LA RED PROFESIONAL LinkedIn ME PROHIBE UN POST SOBRE UNA”NIÑA PORNOGRÁFICA”

La red profesional LinkedIn ha decidido incomprensiblemente ELIMINAR la ultima de mis publicaciones (con fecha 26-9-2021) sobre la realidad del consumo de pornografía en menores porque “infringe nuestra políticas para la comunidad profesional”, cuando de modo fehaciente se describe un hecho que aparece en un vídeo publicado, primero en TikTok y luego en diferentes RR SS y que muestra lo que le ocurre a muchos jóvenes con el porno. El post resumía parte de lo que afirmaba una chica, aparentemente menor, transcrito literalmente, y remitía a un artículo mío (titulado Os presento a una niña pornográfica) publicado días antes sobre esa entrevista, en el que analizábamos el contenido de la misma.

Si quieres leer el artículo en cuestión clica aquí. Por cierto, este artículo ha sido leído por cerca de 3000 personas en los cuatro primeros días de publicarse. En otras redes como Instagram, Facebook y Twitter no ha habido ningún problema.

En diciembre de 2020, Amazon me publicó un libro titulado Niños y niñas pornográficos, un manual de 530 páginas sobre la pornografía y la educación sexual, que fue prohibido a los cinco días de su venta en esa plataforma, ocasionándome un destrozo personal, profesional y económico de gran envergadura. La censura de ese libro tuvo una enorme repercusión en prensa y en las RR SS. (clica si quieres saber más).

Entonces ?Qué pasa con la pornografía?

La prohibición de ciertos temas “escabrosos” sigue siendo una realidad. Resulta cuando menos sorprendente esta censura, suponemos por parte de alguna Comisión de Moralidad Sexual de LinkedIn, que ha calificado de inaceptable el contenido del mismo, es decir lo que contaba literalmente una chica siendo entrevistada y que no es sino un reflejo de la realidad social. Transmito, sin acritud, a esa Comisión que el estudio académico y científico del fenómeno de la pornografía es tan legítimo como cualquier otro. Y que la época de la Inquisición y de la doble moral sexual ya pasaron.

Tradicionalmente ha sido común utilizar la moral exclusivamente para asuntos sexuales, dejando al libre albedrío otras muchas cuestiones tan relevantes o más que aquella, la corrupción por ejemplo. O las injusticias flagrantes. O la falta de solidaridad. O los desastres ecológicos irresponsables… Pero, no, se trata de temas sexuales y el sexo ha sido objeto de una escrupulosa atención y de un control riguroso y férreo, por parte de los poderosos a lo largo de la historia, fenómeno que analizamos ampliamente en nuestro libro Sexo, poder, religión y política. Claro que, luego, ellos/as no cumplían ni por asomo esas reglas estrictas que imponían a los demas. Estos criterios gazmoños y torticeros, lamentablemente todavía no han desaparecido.

Me gustaría ver en LinkedIn una tesón similar en publicaciones que pueden ser ofensivas, para determinadas personas, en otras cuestiones no sexuales. Como botón de muestra y como contrapunto a estas medidas censoras, en esa misma red profesional, fui insultado gravemente, lo denuncié y LinkedIn, NO HIZO NADA contra las autoras de tamaña fechoría. Resulta cuando menos curiosa esa doble vara de medir.

Con todo, poner encima de la mesa los problemas derivados del consumo de porno violento y plantear soluciones específicas dentro de unos parámetros científicos, no parece ser políticamente correcto. La investigación en este área no goza de los parabienes de algunas de las personas bien pensantes que “se la cogen con un papel de fumar”. Al parecer ciertos términos sexuales, que son usuales en la calle y en el lenguaje cotidiano, no pueden ser transcritos en un artículo científico de divulgación.

Nosotros somos partidarios de hablar claro. Al pan, pan y al vino, vino.

Siguiendo con este absurdo planteamiento, si se tratara de la adicción a la heroína, por ejemplo, no podríamos reseñar el lenguaje típico de los consumidores o detallar los procedimientos y habilidades prácticas para suministrarse su dosis. O deberíamos criticar a la Dirección General de Tráfico porque en sus spots de TV, aparecen accidentes aparatosos con personas mutiladas o muertas.

Pero, no, estamos hablando de sexo y todavía hay que mantener las formas. Ocultar la realidad. En un tema que le interesa a casi todo el mundo y en el que, en mayor o menor medida, todo el que puede lo practica. En asuntos sexuales, con no poca frecuencia. una cosa es lo que se dice, otra lo que se hace y otra lo que se piensa.

España está en los primeros puestos, sino a la cabeza mundial en consumo de prostitución y en recursos e infraestructuras para ese negocio y gozamos de una sólida posición (entre los 10 primeros del mundo), en consumo de pornografía. Prácticamente la totalidad de nuestros jóvenes consume porno, con diferentes dosis de violencia, antes de la mayoría de edad, sin ningún control y sin la educación sexual profesional y científica que pudiera hacer de contrapeso, aprendiendo a diario, excitándose y obteniendo placer al verlo, que la violencia y la sexualidad deben ir de la mano. A diario y excitándose. Los riesgos de vivir esa asidua experiencia son bien conocidos.

Pero no se puede hablar de estos temas con normalidad. Hay que envolverlos en un oscuro celofán para que no se vea su interior, como acontecía con las revistas pornográficas que se vendían en los quioscos durante la España de la transición democrática.

Eso se llama hipocresía.

Es evidente de que con estas practicas inquisitoriales no se solucionan, ni se previenen, estos problemas de salud derivados del consumo de películas sexuales pornoviolentas, que afectan a un grupo importante de menores y jóvenes. La ocultación no hace sino acrecentar las consecuencias de lo que se pretende esconder.

Poco nos pasa.

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