Foto: Alex Green(Pexels)
“A menudo fantaseo con prácticas sexuales que realizo con algún familiar y eso me produce desazón. Sin embargo, es demasiado excitante y lo sigo haciendo. Reconozco que empezó al poco de comenzar a ver vídeos porno con menores. Necesito ayuda porque no quiero llevarlas a cabo” R. 42 años.
Con la finalidad de ofrecer contenidos formativos, a quien pueda interesarle, sobre el amplio fenómeno de la pornografía, hoy abordamos uno de los temas más sórdidos y complejos que existen en el amplio espectro de las conductas sexuales que llevan a cabo los seres humanos y que, tal vez por esa razón, la inmensa mayoría de la sociedad parece que no quiere saber nada del mismo. Dedicaremos dos artículos a este menester.
La hipocresía que históricamente ha rodeado a las cuestiones sexuales, adquiere aquí la categoría premium, en razón de que no nos gusta hablar de los detritus malolientes y putrefactos que recorren las alcantarillas de nuestro subsuelo ético y que son generados por la propia sociedad, que tiene a bien considerarse moderna y civilizada, ocultando aquellos que evidencian esa doble moral sexual que sigue en el candelero.
Además, en cuestiones sexuales da la impresión, muy a menudo, de que una cosa es lo que se piensa, otra lo que se dice y otra bien distinta lo que se hace.
Ocurrió con el sida, el aborto, la prostitución, las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), la homosexualidad, las agresiones sexuales…o la pornografía. Aparentemente han sido temas invisibles y, en consecuencia, no está bien hablar de ellos, no es políticamente correcto nos dicen, porque muy pocos parecen quererlos cerca. La prostitución es el ejemplo más paradigmático ya que, según algunas fuentes, España ocupa los primeros puestos a escala planetaria tanto en consumo de prostitución como en infraestructuras para tal fin.
Sin embargo todos ellos están muy próximos, más de lo que nos pudiera parecer, forman parte del escenario cotidiano, como las películas sexuales que se encuentran por millones en la palma de la mano de cualquier chaval en la pantalla de su smartphone. Y que las verán.
Empero, quien lo hace se arriesga a ser tachado cuando menos de irresponsable. O epítetos mucho peores, como los que ha recibido el que esto escribe. Pero no podemos parar el conocimiento de los hechos, cualesquiera que sean, por unos/as cuantos/as cantamañanas inquisidores/as.
Es preciso subrayar que estos temas tienen la peculiaridad de canalizar una polarización extrema de las diferentes ideas en torno a ellos, las atraen como si se tratara de un campo magnético, por lo que, al mover el avispero, inevitablemente algunos de los grupos en liza te pican con saña. De los aspectos ideológicos sobre las películas sexuales hemos hablado en otro momento en 4 artículos (Clica si quieres leerlos )
Sin embargo, lo hago consciente de tal circunstancia, pero así mismo convencido de que hay que hablar y mostrar parte de esa realidad. En cualquier caso, tan solo pretendo compartir algunas reflexiones personales, convencido de que si queremos prevenir estas vicisitudes, necesariamente hay que conocer aquellos factores que las facilitan y mantienen. No se puede trabajar con eficiencia estando a oscuras.
En consecuencia, en estas líneas que siguen voy a hablar de los abusos (violaciones/agresiones) sexuales a menores y el consumo de pornografía violenta de carácter incestuoso y/o infantil, planteando hipotéticamente si existe o no algún tipo de relación entre uno y otro, aunque considero que hay una estrecha relación.
Pornografía violenta y trastornos de la conducta sexual
Previamente deberíamos considerar un hecho que a mi me parece relevante y que ha sido objeto de análisis en nuestro “Experto/a en Prevención de los Efectos de la Pornografía en la Salud Afectivo-Sexual” que, como sabéis, es un curso universitario de postgrado de la URJC. (clica aquí si quieres más información) Pues bien planteo lo siguiente: una buena parte parte de la pornografía violenta (PSP) que ven nuestros menores, muchos a diario, es un catálogo ilimitado de trastornos de la conducta sexual o parafílias, cuyas características son descritas generosamente en cada uno de ellos: voyeurismo, sadismo, masoquismo, pederastia, zoofilia, exhibicionismo, agresiones sexuales… son presentados como conductas sexuales normales.
En sentido estricto, la pornografía es el caldo de cultivo donde se inician, promueven y refuerzan millones de voyeurs a diario. Es el nuevo voyeurismo , alejado del clásico comportamiento que se basaba, en esencia, en miradas furtivas a una pareja ensimismada en sus carantoñas en cualquier parque o del interior del automóvil, arriesgándose a ser descubierto. Porque ese era el excitante y prioritario objetivo: ver sin ser visto. Ahora, en cambio, frente a la pantalla de la Tablet o del móvil, no hay ningún riesgo de ser atrapado. Menos tensión sexual, cierto, pero a cambio estímulos ilimitados, sin fin y gratis. Excitándose con otras muchas parafilias, todas las que se puedan imaginar, ampliando horizontes con otras alteraciones de la conducta sexual.
En otros artículos hemos analizado que, con el Código Penal en la mano, pocos de estos vídeos se librarían de ser constitutivos de un presunto delito de violencia de género y de violencia sexual. Sorprende esa contradicción: una sociedad que parece estar en contra de la VG, sin embargo, tolera y permite millones de vídeos de violencia sexual contra las mujeres y niñas.
No hay que olvidar que son vídeos consumidos, sintiendo excitación y placer sexual a través de la masturbación, por menores cuyo cerebro se está desarrollando. Según algunos estudios una cuarta parte lo hacen diariamente. Pues bien, es importante que destaquemos este hecho: estos vídeos son un referente educativo de primer orden, con los que muchos de nuestros menores se educan y aprenden sexualidad.
Razón más que sobrada para entender luego que algunos estudios sugieran que, en mujeres, ver pornografía violenta incremente por cuatro la probabilidad de ser una víctima de agresión sexual y, en hombres, se duplique la probabilidad de cometer agresiones sexuales.
Frente a este modelo de violencia sexual, defiendo que la sexualidad es una dimensión positiva de la vida de los seres humanos, vinculada con la salud, el afecto, el placer y el bienestar. Dado que está hecha para el contacto gozoso y el encuentro tierno y apasionado, no puede ser, bajo ningún punto de vista, que se convierta en una experiencia traumática, dolorosa y trascendental en la vida sexual, afectiva y emocional posterior de muchas niñas.
Por esta razón, pongo énfasis en el hecho de que estamos haciendo una generación de #niñosyniñaspornográficos que, probablemente, sufrirán en sus relaciones afectivas y sexuales en los próximos años, como he advertido aquí.
La capacitación específica, es decir una #educaciónsexualprofesional y científica, es el único recurso que tenemos para afrontar este desafío. Y esto no es solo una charlita en la pubertad, sino que es un proceso de toma de conciencia, desde muy pronto, de los riesgos que comporta su exposición abusiva y precoz, generando un pensamiento crítico que permita tomar decisiones de no consumir estos contenidos violentos.
Pornografía, pedofilia y pederastia
Los abusos y agresiones sexuales han sido objetivo de mi atención y estudio, reflejando mis reflexiones y consideraciones al respecto en la propuesta educativa TUS HIJOS VEN PORNO 1. Hay varias razones que me llevan a considerar un estrecho vínculo entre consumir este tipo de películas sexuales y la contingencia de cometer agresiones sexuales a menores. La primera es que el agresor, hombre prácticamente en la totalidad de los casos, es frecuente consumidor de pornografía, la segunda es que la utiliza como recurso directo para estimular sexualmente y abusar de los menores, la tercera es que, a menudo, graba las agresiones que le sirven posteriormente de material excitatorio para su uso y la cuarta es que este material lo comparte/vende/ cambia con otros pedófilos y pederastas en Internet, lo que le sirve de acicate, si cabe.
Los depredadores sexuales más famosos, tienen un nexo de unión: eran consumidores abusivos de pornografía infantil y de cualquier tipo que representaciones que tuvieran violencia sexual. He señalado que la adicción supone una escalada sin fin de los contenidos violentos y hardcore. Pero no solo los grandes violadores en serie: hay diferentes investigaciones científicas que sugieren una estrecha relación entre consumo de pornografía infantil y agresiones sexuales a menores. Por ejemplo, un estudio de Antonella Bobbio y col. (2023) que señala que “los consumidores de MASI (Material de Explotación/Abuso Sexual Infantil) son más capaces de cometer otras formas de ASI directo o mediante Internet. Esto está en consonancia con diversos estudios que han encontrado una asociación entre el consumo de MASI en Internet y el delito sexual de contacto, como así también con la excitación sexual hacia los niños”. Variables como las fantasías sexuales (muy relacionadas con el consumo de pornografía de la que, a menudo, se alimentan) de los delincuentes o su reincidencia parece que tienen que ver con ello.
Por ejemplo esta investigación encuentra relación positiva entre las fantasías sexuales que involucran a niños preadolescentes con los delitos sexuales contra niños preadolescentes. O este otro trabajo que señala una elevada tasa de reincidencia en delincuentes sexuales con niños, ya que en la mitad de estos fracasos, los delincuentes estaban en contacto con niños o utilizaban Internet, a menudo para acceder nuevamente a la pornografía. Este otro estudio, sugiere que Los consumidores de pornografía infantil informaron de un mayor interés en tener contacto sexual con un menor que los no consumidores de material pornográfico. Otro trabajo de 2011, ya revelaba relación entre antecedentes de agresión sexual en niños y consumo de pornografía infantil.
Particular interés tiene el utilizar, además, las agresiones sexuales a niños y niñas, para producir el propio material pornográfico infantil y subirlo a Internet. Uno de los casos más impactantes fue un cuidador de guardería de Brisbane, bajo el que se ocultaba el «peor depredador sexual infantil», con 1.623 cargos por agresiones sexuales. Atacó a 91 niñas, todas ellas menores de 10 años, y cometió 136 violaciones entre 2007 y 2022 sobre todo a niños. Guardaba al menos 4.000 vídeos y fotografías de elevada crudeza. Algunos detectives se han visto traumatizados por lo que han contemplado. «Todas las víctimas eran niñas prepúberes».
Para ahondar en este problema quiero referirme al consumo generalizado de este tipo de contenidos incestuosos que abundan como modalidad específica en la mayoría de webs porno conocidas: padres, madres, abuelos/as, nietos/as, hijos/as, sobrinas/os, madrastas o padrastros, hijastros….interactúan entre sí, sin límite alguno, con presiones y engaños diversos, consiguiendo al final el propósito: violar a un/a menor usualmente niña, sin su consentimiento. Muchos de los títulos de los vídeos son ya de por sí significativos y plantean sin pudor el contenido: agresión sexual.
Sugiero, amable lector/a, que compruebes por ti mismo/a, lo que acabo de decir, adentrándote e una web porno cualquiera y ver los vídeos de este género incestuoso, o aquellos que utilizan menores, chicas aniñadas, con uniformes escolares… para que te des cuenta de la realidad del consumo al alcance de cualquier menor. No hay duda de que el menor está erotizado e hipersexualizado en la pornografía, de manera intencionada y explícita, en millones de vídeos.
Género de incesto
Los géneros, subgéneros o modalidades de incesto, son muy comunes en gran parte de las web más conocidas, con títulos absolutamente impactantes y explícitos que ilustran claramente esas parafílias. Luego no nos quejemos de algunos de los comportamientos de agresiones sexuales que la prensa nos ofrece a diario. Como sociedad ¿Qué hacemos para prevenirlo? Prácticamente nada.
Limitamos la temática a los vídeos pornográficos en los que aparecen niños/as (chicas aniñadas, colegiales, niñas small… que se utilizan intencionadamente para excitar con esos modelos, dentro de la escalada adictiva sin fin) con supuestos familiares, si bien existen otros tipos de materiales -que genéricamente suelen denominarse MESI- que incluyen nudes o sexting por ejemplo, aunque todos ellos tienen una característica común: los protagonistas son niñas y niños explotados para satisfacción psicológica y sexual de personas, que además de delincuentes, tienen trastornos de conducta y son sujetos con cero de empatía y nula compasión por el otro ser humano. Egoísmo en estado puro.
Un demoledor artículo (Los hijos de PornHub) muestra la realidad, los efectos y consecuencias de exhibir materiales pornográficos de menores, por parte de webs como PornHub que es la más importante a escala mundial. Todo un emporio construido en base a no pocos sufrimientos de personas, mayores y menores, tratadas como un mero objeto.
¿Abusos sexuales o violaciones a menores?
Desde hace muchos años venimos hablando de los abusos sexuales a menores, señalando las estimaciones sobre su incidencia, algunas de sus características relevantes y los graves efectos que suelen conllevar a corto, medio y largo plazo, así como su prevención, razón por la que prefiero hablar de violaciones, por cuanto referirse a abusos parece una suerte de blanqueo respecto de sus implicaciones. No obstante los cambios legales han generalizado el concepto de agresiones sexuales.

A tenor de algunas de las sentencias publicadas, tengo la impresión de que estamos hablando de hechos que, tal vez, una buena parte de la población consideraría que los agresores responsables de los mismos, no tienen el castigo que les debería corresponder y, por ende, se beneficiarían de una notable impunidad, con lo cual se está mandado el mensaje de que sale prácticamente gratis violar a una niña/o.
Con todo, si quieres consultar algunos de esos artículos, en particular los más recientes, aquí tienes, por ejemplo, este, este y este.
¿Es grave este problema?
En lo que respecta a las agresiones sexuales a mujeres en general, según los datos del Ministerio del Interior, en 1989 se registraron 5.770 denuncias y en 2018 se llegaba a las 13.782, el 80 % de ellas relativas a agresiones y abusos sexuales. No obstante, es sabido que las denuncias son solo una parte de la realidad, si bien el porcentaje de denuncias sobre agresiones sexuales a mujeres en general, sigue aumentando.

En un estudio hecho por 4 universidades españolas, destacamos el hecho de que las viviendas son el lugar donde se cometen la mayoría de las agresiones sexuales (60,1 %), seguidas del espacio público (20,2 %) En este informe se destaca “la imposibilidad de conocer la incidencia real, ya que la propensión a denunciar la violencia sexual es muy baja: se estima que de cada cien agresiones solo se denuncian doce y el resto quedan silenciadas“.
En el caso de los/as menores, hay un cierto consenso en que la incidencia de estas agresiones a niños y niñas sigue creciendo, que solo un porcentaje mínimo de las mismas se conocen, muchas menos aún son las que se denuncian.
- No sabemos con exactitud la prevalencia de estas agresiones sexuales infantiles. Algunos estudios hechos sobre adultos informan de experiencias biográficas previas, oscilan entre un 25%-30% para mujeres y un 15%-20% para hombres que afirman haber sido víctima de algún tipo de abuso sexual. La mayoría son niñas y prácticamente la totalidad de los agresores son varones.
- Un reciente estudio sobre prevalencia del abuso sexual infantil (ASI) en España, (Pineda y col. 2023) revela que fue del 9.2% para los hombres y del 22.1% para las mujeres, datos que sugieren una verdadera pandemia, si se tratara de cualquier otro aspecto de la salud.
Se acepta, en general, que la mayoría se producen en entornos familiares. Si añadimos variables como la discapacidad intelectual, el problema se amplifica notablemente, como mostramos en nuestro libro “Educación sexual y afectiva en personas con minusvalías psíquicas”, publicado hace unos cuantos años, de ahí el título con una terminología antigua, reflejando la realidad de aquella época.

En este libro dedicábamos un amplio capítulo a hablar de los abusos sexuales y proponíamos un programa de prevención denominado ¡No. No quiero que me toques! que luego hemos desarrollado con diferentes asociaciones y entidades de personas con discapacidad intelectual en España e Iberoamérica.
Un reciente y pionero estudio de la Universidad de Barcelona -cuya reseña ha sido publicada hace una semana- dirigido por Antonio Andrés Pueyo y encargado por el Ministerio del Interior, estima que en “el Estado español se dan aproximadamente 400.000 incidentes de violencia sexual al año, de los que unos 100.000 tendrían como víctimas a menores de edad. Entre el 85 % y el 95 % de las víctimas adultas son mujeres”.
En el informe se subraya algo que casi todos los expertos refieren y que nos da una idea de la magnitud del problema: “en el ámbito de la violencia sexual los datos oficiales representan solo una parte del total y que hay un gran número de «datos ocultos», fenómeno que se puede describir con la metáfora del iceberg: sólo se ve una pequeña parte de la realidad”.
El estudio concluye que “la probabilidad de ser víctima de un incidente de violencia sexual se sitúa en la ratio de 1:45 en el caso de las mujeres y de 1:60 en el caso de niños y adolescentes”.
Otro informe de Save The Children aumentaba la cifra, estimando entre 800.00 y 1.600.00 el número de víctimas de abusos sexuales. La Fundación ANAR, señala en un estudio el incremento del 300% en los casos atendidos desde 2008 a 2020, calificando la situación de “una realidad oculta y silenciosa”.
Abundando en que el entorno familiar es uno de los lugares más favorables para estas agresiones y teniendo en cuenta el éxito del consumo de vídeos violentos, en los diferentes portales que los exhiben, que tienen que ver con el incesto, es decir relaciones sexuales entre los miembros de la familia, nos preguntamos ¿existe alguna vinculación? Yo creo que sí.
Pero fuera de casa hay también muchos peligros. Y los medios de comunicación dan buena cuenta de ello. Por ejemplo la noticia de la violación y prostitución previo “enganche” a las drogas más adictivas (inclusive la” “venta “de una menor por su propio padre, por dos bolsas de cocaína) deja el listón muy alto respecto del límite de degradación humana al que han llegado las 37 personas detenidas por los graves delitos cometidos, presuntamente, sobre chicas menores vulnerables, algunas en centros oficiales donde estaban tuteladas, utilizando los procedimientos más repugnantes de captación (un cantante conocido que las “enamora” y engaña) y su utilización prácticamente como animales y no solo camellos para traficar con la venta de drogas, drogas a las que previamente han enganchado para despersonalizarlas.

El coste emocional y de salud para estas niñas es inconmensurable, porque les han arruinado la vida por puro interés económico, usándolas como objetos, sin el menor asomo de empatía y compasión. No hay palabras para expresar la indignación que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad siente al leer estas noticias. Confiamos en que la justicia sea aplicada con todo su rigor, pero tambien que las autoridades educativas y de Servicios Sociales no permitan que esto ocurra en las instituciones que tienen la obligación de velar y cuidar a las chicas más vulnerables. ¿Cuántas más habrá?
Y si ya es deleznable que un adulto viole a una menor, cuando el violador es otro menor, plantea no pocas preguntas. Por ejemplo ¿Cómo un menor ha llegado a la decisión de violar a otra menor esté o no drogada o ebria? Yo estoy seguro de que ver películas pornoviolentas con frecuencia, sin un contrapeso educativo, sería un factor a considerar en estos hechos, excepcionales en la historia de nuestra sociedad occidental.
Causas de las violaciones a menores
Sabemos que el consumo de pornografía está generalizado y normalizado a escala planetaria y, si hacemos caso de las estadísticas de las propias webs porno, quizá será difícil encontrar un grupo significativo de hombres que afirmen no haber visto porno nunca. Algunos investigadores refieren esta dificultad para establecer dos grupos comparativos acerca de los efectos de las películas sexuales . No es de extrañar tanto en cuanto, un estudio en jóvenes suecos de tan solo 16 años reveló que casi el 97% de ellos y el 55% de ellas habían consumido porno.
En una sociedad globalizada y con acceso a Internet, me atrevo a afirmar que esa tendencia podría llegar a todos los países, más temprano que tarde, con porcentajes de exposición similares.
Y si bien es cierto que las chicas ven menos porno, no ha de olvidarse que acabaran en los brazos, enamoradas, de los que sí han visto mucho porno con diferentes dosis de violencia, prácticas que acabarán impendiéndole. El problema es estructural y transversal.
Ya advertimos, en un artículo publicado en 1980, de los riesgos para la salud que supondría dejar en manos de la pornografía, la educación sexual de nuestros/as niños/as. Parece que algunos medios están comenzando a tomar conciencia de este grave problema cuatro décadas después.

Dentro de ese consumo, hay centenares de géneros y subgéneros, y los que hacen referencia a conductas sexuales llevadas a cabo en el ámbito familiar con menores parecen ser atractivas, por cuanto cosechan no pocas visitas, si bien sabemos que, de producirse en la vida real, hablaríamos de trastornos de la conducta sexual o parafilias, en los que está presente la ausencia de acuerdo mutuo y consentimiento, constituyendo una agresión sexual penada por la ley, aunque sean, como se ha dicho, condenas leves.
Entre otros muchos factores etiológicos de esta lacra social, hemos señalado (en nuestro libro TUS HIJOS VEN PORNO 1, dedicamos un amplio espacio a hablar de ello) al consumo de pornografía en razón de que el abusador, hombre, prácticamente en la totalidad de los casos, es frecuente consumidor y lo utiliza, no solo para su consumo personal, sino también como recurso directo, como engañifla, para excitar y abusar de los menores.
Como he señalado más atrás, el pedófilo y el pederasta se desenvuelven perfectamente con este tipo de materiales que son requisados en casi todas las detenciones policiales que se realizan.
Otro ejemplo, de los muchos existentes, es el de Jaysen “S”, acusado al menos de 40 delitos de abusos y agresiones sexuales, y al que se le incautaron “más de 1.100 fotografías y más de 900 videos con contenido de pornografía infantil, material que presuntamente era enviado a otras personas. Aseguraron que en algunas de ellas podría observarse la participación del detenido”.




Un caso muy mediático es el siguiente:

Como hemos señalado repetidas veces, las RRSS son el moderno “hombre del saco” de antaño, con el que muchos padres y madres “metían miedo ante las personas desconocidas”.
En este caso, embaucó a 98 menores de edad, a través de las redes, en particular Instagram, para mantener relaciones son ellos/as a cambio de regalos.
Si bien no se puede establecer una única relación causa efecto, preciso es saber que los grandes delincuentes sexuales, incluidos los asesinos más sádicos, tienen en común el haber consumido pornografía extrema, como se señalaba en este artículo.
Por ejemplo, uno de los más conocidos, Ted Bundy, declaraba en una entrevista que: “He pasado en prisión cierto tiempo. He conocido a numerosos hombres que se sintieron motivados a ejercer la violencia, como yo. Sin excepción, todos y cada uno de ellos estaban profundamente influenciados y consumidos por su adicción a la pornografía”.

Hace unos meses asistimos estupefactos a la detención de 34 menores que intercambiaban materiales de pornografía infantil, consistentes en violaciones a bebes y a niñas de 2 años. ¿Cómo es posible que haya chicos que utilizan su tiempo en esa actividad? ¿Qué piensan sus padres, madres y maestros/as?
Para ahondar en este problema, quiero referirme al consumo generalizado de este tipo de contenidos porno violento, algunos de cuyos géneros y subgéneros incluyen prácticas incestuosas, que abundan como modalidad específica en la mayoría de webs porno conocidas: padres/madres, abuelos/as, nietos/as, hijos/as, sobrinas/os, madrastas o padrastros, hijastros/as…interactúan sexualmente entre sí, sin límite alguno, con presiones y engaños diversos, consiguiendo al final el propósito: violar a un/a menor usualmente niña, sin su consentimiento.
Muchos de los títulos de los vídeos, que veremos en el próximo artículo, son ya de por sí significativos y plantean sin pudor el contenido: una agresión sexual a una chica (aparentemente) menor.
Adelantamos, por ejemplo, que si ponemos en el buscador de un portal pornográfico, el término: niña, chiquita o nena, nos salen en la primera página los siguientes títulos, con las visitas que han tenido hasta ese momento: Jovencita cachonda (1,2M vistas), Joven adolescente española de 18 años facilitada por su hermanastro negro (2,5 M), Anal a la chiquita (61,6 K), Chiquita lo mama bien rico (55,1), Flaquita y chiquita cogida en su camita (419,9K), Hermosa nena (154,8IK) Jugando con el coño de mi prima mientras ve porno mira como lo tiene (4,1M), Penetrando a mi amiga chiquita (15,3K).
Obviamente el texto añadido de “18 años” no es fidedigno en diferentes vídeos y, probablemente, es escrito así como coartada legal o simplemente como un elemento más de ambigüedad y confusión.
Otro adelanto: si buscamos el término violaciones, obtenemos una modalidad de violaciones reales con 64.494 vídeos, en una de las webs porno más conocidas. Sobran los comentarios.

He de reconocer que resulta muy difícil soportar el visionado de la mayoría de estos vídeos que hemos visto.
Pues bien, en razón de que el consumo de este tipo de películas sexuales pornoviolentas (PSP) -según la denominación que he propuesto en el libro antes citado- está generalizado y normalizado, y que hay un importante nicho de materiales de agresiones sexuales a menores, convendría considerar entonces la probabilidad de que ello contribuya no solo a incrementar la frecuencia de tales prácticas sexuales, patológicas, delictivas e inaceptables, sino tambien a estimular su inicio en los precoces consumidores, así como mantener conductas adictivas de quienes precisan contenidos cada vez más duros.
En un informe de @quantika sobre pornografía, se señalan las palabras más buscadas en los principales portales de pornografía: “HARD” con 72 millones de resultados; “SLUT” con 62, “HARDCORE” con 59, SLUTTY con 41 o EXTREME con 30. Es decir, “porno duro y extremo con putas y zorras”. Y eso es con lo que se excitan y masturban muchos de nuestros menores y jóvenes, algunos a diario. ¿Hay quien todavía no se da cuenta de lo que se nos viene encima?
Vincular deseo sexual y violencia no es gratuito, tiene costes importantes en la salud sexual y emocional, muchos más si el consumidor es menor. Demasiados. Consiguientemente, es inaceptable, como venimos defendiendo desde hace mucho tiempo. No hay ninguna justificación científica ni ética que avale esa asociación.
Estas circunstancias son bien conocidas en el ámbito de la Psicología, en particular las que se refieren los diversos mecanismos de aprendizaje implicados en la exposición frecuente a estos estímulos, del poder y de la influencia de las imágenes sexuales, del poderoso influjo de internet, de la relevancia y trascendencia del deseo sexual, así como del refuerzo psicológico que supone el placer sexual asociado a esa exposición, como hemos señalado en varias publicaciones.
La precocidad de acceso, las características del consumo, tanto en cantidad como en contenidos, así como determinados rasgos de personalidad serían, entre otras muchas, algunas de las variables a tener en cuenta.
En todo caso hacen falta investigaciones científicas específicas sobre estos extremos. En el próximo artículo seguiremos profundizando en este tema. Te espero.
NOTA FINAL:
Muchos padres y madres no son conscientes de la necesidad de hablar con sus hijos e hijas de todas estas cuestiones que tienen que ver con la sexualidad y la pornografía cuantos antes, agobiados por preguntas de este tipo: ¿Qué decirles? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De qué hablarles? ¿Cuántas veces? ¿Y si no preguntan? etc. lo que conlleva a abandonar el diálogo. En mi programa TUS HIJOS VEN PORNO, explico todo ello con amplitud y subrayo las consecuencias de repetir el bucle del silencio de generación tras generación, así como la necesidad de formarse y actualizar sus conocimientos.