  • La excitación es muy fácil para ambos. Enseguida están a punto para penetrar. Él tiene una fácil erección o, si no, ella le hace una felación. Ella siempre está preparada y lubricada.
  • La violencia es un elemento excitante.
  • Se valora más la cantidad y el tamaño que la calidad de la relación: Más grande, más placer.
  • Las relaciones tienen que finalizar siempre en el orgasmo que el hombre siempre tiene. La mujer no siempre (es más difícil de comprobar), y se aprecia claramente que fingen, incluso que gritan durante el supuesto orgasmo.
  • Las relaciones sexuales siempre duran mucho tiempo.
  • El sexo anal es muy fácil y forma parte de las prácticas habituales.

A nuestra manera de entender, estos modelos que acabamos de describir muy probablemente puedan ejercer algún tipo de influencia, de orientación práctica, acerca de lo que cabría esperar en las relaciones sexuales y, más en concreto, en las primeras. A este aspecto, a las primeras relaciones de los jóvenes y el posible efecto de modelado de la pornografía, nos gustaría dedicar unas líneas.

Aun cuando es comprensible lo que les ocurre -en alguna medida muchos de nosotros pasamos por situaciones similares-, el contexto donde a menudo tienen lugar las primeras relaciones sexuales no parece el más apropiado. Tanto el lugar (la calle, el baño de la discoteca, un portal, el coche…), como las condiciones (sin privacidad, presionados por el tiempo, con frío…), el consumo de estimulantes (alcohol, sustancias estupefacientes…) y las ideas previas (el modelo de comportamiento sexual que tienen en su cabeza respecto de lo que esperan que va a pasar o de lo que desean que pase en esas primeras relaciones sexuales) está muy asociado a un incremento de los riesgos de salud.

Sin embargo, los jóvenes ven en las películas sexuales que las relaciones se pueden dar en cualquier lugar, en cualquier circunstancia y siempre salen bien: no hay problemas de erección, de dolor en el coito, el hombre siempre acaba y la mujer lo ha hecho muy bien, se ha comportado del modo que se espera de ella, le ha dado placer al hombre.

Esta situación, como no podría ser de otra manera, provoca insatisfacciones, frustración, y puede ser el caldo de cultivo donde se instaure una disfunción sexual. Por ejemplo, en el caso de las chicas, es frecuente encontrar episodios de dispareunia (dolor en el coito) o vaginismo (contracción involuntaria del músculo vaginal externo). Ellas a menudo nos dicen que no estaban relajadas, aun cuando hubieran consumido alcohol u otras sustancias -por su efecto desinhibitorio-, y que estaban más pendientes de las condiciones -y del placer del chico- que de su propio placer.

Un interesante trabajo de Adhia Rothman y col.[10] (2015) con chicas americanas, negras e hispanas de ambientes desfavorecidos señalaba que, a más de la mitad, les había propuesto su pareja ver pornografía. El 44% habían sido invitadas a tener prácticas sexuales que la otra persona había visto en vídeos pornográficos. El abuso sexual en citas reales de adolescente se asoció, entre otros factores con el uso más frecuente de la pornografía, ver pornografía en grupo, solicitud de realizar un acto sexual que la pareja vio por primera vez en la pornografía, y consumir pornografía durante o después del uso de la marihuana.

Aproximadamente el 50% de las víctimas de abuso sexual y el 32% de las que no lo fueron informaron de que se les había pedido que realizaran un acto sexual que su pareja había visto en la pornografía y que el 58% no se sentía feliz de haberlo hecho.

A este respecto, cabría decir que un mensaje más de las películas sexuales en ausencia de una adecuada educación sexual hace referencia a los muchos malos entendidos, creencias sin fundamentos y hasta interesadas acerca de las citas y de las citas a través de apps. Por ejemplo, el caso muy mediático[11] de la violación a una chica noruega por parte de 4 jóvenes franceses en Benidorm.

Habían quedado por medio de una página de citas en internet y, cuando esto se produce, da la impresión de que se espera que ocurran dos de las creencias erróneas más frecuentes: “Si hay una primera cita, ella ya está dispuesta a tener sexo”. Una variante de esto es que “Si me invita a tomar algo a su casa (o acude a la mía), se puede sobreentender que ella ya quiere sexo”. Además, “si una chica quiere sexo con un chico, no le importará hacerlo con sus amigos” que, al parecer, es lo que le pudo ocurrir en esa ciudad alicantina a la chica a la que forzaron y que parece ser un patrón común en las agresiones sexuales en grupo.

Modelo de varón

A pesar de la enorme diversidad existente y la imposibilidad de hacer una clasificación de los millones de vídeos existentes y de los miles de varones participantes, vamos a tratar de ofrecer, en términos muy generales, una síntesis que nos permita comprender el modelo que nos ofrecen. Este modelo masculino ha sido expuesto entre otros por Pierre Bourdieu[12]. Repetimos que este es un ejercicio didáctico y que tan solo pretende destacar aquellos aspectos que, a nosotros, nos parecen significativos.

El modelo que, con mayor frecuencia, nos presentan las películas sexuales respecto del varón, tendría las siguientes características:

a)  Suele ser fuerte, atractivo, con un físico destacado y con atributos sexuales frecuentemente excepcionales. Habitualmente tiene todo el cuerpo rasurado. Aunque hay variaciones según la etnia, como por ejemplo los modelos de raza africana, que tendrían un patrón más ajustado a esas variables como se señaló al hablar del famoso emoji del negro de whassapp.

Como ha señalado Sara Sanz[13], los actores, más bien feos y duros, son un cuerpo musculoso y viril pegado a un gran pene. Como mujer, considera que “tan pobre encanto tampoco ayuda especialmente a “entonar” a las espectadoras femeninas. Son personajes tan duros que apenas parecen disfrutar del sexo. Según parece, hacen lo que hacen por “consolar” a su(s) pareja(s)”.

b)  Con mucha frecuencia, al comienzo de la relación, el varón siempre tiene ganas, muchas más que la mujer. En los vídeos de chicos jóvenes con mujeres maduras puede que sea ella la que, más a menudo, seduce y el chico es presentado como ingenuo y pasivo. En los vídeos denominados “películas sexuales feminista” o “películas sexuales educativas”, es la mujer la que con mayor frecuencia toma la iniciativa.

c)   El hombre siempre está disponible y dispuesto para el sexo. En cualquier circunstancia. Da igual. Como ha señalado el actor de porno Theo Ford[14]: “No estoy seguro de cómo se sienten los espectadores en general respecto a sí mismos si solo ven a gente con unas ganas insaciables de sexo”. Es verdad que en ocasiones ese modelo de hombre que representa y ofrece el porno, sexualmente insaciable, salido, casi homínido, cuyo único objetivo parece ser poseer a la chica y eyacular en su cara, sudoroso después del “trabajo” realizado, ofende a muchos hombres.

d)  El hombre casi siempre tiene erección y es muy fácil obtenerla. En cualquier contexto o lugar. Y si no, como ocurre a menudo, es la felación de la mujer la que provoca la erección. Este patrón se convierte en un elemento estructural de las películas pornográficas: Ella se arrodilla, le baja los pantalones y se la chupa, hasta conseguir la erección, para pasar inmediatamente al coito vaginal o anal, indistintamente y alternativamente con el coito bucal. Casi nunca se usa condón y las mínimas condiciones de higiene se obvian por completo, circunstancias por las que, cómo se verá luego, los riesgos de salud son importantes.

e)  Ocurra lo que ocurra, dure lo que dure la película, la erección siempre se mantiene. Esta preservada, es la estrella de la película, es el hilo conductor de toda la cinta: cuando desaparece, acaba el vídeo. No es de extrañar que los actores de películas sexuales usen todo tipo de estimulantes para conseguir ese objetivo. Es un super-hombre, nunca tiene un gatillazo[15]. Por eso, el porno mantiene un modelo irreal, ya que la inmensa mayoría de los hombres a lo largo de su vida experimentará episodios de esa naturaleza. El porno lo ignora por completo y alimenta las disfunciones sexuales.

e)  La descarga eyaculatoria es la finalidad primordial en el guion del vídeo. Todo está orientado a ese fin. Y, a ser posible, tiene que verse en pantalla: en la cara, en las gafas, en el pelo, en el pecho…en cualquier parte del cuerpo femenino, cada una de ellas con la consiguiente especialidad de géneros de vídeos.

El semen tiene que verse, es obligatorio y requisito sine qua non. Incluso si hay penetración (bucal, anal o vaginal) hacen todo lo posible para evidenciar que se ha corrido, estimulando la mucosa para que se compruebe el preciado líquido, que ha tenido lugar la ansiada expulsión del semen. Al parecer, uno de los factores que más se tiene en cuenta en el caché de los actores películas sexuales es la cantidad y la calidad (color, densidad…) de su semen. La eyaculación masculina es el tópico más importante. De ahí que se llame money shot.

Este aspecto en particular es un signo distintivo de la nueva pornografía que se caracteriza por una maximum visibility, en terminología de Linda Williams[16], una experta en cine pornográfico, y cuyo objetivo es elicitar la excitación sexual.

f)   Por tanto, el cometido del hombre es estar pendiente de sí mismo, de su anhelada eyaculación, cuanto más sudoroso mejor, cuánto más tiempo dure mejor, y olvidarse de la mujer: ella es solo una cavidad que él usa y que favorece la expulsión seminal.

g)  El deseo masculino es el protagonista, el objetivo de la película es básicamente satisfacer ese deseo, siendo la eyaculación el culmen de todo el relato audiovisual.

Este modelo falocéntrico dominante, estereotipado, pensamos que tiene unos costes emocionales muy importantes para el hombre. Lo veremos más adelante.

En cualquier caso, como hombre, no me gusta en absoluto el modelo de varón que nos propone el porno en una buena parte de los vídeos: una especie de primate salido, siempre con erección, obsesionado por meter su falo erecto en las tres mucosas femeninas y eyacular en su cara.

Modelo de mujer.

Antes de considerar el rol que la pornoviolencia le asigna a la mujer, conviene recordar dos cosas: una tradición histórica que ha negado la sexualidad de la mujer y una cosificación de su cuerpo y su sexualidad en la sociedad actual.

En el primer caso, citamos la opinión de una feminista española, Coral Herrera[17], que considera que las mujeres han tenido prohibido el placer durante milenios y que “Para ellas el sexo solo puede hacerse para reproducirse y para complacer a su pareja. Para las mujeres, el sexo es además un medio para obtener otras cosas: por un lado, muchas dan sexo para conseguir amor, y por otro, hay millones de mujeres que se ven obligadas a tener sexo para tener acceso a agua potable, a comida, a dinero”.

En el segundo caso, es evidente que nuestra sociedad de consumo nos presenta una mujer muy pendiente, preocupada (casi diríamos obsesionada en una buena parte de casos) por su cuerpo y por seducir al entorno, tanto a hombres como a mujeres que se viven como rivales, a través de su cuerpo.

Una de las mujeres que analizó esta presión social sobre la mujer fue Naomi Wolf[18] en su libro, best seller mundial, El mito de la belleza, publicado en 1991, donde describe esa espiral ascendente que afecta a la autoestima y la seguridad emocional de las mujeres, promovida por las industrias que tienen que ver con las dietas, la moda, la cirugía estética o la cosmética: El miedo a envejecer, el miedo a engordar, a “no estar a la altura”, en definitiva a no tener el control de sus cuerpos, les provoca ansiedad y malestar, incluso a las que tienen poder y buenos empleos.

Es verdad que la mujer es víctima en mayor medida de esas poderosas presiones de las industrias que se ocupan de fabricar todos esos productos, un sin fin de empresas con el objetivo de ganar jugosos dividendos con el cuerpo de la mujer. Pero también es cierto que, dada la amplitud del negocio, los hombres se están convirtiendo en nueva diana de esa todopoderosa industria.

En cualquier caso, el tratamiento que dan estas películas a los hombres y a las mujeres es profundamente desigual e injusto. En muchas películas pornográficas se nos ofrece un modelo femenino en el que:

  • Aunque la mujer tiene un rol inicialmente pasivo, sin embargo es la encargada de dar placer. Su cometido es estar pendiente de las necesidades y deseos del hombre, aunque luego puede convertirse en una mujer extraordinariamente activa, pero en muchos casos para ser la servidora del placer varonil.
  • Robustece la idea de que ellas no tienen ni necesidad ni deseo sexual, al menos como el que tiene el actor, eje nuclear de la relación virtual. Si se propone así en el film, es seguramente porque existe en el imaginario cultural varonil, consumidor principal de ese producto que, a su vez, se ve reforzado por las imágenes excitantes.
  • El deseo femenino es construido a partir del deseo masculino: su deseo no es desear, sino ser deseadas.
  • Los cuerpos suelen ser modelos atractivos, aunque hay géneros y subgéneros que plantean una extraordinaria variabilidad. En general suelen ser guapas, dulces, complacientes sobre todo en películas realizadas en los últimos años. Se han mencionado “cuerpos de silicona”, para ilustrar el interés de la industria por los labios, cara, pechos y glúteos, entre otras partes del cuerpo, ajustadas a determinado género de cintas.

A juicio de Alexandra Katehakis[19], el 85% de las estrellas porno femeninas tienen implantes mamarios y diferentes fotos e imágenes “se retocan”.

Los genitales están perfectamente rasurados en la inmensa mayoría. Ellas siempre están depiladas, salvo en los géneros más amateurs.

  • Hay una indiscutible discriminación sexual, una subordinación a los deseos del hombre: la mujer está al servicio sexual del varón, que la puede presionar hasta conseguir el objetivo de poseerla y eyacular en su cuerpo como prueba de haberlo conseguido. El deseo sexual de la mujer es invisible y su placer, expresado en gemidos y palabras sexuales, sirve para excitar aún más al varón.
  • En algunas cintas las actrices tienen orgasmos infinitos, completamente irreales.
  • Esta dominación del varón y sometimiento de la mujer está sexualizada y erotizada y es uno de los elementos claros de excitación sexual.
  • Algunas prácticas sexuales están completamente desnaturalizadas. Por ejemplo, felaciones agresivas e imposibles que parecen demostrar que “a las mujeres les encanta” a pesar de que tengan arcadas, tratando de suprimir el reflejo nauseoso – mecanismo defensivo saludable de nuestro cuerpo- natural o anular el dolor que supone una doble penetración anal. Estas prácticas son muy comunes en el porno y, probablemente, contaron con el apoyo de películas comerciales famosas como Garganta profunda de 1972, en la que, nada más y nada menos, se presenta a una mujer con un clítoris en su garganta.
  • El placer masculino está vinculado claramente a esa relación de poder. La mujer tiende a ejercer un papel dependiente del varón, deseando ansiosamente su semen y observando el placer de él. Dado que este preciso momento está muy generalizado, lo interpretamos como una necesidad de la mujer de que él le reconozca “el buen trabajo hecho”, más que como una imperiosa necesidad de sentir el sabor y la textura del semen en su boca.
  • La pornografía muestra cómo hay que tratar a las mujeres para que se sometan a los designios y deseos del hombre, so pena de ser maltratada si no lo hace, con lo cual se refuerza la idea perversa de que “mejor me dejo o hago lo que me pida, que acabe cuanto antes y así me evito ser agredida”.

Este patrón, el de prestarse a una relación sexual sin desearlo, para satisfacer el deseo varonil, no es una conducta inventada por el porno, ya que es tan antigua como la humanidad, aunque el porno contribuye a reforzarlo.

  • En muchos vídeos que nosotros hemos visionado, percibimos una ausencia de “credibilidad” a la hora de expresar las manifestaciones psicofisiológicas de la respuesta sexual que se expresan claramente en el fingimiento de gemidos u otras expresiones sexuales y que revelan su carácter secundario, porque, en realidad, mientras finge ella mira a la cámara, es decir, al espectador, como invitándole a participar, tratando de seducirlo, que es una finalidad relevante de la cinta.
  • Nunca hemos visto, ni tenemos constancia en otros informes, un condón femenino. Es un tabú importante, incluso en las películas de sexo rápido e improvisado.
  • Fomenta el tabú de la menstruación, excepto en los géneros específicos, ya que no hay escenas en donde la mujer tenga la regla, se quite o se ponga su tampón o compresa.

Consiguientemente, para nosotros, este conjunto de características no es sino un ejemplo significativo de la subordinación sexual de la mujer en muchos films, paralela a la subordinación social y económica que la mujer ha soportado durante siglos en todas las sociedades. En este sentido, Ana de Miguel[20] no duda en afirmar que el porno no sólo es misógino, sino que también es racista y clasista.

El modelo ideológico de la pornoviolencia

Nos parece pertinente destacar que las películas sexuales son una guía de comportamiento, una propuesta concreta de cómo deben ser las relaciones sexuales, tanto en las prácticas específicas como en lo que se considera aceptable en términos de deseo, excitación y placer. Como hemos visto, diferentes trabajos sugieren ese efecto de emulación conductual.

Se ha dicho que Internet ha normalizado las películas sexuales violentas que, como es obvio, ofrecen y refuerzan un modelo de relaciones sexuales en el que, una de las características fundamentales es el sometimiento de la mujer, instrumentalizarla y cosificarla como un objeto sexual y estar a merced del hombre para darle placer.

Consiguientemente, las películas sexuales transmiten también valores e ideas. Es una ideología que sustenta y es sustentada por el modelo de desarrollo socioeconómico dominante. El poder se sirve y necesita esa ideología como hemos analizado en otro momento[21]. Nuestra sociedad neoliberal extrema deshumaniza, instrumentaliza los cuerpos en aras de obtener beneficios, la pornografía es un buen ejemplo de ello.

Sin embargo, dudo que las películas sexuales por sí solas tengan tanto poder, dado que no son sino un reflejo de los valores sociales dominantes, por lo que su poder consistiría en reforzar esos valores e ideas. Como muy bien dice Nitai Aleksiewicz[22], la pornografía no es tanto la responsable de las normas masculinas hegemónicas sino, más bien, actúa “como un mensajero convincente y persuasivo”.

Uno de los teóricos de culto en el entorno occidental, Michael Houellebecq[23], visionario, planteaba hace algunos años, con toda crudeza, una crítica feroz al porno advirtiendo de que su finalidad va más allá de una simple violencia. Es algo mucho más agresivo: “Para reafirmar su potencia viril, el hombre ya no se conforma con la simple penetración (…) Para llegar a sentir placer, ahora necesita golpear, humillar y envilecer a su compañera; sentirla completamente a su merced”. Prolífico autor, premiado y reconocido, provocador como pocos, afirmaba “que en el sexo no se busca placer, sino la gratificación narcisista”.

Por otra parte, en la sociedad actual, como se ha dicho, este modelo de películas sexuales va de la mano de otros cambios muy relevantes, resultado de los avances tecnológicos y de las nuevas estrategias de la industria de películas sexuales y de ese guía socioeconómico dominante: el consumismo, la hipersexualización social de mujeres y niñas, etc., que inciden en el inicio y establecimiento de relaciones de pareja asumidos por las páginas web de citas, o en la generalización del consumo de prostitución.

Además de lo dicho respecto del modelo masculino y femenino en los vídeos películas sexuales, nos gustaría precisar cinco aspectos que revelan la ideología de una buena parte de la producción de estos filmes:

a)  Predominancia de la eyaculación del varón.

Además de la mayor actividad del hombre, de su iniciativa y de llevar la voz cantante en la relación sexual, uno de los elementos centrales del porno, a nuestro modo de ver, es la eyaculación del hombre como prueba de su poder. Buena parte de la “trama” gira y está configurada para mostrar el momento “trascendental” de la eyaculación masculina. Es sobre todo un enfoque androcéntrico. Es verdad que hay vídeos donde la sexualidad de la mujer tiene un papel relevante, pero, comparativamente, en nuestra humilde opinión, destaca por goleada la predominancia genital del varón.

Hay placer en la eyaculación, cierto, pero creemos que, a esas alturas, generalmente coincidiendo con el fin de la película, el placer no es muy relevante. Es, a nuestro juicio, la eyaculación, visible y concreta, no importa en qué parte del cuerpo de la mujer se deposite, el elemento determinante. Incluso si se produce en la vagina, ano o en la boca, la mujer acaba mostrando que el semen ha salido, expresando su alborozo y degustando con fruición el líquido preciado, mientras el hombre, sudoroso y extenuado, contempla el resultado con la tranquilidad del “trabajo bien hecho”.

En este sentido, hay diferentes subgéneros de la pornografía atendiendo exclusivamente en qué parte del cuerpo de la mujer, el varón deposita su semen: Cara, boca, mejillas, ojos, gafas, pelo, pechos, pies, calcetines… y un sinfín de zonas corporales y objetos, cada una de ellas con su correspondiente batallón de seguidores.

Y, sobre todo, la razón primordial de la importancia de la eyaculación es que, en muchas películas, no se emite ese “momento trascendental”, y se invita al espectador a descargarse el vídeo completo, de mayor calidad y duración, previo pago, claro está, o inscribirse en la sección Premium.

b)  El sexo como pura biología

Un segundo elemento es la visión que pretende transmitir estos films: el sexo es fácil, da placer y eso es lo único importante. Es una respuesta fisiológica sin más. Esta visión simplista y reduccionista de la relación sexual no es realista y circunvala la complejidad intrínseca de la interacción humana, incluso de la más elemental. Es una fantasía, claro, que se contrapone a la realidad, pero que corre el riesgo de acabar considerando que el discurso de estas películas es lo deseable y lo adecuado, en detrimento de una relación más humana e igualitaria.

La relación sexual es una especie de gimnasia sexual, de posturas y ejercicios variados, a veces imposibles, donde el hombre acaba empapado en sudor y extenuado y la mujer satisfecha, no tanto por su placer, que es irrelevante, sino por haberle dado placer al hombre, mirando a cámara, sonriendo, en primer plano, mostrando el néctar delicioso en su boca.

La relación sexual se reduce a coito bucal, vaginal y anal, alternativamente, sin solución de continuidad y, como se ha dicho, sin ningún tipo de conducta higiénica preventiva.

Un elemento significativo, así al menos nos lo parece a nosotros, en el porno convencional, es la ausencia de besos en la cara y en la boca de los protagonistas de muchas películas sexuales, elementos esenciales de una relación sexual en la que hay deseo y pasión. Hay un dicho muy extendido que refleja nítidamente esto que tratamos de decir: a las putas no se las besa en la boca, consideración extensible a la actriz películas sexuales.

En honor a la verdad, este rasgo distintivo está cambiando en esa nueva hornada de películas pornográficas que lo incorporan de serie, a la vez que, como hemos señalado, ofrecen un modelo de mujer activa, participativa, y una “actuación” mucho más creíble, en un escenario donde no hay violencia o esta es muy ligth, como por ejemplo un ligero azote en la nalga.

Sentimientos y emociones positivas como el afecto, la ternura, la empatía, el respeto, la co-responsabilidad, están ausentes en la propuesta que nos ofrecen las películas sexuales violentas. En lugar de una relación igualitaria, nos propone una relación de control y sometimiento.

c)   El modelo que nos propone la pornoviolencia incluye, muy a menudo, una relación sexual en la que no hay mutuo acuerdo o consentimiento, donde está integrada algún tipo de violencia, -cuando no tortura, violaciones y otras actividades delictivas-, con el objetivo de someter a la mujer a los deseos del varón y evidenciando que a ella le gusta que la fuercen. Desde esta perspectiva, resulta plausible plantear la contradicción que puede darse en algunos hombres al confundir fantasía y realidad y que, no sería de extrañar, provocará una cierta disforia en algunos de ellos, por cuanto tratarán de aplicar lo visto en la pornografía a la vida real, pornificando su relación de pareja o desplazándola al mundo prostitucional.

La propia industria suponemos que es consciente de ello y no le importa lo más mínimo. En el vídeo promovido por el Gobierno de Nueva Zelanda para sensibilizar a las familias acerca del consumo de porno de sus hijos, del que hablaremos en el segundo libro, cuando analicemos los recursos educativos, el actor y la actriz porno que visitan a la madre para advertirle que su hijo consume porno le dicen: “Nosotros ni siquiera hablamos de consentimiento, ¿verdad? Solo nos ponemos manos a la obra”[24].

En sentido estricto, la relación sexual de muchas películas sexuales es la de una agresión sexual. Esta conducta sexual del varón sugiere una cacería como hemos mostrado en otro trabajo nuestro[25], aunque es verdad que, luego, la mujer, previa dosis de violencia física o verbal, y de diferentes formas de intimidación, “reconsidera su pasividad” y se vuelve extraordinariamente participativa. Este mensaje es de una extraordinaria perversidad: Si te sometes, me harás disfrutar a mí y tú disfrutaras viéndome.

Es claro que la pornografía convencional y, más aún la violenta, refuerza los estereotipos de la masculinidad dominante, así como las actitudes que deben tener los hombres respecto de las mujeres y de qué manera tratarlas.

El recado que se transmite al espectador/a de la pornografía violenta es que no hay seducción, que se trata solo de someter a la mujer. No hay juego, solo se trata de controlar. Nada más alejado de lo que debería ser una relación sexual: el placer mutuo en la entrega de ambos y en el consentimiento.

Presionar, coaccionar o chantajear son formas de violencia sexual, por lo que un “no a una relación sexual” de una mujer, podría significar que “puede que sí”, depende de lo que se presiones. No hace falta una verbalización explícita.

Obviamente, los hombres saben diferenciar perfectamente entre un no y un sí. Lo que ocurre es que no les interesa pararse a hacer esa reflexión, porque, ejerciendo diferentes modos de presión, consiguen su finalidad. Poseerla y eyacular en su boca, frente a cámara y en un primer plano en HD.

Por cierto, muchas películas sexuales, sobre todo las más recientes, están grabadas con una tecnología particular con fps elevadas y velocidades de cuadro altas que dan como resultado una mayor claridad y una aproximación más cercana a la vida real. Teniendo en cuenta que reducen el desenfoque por movimiento, se mejora notablemente el aspecto de las imágenes en 3-D[26].

d)  La mayoría de las críticas a la pornografía, desde posiciones feministas y de izquierdas, viene de la consideración de la mujer como un objeto sexual que, además de pervertir el sentido del sexo y de las relaciones sexuales, revela la posición a la que ha estado sometida en la cultura patriarcal y machista durante siglos.

Dentro de este paradigma patriarcal, las mujeres se conciben como todo aquello que los varones no son o no quieren ser, es decir: allí donde los hombres son considerados fuertes, las mujeres son débiles; donde los hombres son racionales, ellas son emocionales; donde los hombres son activos, las mujeres pasivas; y así en otros muchos ámbitos. Bajo este razonamiento, que agrupa a las mujeres en torno a la negatividad y a la inferioridad, lo destacado es que se les niega el acceso igualitario al mundo de la esfera económica, pública o judicial, por señalar tres áreas de poder tradicionalmente masculino.

Esa superioridad en la que los hombres han crecido puede llevar a comprender mejor esa aparente dificultad para darse cuenta del no de una mujer. Pero no hay ningún aprieto. Saben qué es un SÍ y saben qué es un NO. A algunos hombres no les importa lo más mínimo, no lo respetan porque aquí se hace lo que yo quiero. Porque ella tiene menos valor y está para obedecer. En la pornoviolencia no hay respeto mutuo ni corresponsabilidad en el placer y la satisfacción compartida. En su lugar, dominio del varón y sumisión vejatoria hacia la mujer.

Me gustaría hacer un breve inciso acerca del SÍ o NO de la mujer y de su consentimiento, ya que ha sido un debate absurdo en los últimos años y que se recrudeció en la presentación del proyecto de ley sobre la violencia sexual, la primera semana de marzo, justo unos días antes del 8 de ese mes. Este proyecto de ley, llamada Ley del solo sí es sí, provocó una notable polémica en el mundo político y en la sociedad, incluso en el propio gobierno de coalición.

Una de las autoras del texto, frente a las críticas ácidas recibidas, afirmaba en una entrevista[27] que su elaboración les había llevado tres años y que “La ley es un paso de gigante porque, así como en violencia de género en pareja o expareja se habían dado una serie de pasos normativos y de políticas públicas muy importantes, el plano de las violencias sexuales era un ámbito lleno de lagunas. Va a haber prevención, atención y reparación”.

Nosotros pensamos que cualquier hombre sabe perfectamente cuándo una mujer dice SÍ o NO. Para discriminar y comprender esa diferencia, no se requiere ningún estudio ni conocimientos especializados. Lo que pasa es que muchos hombres no quieren entenderlo. No les interesa el cambio. Los hombres tenemos que aceptar que las mujeres tienen derecho a decir NO a una proposición sexual. Y punto. Tenemos que saber afrontar un NO a una proposición erótica cuyo deseo es solo de una parte y que la parte que lo niega está en su derecho, porque es un ser humano autónomo y libre.

Porque lo relevante aquí es, en primer lugar, el poder y el egoísmo del hombre y, en segundo, la falta de respeto y empatía hacia la mujer. Y cómo de autónoma consideramos a la mujer y de qué manera valoramos sus decisiones.

e)  El porno se basa en mentiras de todo tipo y consideración, y pretende ofrecer un modelo de normalidad. Nada más lejos de la realidad, que distorsiona voluntariamente. Cuerpos y atributos sexuales imposibles. Actividad frenética, cual actividad deportiva de alta competición, que deja a los organismos empapados en sudor y postrados. Eyaculaciones exageradas y expuestas con trucos para dar más impacto al núcleo de la película, es decir a la cantidad de semen, a la velocidad de su expulsión y a la duración. Mujeres ninfómanas (es el título de algunos géneros pornográficos) que se proponen como normales y que sugieren que tales capacidades cuasi sobrenaturales están escondidas a la espera de que unos azotes las hagan emerger. O, como se ha dicho, un escenario de violencia y sometimiento hacia la mujer.

f)   La pornografía transmite y refuerza muchos estereotipos sociales exprimiéndolos a más no poder. Probablemente esa es una de las razones de su éxito: atiende a creencias, fantasías sexuales y tópicos presentes en la vida cotidiana y le da una respuesta. A la vez, se retroalimenta de ellos. Mencionábamos el tirón que tienen los hombres negros y jóvenes con penes descomunales o las vestimentas significativas en determinadas culturas, por ejemplo, mujeres con yijab, que tienen también su nicho en algunos subgéneros de la industria pornográfica, al igual que sucede con la industria de los juguetes (se adaptan a todo aquello que pueda generar beneficios fabricando barbies con yijab).

No obstante, hay quienes[28] plantean un cierto racismo en la pornografía convencional, en el sentido de discriminar a las mujeres negras que suelen tener un trato distinto al de las mujeres blancas.

  1. Reproduce los roles de genero dominantes en la sociedad, como ya se ha señalado.

h)  En muchas películas sexuales se usan a jóvenes “aniñadas” en su vestimenta (colegiala) o en sus peinados (coletas), con una cosmética peculiar e incluso con peluches en las manos. Esto, que podría ser considerado delito en algunos países, no solo se hace con total impunidad, sino que es muy probable que tales modelos puedan inducir y/o reforzar conductas sexuales parafílicas de carácter paidófilo y pederasta.

Por otra parte, esta obsesión de las películas sexuales pornoviolentas con las “lolitas”, una evidente infantilización de la mujer, puede ser interpretada con ese estereotipo masculino de “enseñar a las más jóvenes” su sabiduría y habilidad sexual. Además de un grave delito, en realidad, se trata de un deseo egoísta sin más, de ser el primero en desvirgar a una niña, evitando supuesto riesgo de contagio. En el mundo de la prostitución es sabido que los precios con menores, aun siendo ilegal, se disparan. Es interesante citar, así mismo, el tópico de que las niñas necesitan ser enseñadas y adiestradas en estas lides sexuales, tarea que, sin duda, comporta menos dificultad que hacerlo con una mujer adulta.

En la práctica totalidad de las películas sexuales on line que nosotros hemos revisado, el vello no existe en los pubis femeninos, ni tampoco en los masculinos. Probablemente sea una imposición de la industria cuyas repercusiones se nos antojan muy problemáticas a tenor de que, con ello, se pueda estar fomentando la pederastia o la paidofilia al albergar la fantasía de que coitan con niñas ¿O es el mercado el que demanda mujeres impúberes, “sin vello”, y también, por extensión, inmaduras?

Un artículo de interés, escrito por una mujer comprometida con la lucha contra la mutilación sexual femenina, Sara Sanz[29], sobre las características de las películas pornográficas, atendiendo al tratamiento que hacen de la mujer, ilustra con claridad algunas de las cuestiones que se han comentado. Entre otras cuestiones señala: “Ni en este, ni en ninguno de los vídeos que miré, los actores ni las actrices llevaban preservativo. Aparte de que el mensaje que transmiten es veneno para la Salud Pública, especialmente la educación sexual de los más jóvenes, los propios actores están sometidos a unos inaceptables riesgos para su salud ¿Qué pasa con la seguridad e higiene de estos trabajadores? ¿Sus empresas no tienen para condones? ¿Por qué les obligan a trabajar sin una mínima protección que puede salvarles la vida?”

Entendemos que estos modelos de relación y de conducta que proponen este tipo de películas sexuales puedan incidir en las decisiones que la juventud tomará tarde o temprano: vivencia de la masturbación, inicio y establecimiento de una relación, elección de la persona, prácticas sexuales deseables, calidad de las relaciones sexuales, uso de preservativos, etc. Por esta razón, padres, madres y docentes habrán de ayudarles a entender qué sentido y qué significado tiene para ellos/as la pornografía y, por el contrario, ofrecerles un modelo de relación no solo desde la perspectiva fisiológica sino más integral, afectivo y respetuoso, que también resulta muy placentero.

Esta es solo una pequeña parte, unas pocas páginas de un capítulo, de mi trabajo de uno de los libros de la serie de 4 sobre Educación sexual y pornografía”.

¿Qué te ha parecido? Me gustaría saber tu opinión. Un saludo cordial.


[1] Burgos, A. et al. (2018) Informe anual 2017-2018. Noctámbulas. BARCELONA: Fundación salud y comunidad. El informe puede verse en: http://www.infocoponline.es/pdf/5InformeNoctambulas_2017-18.pdf

[2] Introducción al libro de Yau, I. et al. (2018) The Japanese Adult Vídeo Industry, LINGNAN UNIV LIBRARYAN (eBook Collection EBSCOhost) Este capítulo puede verse en https://www.academia.edu/35677446/Introduction?email_work_card=view-paper

[3] Facal, T. et al. (2020) Pornografía y educación afectivosexual. Barcelona: Octaedro.

[4] https://www.youtube.com/watch?v=0thpEyEwi80&feature=youtu.be

[5] Paasonen, S. (2006). Paasonen, Susanna, Email from Nancy Nutsucker: Representation and Gendered Address in Online Pornography. European Journal of Cultural Studies, Vol. 9(4): 403–420.

[6]http://ovejarosa.com/disney-y-un-reality-show-con-una-familia-homoparental/?fbclid=IwAR3XK8bOn_PgidgaluSZXMAyjxntzXeOkZrRfDvLa922zUbnz11CGfEvB-

[7]https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-09-27/ella-hughes-abogada-actriz-porno_1449952/

[8] Véase: Irving Kristol (1985).  Pornography, Obscenity and the Case for Censorship», en Glcnn Phelps y Robert Poirier, Cantemporary Débales on Civil Liberlies, Lcxington Books, Massachusetts, p. 59., citado por Jorge F. Malem Seña, ob. cit.

[9]https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2019-06-23/porno-peliculas-actrices-mentiras-sexo_2077168/

[10] Rothman EF, et al. (2015). Adolescent Pornography Use and Dating Violence among a Sample of Primarily Black and Hispanic, Urban-Residing, Underage Youth. Behav Sci (Basel). Vol. 23(6): 1

[11] https://www.diarioinformacion.com/benidorm/2019/08/07/manada-benidorm-violacion-grupal/2175606.html

[12] Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.

[13] https://pozosdepasion.blog/2020/02/23/por-que-a-las-mujeres-no-nos-gusta-el-películas sexuales/

[14]https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2019-06-23/porno-peliculas-actrices-mentiras-sexo_2077168/

[15] https://www.linkedin.com/pulse/el-gatillazo-y-la-disfunción-eréctil-jose-luis-garcía/

[16] Williams, Linda (1989). Hard Core: Power, Please, and the “Frenzy of the Visible”. Berkeley y Los Angeles: Prensa de la Universidad de California.

[17] https://www.publico.es/sociedad/sexo-anal-nuevo-mandato-pornografia-ven-obligadas-muchas-mujeres.html

[18] El libro fue editado por Kairós (Barcelona, 2013)

[19] https://www.psychologytoday.com/us/blog/sex-lies-trauma/201107/effects-porn-adolescent-boys

[20] De Miguel, A. (2015) Neoliberalismo sexual: El mito de la libre elección (Feminismos). Amazon Kindle

[21] Nuestro libro “Sexo, poder, religión y política” trata de aproximarse a esa cuestión a partir de la historia de la educación sexual en España, particularmente en Navarra.

[22] Aleksiewicz, N. (2015) The Cultural Motion of Pornography. Dublin: Trinity College Dublin. Puede verse en: https://www.academia.edu/40515148/The_Cultural_Motion_of_Pornography_Thesis20191003_49784_op5lno?email_work_card=title

[23] Houellebecq, M. (2006) El mundo como supermercado. Barcelona: Anagrama.

[24]https://www-abc-es.cdn.ampproject.org/c/s/www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-hijo-porno-y-no-sabes-brillante-campana-concienciacion-gobierno-nueva-zelanda-202006160150_noticia_amp.html

[25] https://psiconetwork.com/sexo-poder-y-machismo-ser-hombre-tiene-solo-ventajas/

[26] https://www.yahoo.com/entertainment/news/science-high-frame-rates-why-hobbit-looks-bad-004026099.html

[27] https://www.eldiario.es/sociedad/Entrevista_0_1002650389.html

[28] Hernandez, J. (2017). The Ambivalent Grotesque: Reading Black Women’s Erotic Corporeality in Wangechi Mutu’s Work. Journal of Women in Culture and Society. Vol. 42(2): 427-457

[29] https://pozosdepasion.blog/2020/03/06/para-opinar-hay-que-conocer-quizas-el-películas sexuales-girlcum-se-ajusta-mas-a-los-gustos-femeninos/

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