En las últimas semanas les he puesto a mis alumnos/as universitarios del Centro de Estudios en Neurociencias y Psicología del Estado de Chiapas en México, a los que imparto un curso de postgrado sobre la prevención de los efectos de la pornografía, el siguiente ejercicio práctico: visionar 2 o 3 vídeos de películas sexuales de las webs más conocidas que ofrecen estos contenidos gratuitos, evaluar el grado de violencia de las imágenes y considerar las implicaciones educativas en los menores que pudieran exponerse a esos vídeos.
El análisis de los trabajos presentados es particularmente interesante. Sorprende las diferentes valoraciones de los alumnos respecto de las alumnas, su consideración de la violencia sexual y la pertinencia de una educación preventiva. Coinciden en la exagerada presencia de la violencia sexual en los vídeos que han visto, en los diferentes géneros y subgéneros, aunque los chicos suelen ser más permisivos con determinadas prácticas sexuales. Acuerdo también en señalar la necesidad de que los menores tengan una preparación específica para afrontar esta realidad y que, en ningún caso, deberían ser contenidos para ellos, a pesar de que su consumo está generalizado.
Dada la gravedad de las consecuencias en la salud de los menores de este fenómeno mundial, el hecho de que la Universidad haya integrado en el plan de formación de los profesionales de la salud contenidos formativos sobre las películas sexuales pornoviolentas, sus efectos en jóvenes y la necesidad de establecer programas preventivos, todo ello desde una perspectiva científica, es un hecho sumamente positivo, aunque excepcional. Queda mucho por hacer.